Me encontraba tirada en mi cama de sábanas verdes oscuras, tan deprimida como solía estar a menudo, pensando en demasiadas cosas a la vez como para poder estar decente.
Pensaba en Adonis, en la confesión de Kai, en la carta que, hacía ya dos semanas, había enviado a mi hermana menor, pero que de momento no había recibido ninguna respuesta, y también pensaba en mis exámenes. Mis terribles y asquerosos exámenes.
Tenía que ponerme a estudiar, ya que, esa semana tenía exámenes verdaderamente importantes de matemáticas, química e historia, pero yo seguía ahí tirada en mi cama de madera, mirando el techo de color blanco, sin querer hacer absolutamente nada.
Bueno, escapar de mis pensamientos, pero era imposible, así que, sin quererlo demasiado, me aferraba a ellos, ya que era lo único que poseía para recordar.
De un momento a otro, las muchachas entraron a la habitación dando saltitos y gritando, mientras Agnes solo se reía de la actitud infantil de nuestras amigas. Me senté en la cama arqueando una ceja, paciente y, luego, vi como los muchachos estaban intentando entrar a mi habitación detrás de mis jóvenes amigas. Y, al igual que Agnes, ellos también reían de la actitud de Edith y Angela.
Miré a cada rostro que pude ver en el interior de mi habitación y de algunas que asomaban la cabeza por la puerta, ya que, todavía no habían logrado entrar a la habitación por el trafico que estaban causando las muchachas.
Reí cuando vi como Edith se acercaba a mí en un intento fallido de bailar
— ¿Qué es lo que pasa? —pregunté, esta vez mirándolos a todos.
Era la primera vez que mi hermano, como el resto de muchachos, entraban a mi habitación, y se me hacía muy extraño el estar en la habitación con tantos jóvenes. Siquiera mi hermano entraba a mi habitación de la mansión si no fuera con el propósito de molestarme hasta mandarlo al diablo.
Pero no repliqué nada, es más, no me importaba que invadieran la habitación, sino que me parecía nuevo y extraño.
Edith, que tenía las manos en su espalda, las dejó en libertad, haciendo que quedaran expuestas a mí, hasta que vi que sujetaba con su mano derecha una carta.
— ¡Sorpresa! —gritó ella y yo clavé la mirada en la carta con emoción. Extendí la mano y la agarré mientras me erguía mejor en la cama.
Sin embargo, los muchachos se entretuvieron unos segundos en examinar la habitación con curiosidad, mirando hacia todos lados, como si no hubieran visto jamás cuatro paredes pintadas.
Blaise, Alaric y Agnes caminaron hasta el fondo de la habitación, apoyándose en el bestial armario cerrado y mirándome totalmente impacientes para que yo leyera mi carta.
Kai, por otro lado, se quedó de pie, junto a mí, para poder escuchar a la perfección las letras escritas de mi hermana que leería a continuación. Jir, se apoyó en mi escritorio con los brazos cruzados, mirándome con esa desesperación en la que apostaba que se estaba resistiendo a no quitarme la carta de la mano y leerla de una vez él. Y, Edith y Angela, me rodearon en la cama, sentándose a mis lados.
— Léela —me ordenó Alaric—. Hemos tenido que ir hasta Alley Street a por tu carta —dijo él, y yo sonreí ante su desesperación—, estamos impacientes por saber que pone —aseguró mientras se arrastraba por la puerta del armario y se sentaba en el suelo, apoyando sus manos en las rodillas.
— Sí, por todos los dioses, abre el sobre —continuó Blaise y se me escapó una risa, a lo que él continuó justificando su impaciencia—, ¿sabes la bronca que hemos tenido que soportar de Kai durante todo el camino para no leerla nosotros? —reímos.
ESTÁS LEYENDO
LA ROSA NEGRA
FantasyBrenda, una princesa guerrera, empieza su primer año de Instituto en el centro de Magia y Guerreros. Allí conocerá a sus primeros amigos, como a su primer amor, pero junto a eso también se desencadenará una continuidad de trágicos acontecimientos co...