Capítulo VI

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     —Número Tres era una profesora muy estricta.

     — ¿Qué tanto?

     —Demasiado. Egresada de un colegio militar, imagínalo.

     —Brutal.

 

     Número Tres era una profesora muy estricta.

     Cuando fue el momento de dirigirnos a nuestras nuevas aulas, ella espero a que los otros siete profesores se hubieran retirado. Nos miró intentando humillarnos y exclamó con voz potente:

     — ¡Firmes, derechos y hombros atrás!

     Obedecimos. Muchos de nosotros no estábamos acostumbrados a adoptar tal postura, especialmente durante un periodo de tiempo prolongado. Número Tres esperó pacientemente hasta que todos nos viéramos más o menos presentables y entonces, sin retirar esa mirada que resultaba tan desagradable para nosotros, dijo:

     —Ahora iremos al salón de clases. Síganme y no pierdan el paso.

     Tuvimos que ir casi al trote, pues ella avanzaba con grandes zancadas que le ayudaban a llegar mucho antes que nosotros. Los otros estudiantes nos miraban con un dejo de lástima, como si estuvieran compadeciéndose de nosotros. Y aunque yo me sentía aterrada, la emoción era mucho mayor que mis temores.

     El aula a la que llegamos quedaba en el último piso de aquel edificio. Cabe aclarar que nuestro Instituto era cinco veces más grande que todo el campus de Harvard. Era un mundo pequeño dentro de un mundo más grande. Como sea, nos detuvimos en el pasillo y Número Tres comenzó a asignar nuestros asientos, dándonos a todos un número.

     —Uno —dijo y tomó por los hombros al primero de la fila para indicarle en qué sitio debía sentarse.

     Dos, Tres, Cuatro, Cinco

     No hubo preferencia a la hora de asignar los números, pues a todos nos nombró conforme el orden en el que íbamos formados.

     —Seis —dijo cuando fue mi turno y señaló mi asiento, que quedaba entre Tres y Cinco.

     Al principio, a todos nos dio la impresión de que asignaba los asientos al azar pues no respetaba el orden de la numeración. Tal fue el caso de Jacqueline Roosevelt, que recibió el nombre de Nueve. Su asiento estaba ubicado entre Ocho y Dos. Y su hermano, Maximillian, a quien le fue asignado el número Diez, debía sentarse entre Siete y Uno.

     Tiempo después nos dimos cuenta de lo que ella veía en nosotros, de lo que ella tomó en cuenta para asignar nuestros asientos.

     Cuando todos estuvimos en nuestros sitios, ella entró al aula y cerró la puerta. Encendió el aire acondicionado, a un nivel de frío demasiado brutal, y procedió a escribir algo en la pizarra.

     Una palabra: Tres.

     —A partir de hoy, todos ustedes me conocerán por Número Tres —dijo cuando volvió a mirarnos—. No tienen por qué saber mi nombre, pero yo sí sabré bien los nombres de ustedes. Este día comenzará su entrenamiento, en el cual serán juzgados en todos los niveles posibles. Y aquellos que no pasen mis pruebas, serán expulsados de éste programa. ¿Está claro? —Silencio—. ¡¿Está claro?!

     — ¡Sí, señora! —respondimos todos.

     — ¡Sí, Número Tres! —nos corrigió ella con severidad.

     — ¡Sí, Número Tres! —repetimos.

     Ella permaneció en silencio durante un segundo.

     —Ahora, vamos a proceder a hacer presentaciones —nos dijo—. Cuando escuchen el número que les he asignado, pasarán al frente y llamarán a su Pokemon Inicial. ¿Han entendido?

     — ¡Sí, Número Tres!

     —Comenzaré yo —anunció y llamó a su Pokemon.

     Lo que vimos salir de la Pokebola no era ningún Pokemon como los Iniciales que mi madre me había enseñado durante sus lecciones antes de elegir a Bulbasaur. El Pokemon de Número Tres era un imponente Arcanine que llevaba una pañoleta de color negro atada al cuello. Él soltó un gruñido al vernos, pero permaneció quieto en cuanto ella corrigió su comportamiento con un chasquido de los dedos.

     —Uno —llamó Número Tres y vimos pasar al primero de nuestros compañeros.

     Era un chico castaño que pasó al frente y nos mostró a su Froakie, que esbozó una tímida sonrisa al estar al frente.

     Dos era una chica rubia que tenía la estatura promedio de una niña de diez años, ella iba acompañada por un Charmander.

     Tres era un chico regordete de raza negra, él nos mostró a un Pikachu.

     Ninguno de mis compañeros había hecho evolucionar a su Pokemon Inicial. Pero un dato curioso que debo mencionar es que cuando mi hermana, Sheryl, entró en ese curso, ella se presentó ante su grupo ya en compañía de su Blastoise.

     —Seis —llamó Número Tres.

     Sentí que mis piernas temblaban cuando me levanté de mi asiento. Avancé hasta llegar al frente del grupo, con manos sudorosas y arrastrando los pies. Miré de soslayo a Número Tres, quien hizo un gesto de impaciencia para indicarme que debía dejar de perder el tiempo. Tomé un profundo respiro y llamé a mi Pokemon.

     — ¡Ve, Bulbasaur!

     Inmediatamente me sentí estúpida, al darme cuenta de que yo había sido la única que tuvo que recurrir a llamar en voz alta a su Pokemon para que él saliera de su Pokebola. Número Tres hizo un gesto de impaciencia y llamó a mi siguiente compañero.

     Los hermanos Roosevelt se presentaron luego con un Meowth y un Koffing que hizo apestar toda el aula.

     Insatisfecha, Número Tres anunció:

     —Pueden ir a tomar un descanso. En cinco minutos quiero verlos en la pista de atletismo, vestidos ya con sus ropas para ejercitarse. ¿Alguna objeción?

     — ¡No, Número Tres!

     —En ese caso, lárguense de aquí.

     — ¡Sí, Número Tres!

     Algo ocurrió en el momento en el que yo me retiraba. Algo que se quedó para siempre grabado en mi memoria…

     Número Tres me llamó en voz baja.

     —Seis.

     — ¿Sí, Número Tres?

     Ella ni siquiera me miró, pero sí dijo esas palabras que hirieron mi orgullo profundamente.

     —Espero que te hayas dado cuenta de que has sido la única que tuvo que llamar a su Pokemon en voz alta. Será mejor que corrijas todos tus errores, si no quieres llegar a ser el último número de la lista y, por ende, ser expulsada del programa. ¿Has entendido?

     —Sí, Número Tres.

     Y me retiré del aula, sintiéndome profundamente estúpida.

     —Pero, ¿qué pasó luego con esa profesora?

     —Paciencia. La historia de lo que viví con Número Tres recién está empezando. Sólo puedo decirte que gracias a ella, soy lo que soy ahora.

Pokemon 0: En La Piel de SkylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora