Irene sale del despacho con el pelo algo despeinado, Alex y yo supusimos que fue por la bronca que han tenido ahí dentro. Al principio se apreciaban chillidos, los últimos 5 minutos fueron en silencio.
Se acercó a nosotras y sonrió. Si, sonrió como una tonta enamorada a la que acaban de...¿Besar? No, eso es imposible.
—Vamos, dilo ya. ¿Qué ha pasado?—Pregunta Alex. Ella nos empuja fuera del colegio, llevándonos al patio principal.
—¡Nos hemos liado!—Grita y empieza a dar vueltas y saltitos como una niña que acaba de conseguir una muñeca para navidad.
—¿Quuuué?—Alex y yo hablamos a la vez, no podíamos creernos lo que nos acababa de decir. De hecho, no nos lo creíamos. Era imposible.
—Empezamos a discutir y ¡Bum!, se lo dije y de repente me besó.—Se echó a reír en nuestras caras de alucine. Como si hubiésemos visto un fantasma, igual.
—¡Es un profesor!—Gritó yo.
—¡Cuando lo dejeis te suspenderá!—grita ahora Alex.
-Me va a suspender de todas las maneras.-Dice desinteresada, las tres nos quedamos en absoluto silencio. Ire hizo un pucherito.-Venga tias, alegraros un poco por mi. De verdad, estoy enamorada de Alberto.
-Te puede hacer tanto daño...-Le advierto yo.
-¡Ya estas, Boo! ¡Por qué te hicieran daño en 4 de la ESO un chico no todos deben ser todos iguales!-Mi moral en un segundo se vino abajo, Irene no ha estado muy acertada en ese comentario. Alex también lo notó y la miró con una fuerza brutal.
-Todos, oyeme.-La exijo.-Todos son iguales.
Mal humorada las dejo ahí y me voy corriendo hacia mi coche. Entró y me abrocho el cinturón, arranco y salgo de allí. La radio estaba encendida, pero ni siquiera se que estaba escuchando. A penas me sonaba la canción. Decía algo de amor. ¿Pero que mierda es eso? Solo sirve para sufrir y pasarlo mal.
Irene, con lo de cuarto, se refería a un tío. Un gran cabrón que me puso los cuernos con una guarra llamada Jenny. La típica rubia, tonta de las que solo saben joder la vida de la gente, esa. Yo le quería, le quería como no he querido a nadie. Pero el muy gilipollas se fue con la otra.
Una lágrima cayó por mi mejilla y absorví por la nariz, ahora me sentía realmente mal. Mi teléfono sonó y apagué la canción esa estúpida.
-¿Si?-Pregunté.
-Hola, mi vida, ¿qué tal estas?
-Bien.-Contesté seca. Mi forma de hablar me delató al segundo.
-¿Estas llorando? ¿Bobbie, que ha pasado?-Grita, su voz me irrita en estos instantes.
-Mamá, no ha pasado nada. Solo que estoy un poco de bajón.
-Vaya, yo que te iba a decir algo importante...-Dice rabiosa. Yo suspiro.
-Va, dímelo, mamá. Pero rápido que estoy conduciendo.
-Verás, creo que es hora de que tu, Alex e Irene os busquéis un pisito. Estudiéis allí juntas y hagáis lo que queráis. Ya sois mayorcitas y he estado mirando por allí uno que os pille cerca de la universidad.
Apunté la dirección, el precio era razonable para dividirlo entre las tres. Lo alquilaríamos y haremos las fiestas que queramos. Mañana iremos a verlo, ya que hoy tenemos el partido de Liam y por la noche, la fiesta de celebración, porque estoy segura de que ganarán.
-Gracias, te quiero mami.-La mando un beso resonante en el coche.
-Adiós.
Corté la llamada. Según dejé el móvil en el asiento del copiloto volvió a sonar.
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Las jugadas de la casualidad.
Roman pour Adolescents«¿Crees en la casualidad?» Entonces lo miré y lo agarré por el cuello decidida. «A la mierda la casualidad»