bóveda

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Era bastante mas grande que la bóveda de la familia de James, por lo menos unas veinte veces si no es que mas. El oro era tanto que había pilas que llegaban al techo, también había estanterías repletas de libros, claro, libros caros y antiguos y en condiciones perfectas. Pinturas, alfombras, muebles elegantes...

Remus jamás había visto en su vida una fortuna tan basta en toda su existencia, eso le hizo llorar de coraje, teniendo todo esto aguardando por él, y había vivido a penas con lo indispensable, alguna vez incluso le habían hecho sentirse culpable por querer algo un poco mas grande en Navidad.

Nunca había sentido que su vida era miserable. Ser pobre nunca había sido algo por lo que ser infeliz, estaba contento simplemente con tener el amor de sus padres, pero ahora no se sentía nada contento. No era por el dinero, que si bien era un alivió sentir por primera vez en su vida que no tenía que preocuparse mas por lo económico y que le mientieran sobre ello era frustrante... No era para nada sobre ello.

Estaba enojado por cosas mucho mas importantes, y lo principal de todo ello claro, es que nunca podría conocer al que fue su verdadero padre. Un padre que lo amó y que pensó en él hasta el final, un padre que estaba pendiente aunque no pudieran verse.

Ver todas estas cosas le hacían sentir nostalgia por momentos en su vida que jamás vivió. Le habían negado esos momentos, pero aquí estaba, ante el último vestigio de que tuvo un padre llamado Alphard Black que lo amó y se preocupó por no dejarlo sin nada al final. Tal vez solo eran cosas, pero eran las cosas que su padre quería tuviera, por eso valían mucho mas incluso que el valor monetario que ya tenían.

En medio de sus lágrimas y su frustración pudo reírse, antes de volver a las lágrimas.

Se tomó un momento para procesarlo, y entonces después de mirar a su alredor un par de veces terminó por tomar un bolso de piel de dragón de uno de los estantes y empezó a llenarlo con oro y libros, para su desconcierto inicial el bolso jamas parecía llenarse y nunca dejaba de ser liviano, hasta que cayó en cuenta de que estaba hechizado. Metió abrigos, túnicas, libros... No es que planeara llevarse todo, no, para esto eran los bancos, pero si se llevaría lo suficiente para empezar de inmediato.

¿Empezar qué?

La vida que le habían quitado, eso iba a empezar. Ya había perdido muchos años viviendo una mentira, no iba a estancarse siguiendo ese camino, esa no era su vida, esta si lo era, una donde nunca habría crecido con tantos complejos de inferioridad o en la que tal vez habría crecido siendo mimado y tan idiota como Sirius, pero donde habría conocido a su papá y donde no le hubieran mentido.

Abrió un armario encontrando ropa de diario tanto muggle como de la moda mágica, por supuesto ropa que jamás podría haber imaginado vestir, eran el tipo de cosas Lucius vestía a diario, ese pensamiento le dio un pequeño vuelco en el corazón, ahora se sentía incluso mas cerca de su rubio.

Se quitó el uniforme y se cambió allí mismo. Nada muy extravagante dentro del estándar de la gente rica, pero la chaqueta también de piel de dragón le daba todo el toque, metió toda la ropa a su bolso y una vez cuando sintió que era suficiente se preparó para salir.

Entonces metió las manos a los bolsillos de la chaqueta y lo encontró.

Era un reloj de bolsillo, muy simple, era plata y no tenía ningún grabado. A penas lo abrió vio la magia, el reloj en lugar de manecillas tenía como un espacio totalmente negro y se veía la constelación de Hydra, en ella las estrella mas brillantes de la imagen y la única que se veía con nombre eran Alphard.

Y en la tapa estaba escrito; Propiedad de Alphard Black.

Le ganó el sentimiento, y las lágrimas volvieron a rodar y mas fuerte que la primera vez. Se sentó en el suelo encima de un puñado de monedas y se le ocurrió que esto era lo mas cerca que había estado de conocer a su padre.

Una broma pesadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora