Bobbie POV.
Ángel y mi madre entraron a la habitación con un sumo cuidado. Podía oírles susurrar para no despertarme. Sonreí con dificultad. El cansancio reinaba por cada músculo de mi cuerpo y a penas podía respirar con facilidad. Estaba enganchada a tubos y tubos por todos los lados. El más molesto era el de nariz, que me proporcionaba oxigeno constantemente, pero aun así era molesto.
-Ey, princesa, ¿cómo te encuentras?-pregunta mi hermano. Rápidamente acude hasta mi, y retirando unos pelos de mi rostro y besando este.
-Cansada. Muy cansada...-susurro, casi sin voz. Eran las primeras palabras que intercambiaba con alguien desde hacia horas. El doctor se limitaba a preguntarme que si seguía con él, a lo que yo respondía con una asentamiento de cabeza.
-Es normal. El médico nos ha dicho que te han metido droga como para matar a un rinoceronte.
-¡Ángel!-protesta mi madre, dándole un golpe cariñoso. Yo intento volver a sonreír. Mi madre se sienta en la silla de al lado de mi camilla y me besa la mano. Sus ojos están llorosos, rojos e hinchados. Ángel también los tiene un poco igual. Y yo me siento mal al mirarles, sabiendo que su sufrimiento esta causado por mi persona. No digo que sea mi culpa, porque a cada uno le toca lo que le toca.
-Estan todos ahí fuera-me dice mi madre, con una falsa alegría.-Llevan allí muchísimas horas. Unas cinco o seis.
-¿Y...?-la pregunto, para que me entienda.
-Si, también está-responde mi hermano más rápido.
Suspiro frustrada. Justo lo que quería que no pasara, pasó. Harry va a tener que vivir lo que yo no quería que viviese: mi muerte.
Cada vez que le miraba a los ojos, y veía en ellos ese brillo tan característico de él, mi mundo se venía abajo por imaginar esos ojos sin ese brillo.Y lo intenté, lo intenté con toda mi fuerza apartarlo de mi lado. Apartarlo de todo esto. Pero fue realmente imposible.
El lo llamaría casualidad, yo en cambio, mala suerte.
-Quiero agua-me quejo al notar mis labios secos.
-Voy yo-Dice mi hermano posando una mano sobre el hombro de mi madre, ya preparada para levantarse.
Cuando marcha de la habitación mi madre se tumba en la camilla conmigo y me abraza fuerte. Besa mi cabello y absorbe por la nariz, intentando secar sus ganas de llorar.
-Mamá, no llores. Ya soy mayor. Se lo que me toca y se como afrontarlo.
-Lo sé, cariño. Se que sabes como hacerlo, pero yo no...-suspira.-Siempre supe que serías una chica de provecho, feliz, y rodeada de gente que la quiere. Ellos te quieren, pequeña, todos los que están ahi fuera.
Yo asiento con la cabeza, cerrando los ojos en su pecho.
-Y toda la vida se acordarán de tí. Pero llegará el momento en que sus vidas sigan su curso y tan sólo seras uno de sus mejores recuerdos de la vida. Pero yo, cariño, soy tu madre y...-la oí sollozar, con un elevamiento y descendimiento de pecho-siempre, escuchame, siempre: todos los días, todas las horas, todos los minutos...Estarás ahí presente.
Apoyé mi barbilla sobre su pecho y la miré, con lágrimas sobre mis mejillas. Me acarició el pelo y lloró.
-Estoy muy orgullosa de la persona en la que te has convertido-sus ojos aguados, llenos de infinito dolor-. Has sido mis mejores 22 años de vida.
-Te quiero, mamá. Nunca pude optar a alguien mejor que tu a mi lado todos los días.
Me besó la frente y lloró desconsolada durante varios minutos. Hasta que ambas cerramos los ojos y dormimos hasta el día siguiente.
**
Vale es una mierda y es triste y es corto. Pero no puedo, no saco tiempo ni inspiración ¿sabéis?
Necesito que me perdonéis, le he hecho corto porque quería y necesitaba subir y no haceros esperar tanto sos. Gracias a las que seguís allí sin protestar y apoyandome en vuestros comentarios. Son unos días extraños vale...¡un besito! Os quieroo
ESTÁS LEYENDO
Las jugadas de la casualidad.
Novela Juvenil«¿Crees en la casualidad?» Entonces lo miré y lo agarré por el cuello decidida. «A la mierda la casualidad»