Capítulo IX

1.6K 117 37
                                    

     —Es un poco extraño saber que tú alguna vez no fuiste la gran Entrenadora que eras cuando te conocí.

     —Bueno, eso se debe a que todos tenemos nuestros altos y bajos.

     — ¿Cómo lograste superarte a ti misma?

     —Bueno… En realidad, tuve ayuda… Y esa persona fue alguien muy especial para mí…

    

     Todos los días me despertaba dos horas antes que mi madre y salía al jardín para tener una rápida sesión de entrenamiento antes del desayuno. Bulbasaur y yo teníamos la agilidad de un par de rocas, a decir verdad. Sin embargo, día con día comenzamos a ganar más y más resistencia. Pronto, los ejercicios que Número Tres nos obligaba a hacer pasaron a ser algo similar a juegos de niños, todo eso fue gracias a que Bulbasaur y yo nos hicimos un poco más fuertes.

     Aquella mañana, luego de una larga sesión de calentamientos que nos dejaron a Bulbasaur y a mí con la lengua de fuera, Número Tres nos mostró un grupo de maniquíes de porcelana que colocó alrededor de nosotros. Todos ellos tenían dianas pintadas en distintas partes del cuerpo, era incluso un tanto perturbador pues esos vacíos ojos cristalinos estaban mirándonos. No estoy segura de la cantidad exacta de maniquíes, pero sé que eran poco más de doscientos.

     —Cuando me escuchen decir su nombre, tendrán dos minutos para destruir tantos maniquíes como les sea posible —dijo Número Tres—. Se evaluará la cantidad de maniquíes destruidos y la manera en la que sus Pokemon utilicen sus técnicas.

     Y comenzó a llamarnos, uno a uno.

     Cada vez que uno de nosotros tomaba su turno, los maniquíes comenzaban a moverse en círculos. Subían y bajaban, nos rodeaban, algunos se acercaban tanto a nosotros que era como si estuvieran atacándonos.

     Cuando Número Tres dijo que diría nuestros nombres, se refería a los números que antes nos había asignado. Así que todo mi cuerpo tembló cuando la escuché exclamar:

     — ¡Seis!

     Quedaban poco menos de ciento noventa maniquíes en una pieza, mismos que comenzaron a moverse en cuanto Número Tres indicó que comenzaba a correr el tiempo. Mi mente comenzó a maquinar teorías sobre cómo era que los maniquíes podían moverse, pero tuve que dejar de pensar cuando uno de ellos me golpeó adrede en la mandíbula. Caí al suelo escupiendo un poco de sangre y vi a Bulbasaur disparar una lluvia de semillas en contra del maniquí. Por supuesto, éste fue mucho más veloz que mi Pokemon. Estábamos rodeados y Bulbasaur no sabía qué hacer. Para mi sorpresa, él pronto comenzó a retroceder aterrado. Y aunque no quería hacerlo pues ninguno de mis compañeros había recurrido a darle órdenes a sus Pokemon, exclamé:

     — ¡Bulbasaur, usa tu látigo cepa!

     Aunque Bulbasaur hizo exactamente lo que yo le ordené, ninguna de sus técnicas logró dar en el blanco. Todas y cada una de ellas fallaron, él estaba tan nervioso que no podía realizar ningún ataque correctamente.

     Mi mundo se vino abajo cuando Número Tres exclamó:

     — ¡Tiempo! ¡Vuelve con el grupo, inútil!

     Asentí y pasé a un lado de ella, Número Tres no se dignó siquiera a mirarme.

     Pronto fue el turno de Jacqueline Roosevelt, quien sólo chasqueó sus dedos para que su Pokemon, Meowth, destruyera la mitad de los maniquíes sin problema alguno. Y cuando fue el turno de su hermano, Koffing destruyó la otra mitad. Número Tres siempre sonreía cuando los veía en acción.

     Al terminarse los ochenta minutos de actividad física, Número Tres exclamó:

     — ¡Tomen diez minutos de descanso y nos veremos en el aula!

     — ¡Sí, Número Tres! —respondimos.

     Y ella se retiró.

     Mientras mis demás compañeros comenzaban a caminar hacia el aula, por temor a distraerse y llegar dos minutos tarde a la clase, yo decidí dejarme caer bajo la sombra de un frondoso árbol. Me refresqué un poco produciendo aire con mis manos y maldije por lo bajo el hecho de haber olvidado mi botella de agua en casa.

     Estaba tan sedienta que mis labios ardían.

     Me fijé entonces en una manzana que colgaba de una de las ramas del árbol. Sin pensarlo, le ordené a Bulbasaur que la hiciera bajar con un golpe de su látigo cepa.

     El ataque falló, por supuesto.

     En ese momento pensé que había elegido al Pokemon más inútil de todos.

     La voz de uno de mis compañeros me hizo sobresaltar.

     —Creo que lo presionas demasiado —dijo—. Necesitas darle tiempo.

     Recuerdo que lo fulminé con la mirada, aunque luego tuve que agachar el rostro pues me fue imposible mantener la mirada fija en sus bellos ojos azules.

     —Los Pokemon son similares a nosotros —continuó él—. Cada uno crece a su ritmo, sólo necesitan tiempo.

     — ¿Qué eres? —Le espeté de mala gana—. ¿Eres una especie de experto o algo así?

     —Sólo he recibido instrucción por parte de mis padres. ¿Tú no?

     —Pues claro que sí.

     —No debes estar a la defensiva, sólo intento ser amable contigo.

     Levantó las manos en son de paz, sólo entonces me di cuenta de que estaba siendo hostil con él.

     —Lo lamento —le dije y esbocé una sonrisa nerviosa—. Es sólo que estar en el colegio me pone los nervios de punta.

     —A todos nos pasa lo mismo. Pero quizá Número Tres sólo busca beneficiarnos, ¿no crees?

     —Es posible que tengas razón.

     —Eres Skyler Crown, ¿cierto?

     —Así es.

     —Mi nombre es Devon Paltrow.

     Y estrechamos nuestras manos.

     —Bueno, Skyler. Si necesitas ayuda para entrenar a ese Bulbasaur, no dudes en buscarme. Me encantaría darte una mano.

     —Quizá lo haga, Devon.

     Me dedicó un guiño y se retiró.

     —Eso suena a que tuviste un romance con él.

     — ¡Por todos los cielos! ¡Éramos sólo unos niños!

     —Apuesto a que Devon era lindo, ¿o no?

     —Bien, bien. Admito que cuando creció, se convirtió en un hombre muy atractivo.

     —Por la manera en la que se presentó contigo, apuesto también a que Devon terminó enamorándose de ti.

     —No sé por qué te he contado esa parte de la historia, ahora nunca me dejarás en paz…

     — ¡Sólo quiero saber qué hubo entre Devon Paltrow y tú!

     — ¡¡Sólo fuimos amigos!!

     —Pero, ¿vas a decirme que él no te gustaba? ¿Ni siquiera un poco?

     —Si prometes guardar silencio, quizá te cuente más cosas sobre él.

     — ¡¡Eso significa que sí hubo algo entre ustedes!! ¡¡Qué lindo!!

     —Maldita sea la hora en la que fui a encontrarme contigo aquí…

Pokemon 0: En La Piel de SkylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora