Capítulo LXIII

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 — ¡Estás loca!

—Tú habrías hecho lo mismo que... Bueno, quizá no. No pareces ese tipo de persona.

— ¡Por supuesto que no! ¿Tienes idea de lo mucho que mis seres queridos habrían sufrido si lo hubiera hecho? ¡Me aterro sólo de pensar en la forma en la que mamá hubiera reaccionado! ¡Y tú deberías sentirte agradecida de estar viva, y culpable por haber hecho semejante estupidez!

—Admito que no esperaba recibir un sermón de tu parte.

— ¡Es que es inaceptable!

—Bien, bien... ¿Puedo continuar?

—Ya estabas tardándote.

Recuerdo que desperté y me di cuenta de que estaba en una cama de hospital. Mi visión tardó un poco de aclararse, así como el dolor apareció de golpe en mi muñeca derecha. Pestañeé un par de veces, sintiéndome mucho más confundida que nunca en la vida, y miré en todas direcciones hasta donde mi cuerpo parcialmente atontado me permitió. Efectivamente me encontraba en una habitación de hospital, aunque mi memoria no parecía estar funcionando del todo bien. Vi entonces que tenía una vía intravenosa en mi brazo derecho y fue así como supe que había ocurrido algo realmente grave. Intenté incorporarme, pero la medicación me hizo sentir un poco de nauseas.

La puerta se abrió en ese momento y una enfermera entró para hacerme compañía.

O, al menos, eso fue lo que creí.

Ella se limitó a revisar mis signos vitales, verificar que los vendajes en mi mano herida estuviesen en perfectas condiciones y asegurarse de que la medicación estuviese administrándose con normalidad. Acto seguido, me miró durante una fracción de segundo y dijo con voz neutral:

— ¿Cómo se siente, señorita?

—Fatal —le respondí con voz ronca—. ¿Qué fue lo que ocurrió?

Su respuesta no fue ni de cerca lo que yo esperaba.

—Llamaré a su madre para que entre a visitarla ahora que está despierta. También vendrá a verla el doctor Bishop.

— ¿Qué...? ¿Quién es el doctor Bishop?

—El psiquiatra del hospital, señorita —respondió ella con calma y abandonó la habitación.

En ese momento recuerdo que pensé que me había metido en un serio problema. Sin embargo, esa impresión se esfumó en cuanto mi madre entró a toda velocidad a mi habitación y me envolvió en un fuerte abrazo. Mi brazo herido lanzó una punzada de dolor que se concentró en mi muñeca.

— ¡Por todos los cielos, Skyler! —reclamó mi madre entre lágrimas de alegría y enojo, dos emociones que parecía que la harían colapsar en cualquier momento—. ¡Me tenías muy preocupada! ¿En qué diablos estabas pensando?

—Ni siquiera sé cómo llegué aquí —le reclamé con un hilo de voz—. ¿Puedes explicarme?

— ¡Y todavía lo preguntas! —dijo ella separándose de mí—. Si tu hermana no te hubiera visto, no estarías aquí ahora.

— ¿Qué...?

—Sheryl te encontró en el suelo de la cocina. ¡Estabas intentando cortar las venas de tu muñeca, Skyler! ¿En qué diablos estabas pensando?

— ¿Eso hice...?

— ¡Pues claro! Tu hermana me lo ha contado todo. Cuando llegué a casa luego de haber ido a hacer las compras con Frank, vimos que había una ambulancia partiendo desde ahí. Las puertas de la casa estaban abiertas y no había nadie dentro. Tuve que buscar en tres hospitales diferentes hasta que finalmente te encontré. Vi a Sheryl en la sala de espera en compañía de tus amigos —dijo con cierto desagrado en su voz—. Tu hermana me explicó lo sucedido en ese momento. Me dijo que te encontró inconsciente en el suelo de la cocina, con un cuchillo en una mano y la muñeca ensangrentada.

Pokemon 0: En La Piel de SkylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora