CAPÍTULO 54

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Me quedé paralizada mientras miraba fijamente a mi padre, que subía la pequeña cuesta del pueblo hasta llegar a nosotros.

Él, a diferencia que yo, tenía una sonrisa divertida en los labios mientras nos miraba a Alissa, Jir y a mí.

No quería que él mirara a mi hermana. En ese momento lo único que quería era sacar a Alissa de aquel lugar, porque estaba segura de que ella tenía un grave trauma después de lo que mi padre la hizo pasar.

Al cabo de unos minutos, mi padre, junto a otros dos hombres, el padre de Adonis, John Lawton, y otro que no conocía, se acercaron lentamente a nosotros, hasta que quedaron a unos metros de distancia entre mis hermanos y yo.

Pero, ¿qué hacía aquí mi padre y por qué venía acompañado del padre de Adonis?

Ver de nuevo a mi padre, después de escapar de la mansión, y ver nuevamente a mi tío, después de su intento de matarme, era algo que me deconcertaba y me aterraba a la vez por las desconocidas intenciones que pudieran tener conmigo o con alguien de mi alrededor.

— Hijos míos —habló mi padre mientras nos miraba con cariño, que deduje como falso.

No me salían las palabras, seguía paralizada. Toda la situación que estaba viviendo a lo largo de esos meses, estaba siendo, cada vez, más difícil de soportar para mí.

— ¿Qué mierda haces aquí? —le preguntó Jir, poniéndose a la defensiva.

— He venido a hablar con vosotros.

— Habla, entonces —le permitió mi hermano.

— No, aquí no, hay poca intimidad, mejor vayamos a hablar a alguna casa del pueblo. Eso es más privado.

— ¿Para qué? —habló con un hilo de voz Alissa— ¿Para qué quieres ir a hablar a un sitio privado? ¿para encerrarnos de nuevo? —preguntó con lágrimas en sus ojos azules.

— Siento haberte hecho pasar por aquello, hija —comenzó a decir él mientras se acercaba a ella con intenciones de agarrar su brazo.

Pero Jir fue mucho más rápido y agarró la mano de mi padre con brusquedad, mientras lo miraba fijamente a los ojos y le decía con rabia:

— No la vuelvas a tocar.

El tono de voz que utilizaba Jir, junto a su rostro impasible y duro me sorprendió bastante. Él jamás le había plantado cara a mi padre de alguna manera posible. Y ahora es como si no pudiera resistirse a hacerlo. Como si hubiera aguantado demasiado y ahora estuviera a punto de explotar.

— Está bien, tranquilo hijo. Solo quiero hablar con vosotros —insistió él, con la voz relajada.

— ¿Hablar? Hablar es lo único que no has hecho con nosotros en tú vida —hablé, intentando mantenerme fuerte y no llorar.

Al verle me había dado cuenta de que aún no estaba preparada para volver a ver a la persona que me encerró en una habitación y que pegó a mi hermana, como a Jir y a mí desde hacía años.

Esa situación me estaba superando.

No podía verlo. No estaba preparada aún. Me dolía mirar a los ojos a la persona que más daño me había hecho por su puro entretenimiento.

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