Capítulo II

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     —Cuando mi madre quiso volver a dirigirme la palabra, fue el momento de comenzar a entrenarme a mí misma para luego poder entrenar a un Pokemon.

     — ¡Bulbasaur es tan lindo! No entiendo cómo es que tu madre no lo aprobaba.

     —Prometiste guardar silencio.

     — ¡Lo lamento! ¡Continúa!

 

     Cuando mi madre quiso volver a dirigirme la palabra fue el momento de comenzar a entrenarme a mí misma para luego poder entrenar a un Pokemon. Despertamos desde temprano y desayunamos sólo un poco de ensalada de frutas antes de salir al jardín. Mis padres se habían vestido con ropas de entrenamiento, tal y como habían hecho conmigo. Dispusieron una serie de obstáculos sobre el césped. Al verlos, recuerdo haber pensado que se trataba de los mismos juegos para niños que había en el parque.

     — ¿Por qué no puedo entrenar en el Gimnasio? —les pregunté.

     —No pondrás un pie en el Gimnasio hasta que no hayas aprendido las cosas más básicas —me respondió mi madre con frialdad.

     Mi padre tan sólo sonrió.

     —Una Entrenadora Pokemon es ágil, veloz —comenzó a decir mi madre, por el rabillo del ojo alcancé a ver que Sheryl había salido al jardín para observarnos—. ¿Cómo esperas que tus Pokemon puedan vencer en cualquier batalla, si no poseen las mismas habilidades que tú? Lo que harás hoy, será cruzar todos estos obstáculos junto con tu Pokemon.

     —Eso es sencillo —respondí.

     Ella sacó un cronómetro de su bolsillo.

     —Tendrás un minuto para cruzar todo el jardín. Llama a tu Pokemon ahora.

     Lo hice.

     — ¡Ve, Bulbasaur!

     Bulbasaur corrió alrededor de mí en cuanto salió de su Pokebola, antes de prepararse para correr. Siempre me pareció adorable.

     — ¡Comiencen!

     Lo intenté.

     Por más que corría, mis pies eran torpes y terminaban atorándose en cualquier sitio. Fue gracias al césped que ya había crecido demasiado, además de que mis zapatos eran un poco más anchos para mis pies tan pequeños. Yo era una niña torpe, una niña que no estaba acostumbrada a realizar tanta actividad física. Terminé muy cansada tan sólo en el trayecto entre los primeros dos obstáculos, ni qué decir de Bulbasaur. Él terminó recostándose sobre el césped y rodó sobre sí mismo esbozando una enorme sonrisa. Fueron cuarenta y cinco minutos los que tardé en completar la primera vuelta, tomando en cuenta que tardé más de media hora en convencer a Bulbasaur de que debíamos trabajar.

     Mi madre me miró con desaprobación cuando llegué frente a ella. Negó con la cabeza y me envió a realizar el trayecto de nuevo.

     Caídas, traspiés, gritos de mi madre.

     Tropecé a la hora de subir a una rampa por donde debía saltar, fui a dar al suelo y un par de heridas se abrieron en mis rodillas. Al darme cuenta, Sheryl estaba negando con la cabeza con desaprobación. Ella volvió al interior de la casa y yo volví a sentirme como la niña más estúpida en toda la faz de la tierra.

     Al finalizar el entrenamiento de ese día, mi madre no quiso volver a dirigirme la mirada.

     —Eres una deshonra —me dijo cuando pasó a un lado de mí.

     Yo tan sólo agaché la mirada, devolví a Bulbasaur al interior de su Pokebola y fui a ocultarme en mi habitación.

     — ¿Y cómo lograste aprender todas esas cosas? Ahora eres una persona muy ágil, lograste hacer que Bulbasaur evolucionara.

     —Obtuve ayuda de una persona muy importante para mí.

     — ¿Quién?

     —Mi padre.

 

     Esa noche, él fue a verme a mi habitación.

     Yo estaba hecha un ovillo debajo de las sábanas y Bulbasaur dormía apaciblemente en la cama que le había improvisado con algunos cojines.

     —Skyler.

     Mi padre retiró las sábanas de encima de mi cabeza, yo lo miré con los ojos anegados en lágrimas.

     — ¿Qué haces ahí, pequeña?

     El llanto me venció.

     —Mamá… Mamá me odia…

     La sonrisa tranquilizadora de mi padre me hizo sentir querida, era eso lo único que quería en ese momento. Acarició mi cabello con una mano y se sentó a un lado de mí para abrazarme con fuerza.

     —Tu madre no te odia, Skyler. Sólo se toma muy en serio esto de ser Entrenadores Pokemon. Conoces a tus abuelos, son fanáticos.

     —Yo no quiero llevar este entrenamiento…

     — ¿Por qué no, Skyler?

     —Quiero salir a jugar. Quiero ir con Bulbasaur a encontrar a otros Pokemon salvajes.

     —Eso puedes hacerlo cuando quieras, hija. Nadie ha dicho que no lo hagas.

     —Mamá no lo permitirá… Ella quiere que yo sea tan buena Entrenadora como todos en la familia…

     —Tu madre sólo quiere lo mejor para ti.

     — ¿Los abuelos también la obligaron a hacer esto?

     —Lo que debes pensar, Skyler, es que de esta manera lograrás ser una gran Entrenadora algún día. ¿No te gustaría ser como esos Entrenadores que recorren el mundo y participan en torneos?

     Enjugué mis lágrimas y asentí emocionada.

     —En ese caso, ¿qué te parece si entrenamos juntos un poco?

     Asentí de nuevo, despertamos a Bulbasaur y salimos al jardín.

     — ¿Y qué pasó luego?

     —Entrené con él durante algunos meses. Por las mañanas, entrenaba con mi madre. Y por las noches, cuando todos dormían, entrenaba con mi padre.

     — ¿Y lo conseguiste?

     —Sí.

     —Tu padre debió ser un hombre muy bueno.

     —… Lo fue.

     — ¿Y qué pasó?

     —Bueno… Un par de meses después… Ocurrió.

Pokemon 0: En La Piel de SkylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora