Intercambio

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Rabastan de verdad que lo intentó y con temor tuvo la idea de explorar el lugar donde se encontraba intentando para tomar pistas por si Amycus no lograba dar la dirección o información suficiente. Pero la ansiedad se apoderó de él, se quedó paralizado por un momento sin poder respirar mirando para todas partes como si las paredes le fueran a atacar, cuando reaccionó intentó acercarse a una ventana para ver que había afuera pero se tropezó con un mueble y cayó haciendo un estruendo pues se tomo de un estante y tiró todo el suelo.

Escuchó pisadas rápidas y casi le da un ataque, la puerta se abrió y frente a el había un hombre enorme, al principio esta nueva persona parecía que iba a atacarle pero algo le detuvo y le miró con tanto interés que Rabastan tragó con dificultad su saliva, casi se ahoga.

Fenrir estaba hipnotizado con el aroma de este delgado y tembloroso humano. Había escuchado de esto antes claro, durante su tiempo en la manada, los lobos solo tenían una pareja de por vida y había dos formas de encontrarla, una igual que todos los demás, y la otra es que los lobos mas poderosos podían saberlo al instante, que sería como si tuviera un ancla a la tierra después de estar flotando sin oxígeno en el espacio, que explicación tan pobre para lo que sentía en este momento.

—¿Cuál es tu nombre?

Preguntó desesperado, tal vez se vio algo agresivo pero no podía evitarlo, en este momento era instinto puro, las ideas de su cabeza se derretían como si la temperatura de su cuerpo hubiera aumentado a mas de mil grados. Así que no había tiempo de reflexionar sobre su comportamiento, todo lo que quería era acercarse y apoderarse del espacio personal del joven mago, ya era un milagro que se estuviera conteniendo de tocarlo, lo que no haría bajo ninguna circunstancia, primero se arranca las garras antes de hacerle algún daño.

Ni siquiera podía pensar en el paradero de Amycus, sus sentidos y todo su ser solo se enfocaron en Rabastan.

—Ra-Raba-bastan.

Contestó el mas joven mientras respiraba con dificultad tratando de controlarse y no tener el maldito ataque de pánico que estaba seguro aparcería en nada, ya se sentía incomodo y un extraño en su propia piel, las lágrimas se acumulaban en sus ojos, y una sensación de vértigo se apoderó de él.

El lobo podía sentir la ansiedad del otro. Se sentó en el piso cerró los ojos usó toda la concentración de la que era capaz para dejar salir su aroma y su magia, que alcanzaron a Rabastan, el mago se relajo casi inmediatamente, como si el aire finalmente hubiera llegado a sus pulmones.

Y así se quedaron, ambos sentado en el piso a una distancia prudente, mientras Fenrir le transmitía tranquilidad a su destinado. Rabastan dejó de temblar incluso y estaba tan a gusto que casi se queda dormido, pero hizo el esfuerzo de no hacerlo, miró al lobo ¿Por qué le ayudaba? Tristemente no alcanzó a formular ninguna pregunta porque regresó a casa de Dumbledore junto a Sara y los demás.

Por alguna razón le dolió el corazón no haber podido despedirse o agradecerle. Ojalá hubiera tenido más tiempo, pero habían sido unos solidos treinta minutos, y era demasiado pues Sara había dicho que el máximo al que había llegado en ese experimento eran cinco minutos.

Volvamos un poco en el tiempo porque a la vez que Rabastan había sido llevado a esa casa, Amycus había sido transportado a casa de su director, allí estaban Sara, Bellatrix, Rodolphus, pero por sobre todo Alecto y Jin quienes no dudaron en abrazarlo con fuerza.

Alecto se separo para que Jin se apoderara del abrazo por completo y así Amycus pudiera estar cómodamente recargando su cabeza sobre el pecho de su novio, sobre el padre de sus bebés, y tal vez si salía del lío en el que se metió, su futuro esposo.

—Amycus —Habló su hermana con determinación—, no tenemos mucho tiempo, Sara hizo un hechizo experimental con runas para traerte aquí pero serás de vuelto a donde estabas pronto. Necesitamos que nos digas donde estabas para poder ir a buscarte.

Una broma pesadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora