Capítulo LXII

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 —El entierro de Número Seis se dio al día siguiente, luego de que Número Uno nos dijera que las actividades del Instituto no se detendrían ante nada...

—En mi colegio nos dieron dos semanas libres cuando la anterior directora falleció.

—Supongo que eso fue porque ella no fue asesinada.

—Bueno, no... En realidad, ella murió por complicaciones en una operación para extraer un tumor cancerígeno, pero... Oh, no importa. ¡Continúa!

El funeral de Número Seis se dio al día siguiente, luego de que Número Uno nos dijera que las actividades del Instituto no se detendrían ante nada. Fue un poco triste asistir a la ceremonia, especialmente por el pequeño detalle de que las sillas para los asistentes al velorio quedaron totalmente vacías. Los miembros del Alto Mando no se presentaron. Y era más que evidente que los familiares de Número Seis no estarían allí, pues se habían reunido con ella en la otra vida. Sólo dos de sus estudiantes se presentaron, mismos que dejaron algunas flores sobre el féretro y lloraron desconsoladamente. Al ver esas reacciones, de inmediato imaginé que Número Seis había sido para ellos mucho más que una simple profesora.

Número Tres, Max, Jackie, Devon y yo asistimos al entierro. Mis amigos y yo parecíamos ser sólo un grupo de extras que alguien había contratado para pasar como dolientes. Número Tres, sin embargo, estaba totalmente destrozada. El señor Williams la llevó de la mano hasta el féretro, donde ella dejó una única flor. Una rosa de color blanco. Miró con un dejo de tristeza la caja mortuoria y musitó con voz ténue:

—Lo lamento.

Nadie hizo nada para evitar que el cuerpo de Número Seis fuera enviado bajo tierra. Y además del sonido de las palas que movían la tierra, el único sonido que se escuchaba era el de los sollozos de los dos estudiantes que parecían haber perdido a sus propias madres. De inmediato supe que yo pude haber tenido la misma reacción si Número Tres hubiese sido quien yacía dentro del féretro. Recuerdo que cuando fue nuestro turno de acercarnos a dar el último adiós, Devon comenzó a mirar en todas direcciones con nerviosismo. Parecía sentirse totalmente perturbado.

—No me gusta estar aquí —nos dijo en susurros—. Me da... Miedo. ¿Sienten lo mismo que yo?

—De repente pareciera ser que todos nosotros podríamos estar en su lugar —asintió Max—. ¿Pueden imaginar cómo será cuando alguno de nosotros...?

—No te atrevas a imaginarlo, siquiera —le espeté en voz baja—. Yo no podría soportar estar en el funeral de cualquiera de ustedes. Me sentiría devastada.

—Tampoco yo puedo pensar en cómo sería si alguna vez tengo que despedirme de Sky de esta manera —dijo Devon—. ¿Por qué todo tiene que terminar de esta manera?

—La vida es una perra —respondió Jackie—, pero la muerte lo es mucho más.

Asentimos para dar nuestra aprobación a lo que decía, aún a pesar de que quizá no estábamos en el mejor lugar para comenzar con un debate acerca de lo que opinábamos acerca de la muerte.

El féretro fue a dar a su sitio, a tres metros bajo tierra, y los estudiantes de Número Seis se acercaron un poco para derramar las últimas lágrimas a los pies de la lápida. Ese fue el momento en el que me enteré de que el nombre de Número Seis era Josephine Sheffer, y de que había fallecido a la pronta edad de treinta y tres años. Debajo de su nombre y de las fechas de su muerte y su nacimiento, no había ningún epitafio. Nada que dijera que había sido una buena madre, una gran amiga o una mujer valiente. Era como si hubiese desaparecido en la nada. Josephine Sheffer, Número Seis, murió sin pena ni gloria.

Pokemon 0: En La Piel de SkylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora