Capítulo XV

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     —Y, gracias a ese dardo, ¿perdiste una oportunidad?

     —No, afortunadamente.

     —Pues, por cómo has descrito lo que sentiste en ese momento, pareciera que estabas a punto de morir.

     —Por suerte, no fue así.

 

     Pasé inconsciente casi doce horas.

     Cuando recobré la consciencia, abrí los ojos y lo primero que vi fue que Bulbasaur me miraba con angustia. Le sonreí y acaricié un poco su cabeza.

     —Hola —le dije con voz ronca—. ¿Has estado cuidándome?

     Para mí fue extraño hablar con él de esa manera, pues nunca antes lo había hecho. En realidad, impuse cierta distancia entre mi Pokemon y yo por creer que él era un inútil. Así que al escucharme hablar con él, sus ojos brillaron y él me devolvió la sonrisa. Su áspera lengua pasó por mi mejilla sana y se acurrucó a un lado de mí, intentando hacerme compañía.

     Me incorporé, lentamente, sintiendo un potente mareo. Sólo entonces me di cuenta de que había una bandita cubriendo mi mejilla herida. Estaba en otro escondite, una tienda de campaña fuera de cual brillaba la luz de una fogata. Acaricié de nuevo a Bulbasaur y salí al exterior, donde me encontré con que Devon y sus Pokemon estaban preparando juntos un estofado. Un Mankey y un Poliwag cortaban los vegetales, o al menos eso era lo que intentaban. Reí y eso llamó la atención de Devon, quien se levantó y avanzó hacia mí como si fuera un reencuentro luego de mil años de no habernos visto.

     —Has despertado —me dijo—. Me alegro, creí que seguirías enferma.

     — ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

     —Poco más de doce horas. He tenido que trasladarnos a otro sitio, los otros que estaban alrededor de nosotros escucharon todo el barullo de la pelea que tuvimos en la cascada. Al parecer, ellos piensan que tú y yo tenemos algunas Pokebolas de Oro y que fue por eso que esos sujetos nos atacaron. Eran estudiantes de Número Dos, Número Cinco y Número Ocho.

     — ¿Dónde estamos ahora?

     —Hay una cabaña a un kilómetro de aquí, además estamos cerca de una de las torres de vigilancia. Creí que debíamos estar cerca de ahí en vista de que no despertabas.

     —Creí que el efecto de los dardos duraba sólo tres minutos.

     —Al parecer, el efecto se prolonga cuando la punta del dardo no queda totalmente introducida en tu cuerpo. El dardo que te dispararon pasó rozando tu mejilla únicamente.

     — ¿Estuve clínicamente muerta?

     —No. He estado revisando tus signos vitales todo este tiempo, los latidos de tu corazón no se detuvieron en ningún momento.

     Me sentí aliviada y contenta. Él compartía conmigo esas emociones.

     —Espero que estés hambrienta —me dijo—. Estamos preparando un estofado.

     —Muero de hambre —le respondí.

     Bulbasaur y yo disfrutamos del estofado, teníamos que admitir que Devon era un gran cocinero. Al terminar de comer, decidí decirle a Devon que durmiera mientras yo hacía la guardia. Él, por supuesto, accedió encantado. Sus Pokemon entraron con él a la tienda de campaña, dejándonos a Bulbasaur y a mí en la silenciosa soledad de la noche… Bueno, en realidad no era tan silencioso. Cada poco escuchábamos el sonido producido por las cámaras de seguridad ocultas que de vez en vez hacían acercamientos. Para evitar que el aburrimiento se apoderara de mí, me dediqué a imaginar en qué sitios podrían estar ocultas las cámaras. Llegué a pensar incluso que todas ellas estaban apuntando hacia mí. Eso me hizo pensar que en ese preciso momento, Número Tres podía estar observándome. Pensé nuevamente en lo que ella me dijo al oído antes de empezar la prueba, aunque seguía sin encontrar el sentido a sus palabras. Entonces comencé a pensar también en que ella no tenía razones para estar observándome. Imaginar que los Roosevelt se encontraban bajo su meticulosa observación era algo más factible. Ellos eran hábiles, yo era una inútil cuando tenía que hacer las cosas por mi propia cuenta.

     Pensé en casa, en mi familia. Traté de adivinar lo que mi madre y Sheryl estaban haciendo en ese preciso momento. Quizá estaban cenando, quizá ya estaban durmiendo, quizá mi madre estaba hablando sobre mis ficticias aventuras en las que yo ya había derrotado a la mayor parte de mis compañeros.

     El sonido de una rama crujiendo detrás de mí me hizo estar alerta. Tomé con fuerza el mango de mi arma y Bulbasaur adoptó una posición de ataque. Lo que salió de entre los arbustos fue una bestia, un Pokemon, de pelaje blanco que iba corriendo a toda velocidad. Llamó mi atención que poseía nueve colas, era grande y majestuoso. Pasó así, velozmente, intentando no llamar la atención. Pero pronto me di cuenta del por qué estaba intentando escapar. Un par de gotas de lluvia cayeron sobre mi rostro. No le habría dado la mayor importancia, de no haber sido por la manera en la que la lluvia arreció. Una a una, las gotas caían sobre el sitio donde estábamos ocultándonos. El torrente de agua era tal que incluso el sitio comenzó a inundarse. Al menos, esa fue la impresión que me dio pues el agua no podía terminar de hundirse en la tierra y subía hasta cubrir mis tobillos. Un relámpago y un trueno se hicieron presentes en el cielo, las corrientes de aire me golpeaban con fuerza.

     En ese momento fue la primera vez que presenciamos a qué se refería Número Tres al hablar del clima extremo.

     —Pero sólo era lluvia. ¿Qué daño podría hacerles?

     —Con la fuerza con la que caía, incluso los troncos de los árboles podían caer.

     — ¿Cómo se supone que sobrevivieran a eso?

     —Para eso necesitábamos utilizar a los Pokemon. Aunque todo estaba controlado por el Alto Mando, era nuestro deber encontrar la manera de sobrevivir.

     — ¿Y cómo lo hiciste tú?

     —Bueno, Devon y yo éramos un gran equipo.

Pokemon 0: En La Piel de SkylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora