Capítulo V

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     —Cuando llegó el día de entrar a las ligas mayores, los nervios no me dejaban siquiera respirar.

     — ¿Qué pasó después con tu familia?

     —Dije que no quería hablar de eso.

     —Entonces, ¿qué fue de tu entrenamiento?

     —Crecí. Eso no ayudó, pero fue algo imposible de evitar. ¿Puedo continuar?

     —Sí.

 

     Cuando llegó el día de entrar a las ligas mayores, los nervios no me dejaban siquiera respirar. Me costó hacer que mis manos dejaran de temblar, pero tuve que hacerlo para poder vestirme como era debido. Alisé las pocas arrugas que encontré en el uniforme del colegio, até la corbata alrededor de mi cuello, dejé relucientes los zapatos e hice un terrible esfuerzo para que mi cabello pudiera aplacarse.

     A mis doce años de edad, era un desastre de persona.

     Mi cabello siempre iba trenzado o peinado en dos coletas que me hacían ver como una niña santurrona. Usaba gafas, frenillos… ¿Puedes hacerte una idea de lo mal que lo pasé durante mis primeros días en el Instituto? Me detestaba a mí misma y deseaba ser como mi prima Chloe, que también usaba gafas y frenillos. Lo que nos diferenció durante la pubertad fue que ella supo desarrollarse mucho mejor que yo.

     Lo sé, debería hablar sobre el tema de los Pokemon, pero las condiciones en las que asistía al Instituto siempre me parecieron más importantes.

     O, al menos, era lo único que me importaba a los doce años.

     Dejé a Bulbasaur en el interior de su Pokebola y bajé a desayunar. En la mesa de la cocina ya se encontraban Sheryl y mi madre. Mi hermana menor lucía adorable con el uniforme del Instituto.

     Nuestro uniforme constaba de una camisa blanca de botones que estaba un poco ajustada, tanto que a las chicas de los grados superiores las ayudaba a lucir sus curvas. Usábamos también una falda de color negro que tenía algunos pocos detalles hechos con hilo de color dorado. Debíamos llevar una corbata a juego y una chaqueta que era igualmente ajustada y que lucía el escudo del Instituto a la altura del corazón. Zapatos negros y perfectamente lustrados, eran reglas del Instituto que las chicas de los grados superiores, comenzando desde aquellas que tuvieran doce años como yo, usaran zapatos con tacones pequeños. Para Sheryl, claro, eran zapatos de piso.

     Ahora, imagina ese uniforme sobre el cuerpo de una niña de nueve años, peinada con dos coletas que caían sobre sus hombros y esbozando una mueca de indiferencia.

     Sheryl tomaba su desayuno en silencio. Constaba de un emparedado de jamón y queso, jugo de naranja y un poco de leche. Junto a ella, su Squirtle devoraba también un emparedado y lucía una corbata similar a la que llevábamos nosotras.

     —Buenos días —dije para llamar la atención.

     Los ojos de mi madre brillaron al verme, pero su semblante se endureció de inmediato.

     — ¡Skyler, por todos los cielos! —Exclamó enfadada—. ¡Mírate! ¡¿Es así como vas a presentarte ante tus nuevos compañeros de clase?! ¡Vaya forma de comenzar el primer día de clases!

     Mi madre solía decir que para ser una Entrenadora Pokemon salida de la familia Crown, se necesitaban dos cosas indispensables: una mitad era ser una persona hábil, fuerte, una guerrera. Y la otra mitad, era tener una buena presencia para que las personas nos recordaran.

Pokemon 0: En La Piel de SkylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora