Ni aunque me levantara con tres horas de antelación, llegaría alguna vez temprano a alguna de mis clases.
Después de dar unas cuantas vueltas por el inmenso instituto, totalmente perdidas para mi sorpresa, ya que, Agnes tampoco se ubicaba del todo, al fin, hallamos nuestra aula.
Se encontraba en la segunda planta, en medio de un pasillo igual de largo que el que daba a las aulas de lucha y matemáticas en la planta de abajo. Cuando nos aseguramos de que esa aula era la nuestra, básicamente porque encima del marco de la puerta del aula ponía: química. Y, tal vez, no éramos las más inteligentes, pero llegábamos a intuir que esa aula, por alguna razón obvia, era la que buscábamos.
Cuando entramos al aula, lo primero que vi fue a un hombre, que deduje rápidamente que era el profesor porque era el único que estaba en pie, y que hizo silencio cuando se dio cuenta de nuestra presencia.
Se detuvo varios segundos para mirarnos detenidamente, cosa que yo también aproveché. Era un hombre muy delgado y feúcho, tenía el cabello negro largo y descuidado, aunque no era demasiado mayor, debería de rondar por los veinte y pico, tal vez, casi treinta, pero podría pasar por un señor de cuarenta perfectamente, solamente por su desaliñación.
El aula constaba de unos pocos alumnos sentados en altas sillas de laboratorio con algunos microscopios apoyados en las mesas. Todos ellos, junto al profesor, se quedaron en total silencio mientras Eliphas, el nombre del profesor según Edith, nos miraba atentamente, con los ojos verdes entrecerrados.
Por alguna razón, los jóvenes científicos, es decir, mis compañeros, no nos miraron demasiado, solamente se entretuvieron escribiendo alguna cosa en sus hojas de papel, sobre algo que miraban en el microscopio. Parecían bastante más amables que los anteriores alumnos que había encontrado en mis aulas del día anterior, al menos esos no me miraban juzgantes, como si estuvieran haciendome un examen con la mirada para después girarse a cuchichear entre ellos.
El silencio se apoderó del aula completamente, hasta que el profesor, finalmente, levantó su dedo índice, para señalarnos con él y, después, dejar de mirarnos, para ver una de sus hojas que estaban sobre su mesa algo más alargada que la de los alumnos y mucho más ordenada.
— Agnes Dunlop y Brenda Walton —leyó en voz alta con suma tranquilidad y voz algo aguda. Volvió a mirarnos, esperando una afirmación que pronto llegó de nuestra parte, asintiendo con la cabeza —. Llegáis tarde.
Creo que ya me estaba comenzando a acostumbrar a llegar tarde y a las muecas de desagrado de algunos profesores cuando me miraban a mí y a los que me acompañaban, en este caso Agnes, la cual se apresuró a hablar.
— Sí, lo sentimos profesor, es que nos hemos perdido un poco por el centro —nos excusó—. Pero le aseguro que no volverá a ocurrir.
La verdad, es que yo no le habría asegurado aquello, al menos por mi parte, pero esperaba que tampoco volviera a ocurrir aquello, porque llegar tarde era algo que se me hacía bastante incómodo, pero para poder evitarlo primero debía saber la ubicación de mis clases y así llegar a tiempo y, también, no hablar demasiado con la gente en cambios de clase, como me pasó cuando mi hermano nos regañó a Kai y a mí, y luego llegué tarde al aula de matemáticas con Adonis.
— Me da exactamente igual —habló el profesor—. No me interesa si os habéis perdido o si os habéis tenido que enfrentar con seres sobrenaturales para poder llegar a clase —dijo con clara antipatía—. Eso no es más que una excusa barata. Estáis castigadas, esta tarde os quiero ver en esta aula —nos regañó con dureza y sin ninguna emoción más que desagrado.
Agnes y yo compartimos una mirada de estupefacción y, seguidamente, nos apresuramos a caminar hasta nuestra mesa de laboratorio, acompañadas con algunos jóvenes más. Perdí la razón cuando los alumnos no eran tan simpáticos como yo había pensado, nos ignoraban completamente hasta que descubrieron que Agnes era igual de antipática que ellos y la aceptaron. Eran algo raros, la verdad, pero lo dejé pasar.
Cuando el profesor Eliphas nos mandó un trabajo por parejas formadas por nosotros mismos y Agnes decidió ponerse con una princesa bruja, dejándome a mí de lado, fue cuando me di cuenta de que no el caía bien a Agnes, y que en realidad, por mucho que me había autoconvencido que su humor sobre mí lo hacía con simple diversión agradable, como lo hacían mi padre y Jir conmigo según yo, solamente se reía de mí, no era mi amiga y creía que tampoco tenía intenciones de serlo.
No me molestaba que Agnes hubiera elegido a otra persona para hacer el trabajo de química, sino el hecho de que me ignoró completamente, incluso cuando tuve que hacer sola el trabajo porque en clase eramos impares. Incluso cuando un par de veces había intentado preguntarle alguna de mis dudas de principiante en química y ella se giraba para el lado contrario donde me encontraba yo y comenzaba a hablar con su compañera de trabajo, ignorándome.
Por mucho que intentaba comprender sus actitudes, estos hacían que me explotara la cabeza y no entendiera nada. Estaba totalmente confundida. ¿Por qué le caería mal?, ¿que le había hecho yo?
Cuando la clase finalizó y el timbre ruidoso y molesto al igual que agudo e insoportable sonó, recogí mis pertenencias con rapidez. Quería salir de esa aula de inmediato, no me apetecía ver más los rostros de mis compañeros que me habían ignorado por dos horas. Así que, me fui del aula sin dirigirle la palabra a nadie y mucho menos a Agnes, que sabiendo que nadie me hablaba y que era tan nueva en el Instituto y en esa clase como ella, no me había ayudado ni a socializar lo más mínimo.
Llegué al pasillo algo perdida y mientras cientos de alumnos me pasaban de largo, yendo hacia un lado o hacia otro, yo miraba atentamente mi horario, con intencion de comprenderlo hasta que supe que me encontraba en la segunda planta del Instituto y que para asistir a mi siguiente clase, debía subir hasta el tercer piso, es decir, un piso más y, entonces seguramente me volvería demente dando vueltas por el pasillo hasta llegar al aula de "hechizos".
Mi día había comenzado terrible por el maldito sueño, pero parecía que no mejoraría demasiado, al menos, de momento.
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LA ROSA NEGRA
FantasyBrenda, una princesa guerrera, empieza su primer año de Instituto en el centro de Magia y Guerreros. Allí conocerá a sus primeros amigos, como a su primer amor, pero junto a eso también se desencadenará una continuidad de trágicos acontecimientos co...