UNA COLINA PÚRPURA TOCANDO EL CIELO

CAPÍTULO 80. FRITILLARIA

Haber caminado día y noche prácticamente sin detenerse durante varios días, era una tarea bastante agotadora, incluso para el más entrenado y capacitado para realizar tal hazaña. Meng Yao sabía que montarse en su espada para avanzar con más rapidez no era una buena idea porque si alguien lo estuviera buscando, sería más complicado esconderse y eso echaría a perder todos sus planes.

Al momento de llegar a la retirada y modesta cabaña, entró sin titubear. Era su lugar seguro y necesitaba con desesperación descansar y curarse la quemadura que el Líder Jiang le había hecho con Zidian. Era pertinente descansar y tomar fuerzas porque su siguiente movimiento sería el definitivo, no le importaba que le fuera a costar la vida, la única prioridad era fastidiar a Jiang Cheng y, si de paso podía hacerlo también con Lan Xichen, ya sería una ganancia extra.

Se sentó en la única cama que había y bebió del agua que había recolectado en un manantial cercano. Al sentir el roce de sus ropajes contra la quemadura sobre su pecho, hizo una mueca de dolor y maldijo en sus adentros al autor de esta. Luego de beber suficiente agua, se quitó el hanfu para revisar su pecho, encontrándose con una marca rojiza que parecía un rayo que se extendía desde su clavícula hasta antes del ombligo, ahora entendía porque le dolía tanto. Mientras sacaba de su bolsa qiankun el ungüento que le había servido para curar muchas de sus heridas a lo largo de su estadía en el Reino Impuro, pensaba en la suerte que había tenido cuando el ataque de los cadáveres feroces interrumpió la inminente lucha contra sus adversarios. Sabía que con un golpe más del látigo del Líder Jiang habría quedado paralizado de dolor pues se notaba que el propietario de tan letal arma imprimía toda la energía espiritual de la que era capaz para que el golpe fuera más dañino.

Muchas otras veces había oído hablar del poderío de Zidian y conocía que era un arma que podía servir de defensa y ataque. Además, durante la campaña, él mismo había sido testigo de cómo el Líder de Yunmeng no tenía piedad contra sus oponentes, por eso necesitaba ser más astuto para no terminar enfrentado con él otra vez.

Cuando terminó de curarse, se recostó en la cama, quedándose dormido casi de inmediato pues se encontraba agotado, no solo físicamente, sino también mentalmente.

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Sus ojos se abrieron después de un descanso reparador, Para ese momento la cabaña se encontraba en total penumbra, ni siquiera la luna se dejaba ver para dar un atisbo de luz. Meng Yao se sentó sobre la cama y buscó un talismán que le sirviera para crear algo de fuego y así poder ver donde pisaba.

Una vez que sus ojos se acostumbraron a la poca luz, su corazón dio un vuelco cuando vio una figura en una de las esquinas. Sin temor a equivocarse se trataba de un hombre, la mirada penetrante y llena de ira, más una luz púrpura que centelleaba en una de sus manos: Jiang Cheng lo había encontrado.

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Meng Yao se despertó de la pesadilla totalmente agitado, incluso le dolía el pecho pues la tensión que sentía era demasiada como para poder soportarla. De inmediato encendió un talismán y alumbró a todos los lugares en la cabaña para cerciorarse que no había nadie acompañándolo. Cuando al fin recobró la cordura, se sintió estúpido porque nadie sabía de la existencia de ese lugar, por lo tanto, era imposible que lo encontraran. No tenía nada de qué preocuparse.

Esa pesadilla solo había sido resultado del temor que sentía ante la posibilidad de que le hicieran pagar cada una de sus fechorías. Nadie mejor que él sabía de lo que era capaz Nie Mingjue, que por supuesto, para ese punto era seguro ya sabía todo lo que había ocasionado y estaría ansioso por castigarlo con los peores tormentos conocidos en la secta Nie. A pesar de que no le gustaba admitirlo, tenía cierto temor de encontrarse con el Líder Jiang, porque lo poco que le mostró cuando llegó a rescatar a Lan Xichen le indicaba que estaba lleno de odio y sediento de venganza. También su amada obsesión estaba molesto y, al parecer, no se tentaría el corazón para hacerle saber su suerte.