Capítulo XXXI

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     —De alguna manera, supe dónde debía buscar a Jackie...

     —Espera un momento.

     — ¿Cómo se supone que deba terminar de contar la historia, si no me dejas hablar?

     —Sólo quiero saber si Devon intentó besarte de nuevo.

     — ¡Eso no tiene nada que ver con Jackie!

     —Te lo digo, luces muy linda cuando te sonrojas. Ahora entiendo por qué Devon se sintió tan atraído hacia ti.

     —Deja de sonreír así o te estrangularé.

 

     De alguna manera, supe dónde debía buscar a Jackie. Mis pasos me condujeron hasta los servicios, el mismo sitio donde ella antes me había ido a buscar luego de que tuviera mi pequeña crisis. Corrí velozmente, intentando vencer a la campana que anunciaba que las clases estaban por comenzar. Al llegar a los servicios, vi que la puerta estaba cerrada. Coloqué mi mano sobre el picaporte, lo giré y entré a los servicios sin mayor problema. Estaban impecables, relucientes...


     —Un momento. ¿Baños de escuela, impecables y relucientes?

     —Sí. ¿En verdad pensaste que la Elite permitiría que nuestros sanitarios fueran asquerosos, como un baño público?

     —Bueno, tienes razón...

 

     Todos los cubículos estaban cerrados, así que tuve que mirar por debajo de las puertas en busca de un par de pies que delataran a Jackie. No vi nada, por supuesto, así que opté por ir abriendo puerta por puerta. Cinco de ellas se abrieron de par en par, dejándome ver que no había nadie dentro de los cubículos. Pero la última, la que quedaba al fondo de los servicios, no cedió. Acerqué mí oído a la puerta para descubrir algún sonido y fue así como lo escuché. Un triste sollozo, del mismo tipo que soltaría alguien que intenta dejar salir una tristeza inmensa.

     Coloqué la palma de mi mano sobre la puerta y musité:

     —Jackie, soy yo.

     Los sollozos se apagaron. Escuché su respiración y su voz se hizo presente.

     —Vete.

     Era una voz quebrada por el llanto.

     Mi corazón se destrozaba cada vez más, no quería aceptar que mi mejor amiga estaba sufriendo.

     —Jackie, abre la puerta.

     —No.

     Escuché que ahogaba un sollozo, así como supe, de alguna manera, que estaba abrazando sus rodillas.

     —Abre la puerta —insistí.

     —Dije que te vayas.

     —La clase comenzará pronto, a Número Tres no le gustará que ambas nos retrasemos.

     —En ese caso, ve tú. Yo no tengo ánimos de salir.

     —Abre la puerta —dije por tercera vez, con más firmeza e intentando que ella no pudiera negarse—. Devon y yo estamos preocupados por ti. Si algo te ocurre, podemos pedirle ayuda a Número Tres. Te aseguro que ella estará encantada de hacer algo para que puedas sentirte mejor.

     —Nadie puede ayudarme —respondió ella alzando un poco la voz y utilizando ese tono severo y hostil—. No quiero que llames a nadie, y no quiero que digas nada al respecto.

Pokemon 0: En La Piel de SkylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora