CAPÍTULO 23. NARCISO.

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Un par de días después de la partida de Lady Jiang, Lan Wangji regresó al Receso de las Nubes sin ninguna novedad. Para otros, la actitud del segundo maestro Lan pudo pasar como la que tenía cualquier otro día; pero Lan Xichen, que lo conocía tan bien, sabía que su hermano sufría y estaba molesto consigo mismo al no haber podido encontrar siquiera algo que le indicara que Wei Wuxian seguía con vida. Era como si se lo hubiera tragado la tierra. Jiang Cheng estaba deseoso por seguir en su búsqueda mientras que el ataque contra los Wen se organizaba pero en su estado todavía no era conveniente sobrepasarse, así que debía mantenerse lo más tranquilo posible.

Sería una mentira decir que ya habían pasado los días en los que se sentía atormentado por la culpa y el dolor, era prácticamente imposible cuando cada noche tenía un sueño que le quitaba la paz.

Aquella noche se despertó bañado en sudor y el corazón palpitando salvajemente. En su sueño había visto como su madre moría con una expresión de dolor inenarrable, escuchó casi como si fuera real el grito de su padre llamándola y a Yanli llorando desesperada a lo lejos. Era horrible, un espectáculo siniestro que parecía tener varios actos y cada noche se le presentaba uno distinto.

Se llevó las manos al rostro y comenzó a llorar. Estaba cansado de no poder descansar correctamente, de repasar una y otra vez el terrible destino de sus padres, de la secta. Se sentía sobrepasado por todo. Era probable que Yunmeng jamás pudiera sobresalir nuevamente, él no tenía lo necesario. De pronto se sintió asfixiado, necesitaba aire y aunque sabía sobre las reglas en Gusu, no toleraba estar ahí; seguro si lo explicaba lo entendrían, de lo contrario se sujetaría al castigo impuesto. Abrió con cuidado la puerta y salió despacio; el aire fresco de la noche le pegó en el rostro provocando que diera una gran bocanada.

Con la manga de la túnica se limpió el rostro, aunque las lágrimas amenazaban con no ceder. Suspiró mientras avanzaba, bajando las escaleras como si fuera la primera vez que lo hacía, no tanto por temor a ser descubierto, sino porque sentía sus piernas temblar. Cuando bajó el último escalón, escuchó un grito desgarrador, era el grito de su madre que estaba desesperada.

El temblor en sus piernas se esparció por todo su cuerpo mientras buscaba con la mirada a su madre. —Mamá... —se sentó sobre escalón totalmente encogido, cubriendo sus oídos para ya no oír tan espantoso sonido—. Perdóname, yo quería volver, tenía que hacerlo. Mamá... perdóname —apretó el agarre de sus oídos, tirando de su cabello de paso. Quería que el sonido se fuera, de ser posible él mismo desaparecer.

—Basta, por favor, basta... —sollozó.

Pudo haber seguido inmerso en la angustia, pero el agarre firme y a la vez gentil de Lan Xichen sobre sus hombros lo hizo levantar la vista. Cuando sus miradas se encontraron, el Líder Lan le sonrió compasivo y muy lento puso sus manos sobre las de Jiang Cheng para que las bajara de su cabeza. Las acarició con suavidad, pero no se conformó solo con eso, sino que con mucho cuidado limpió su rostro de las lágrimas que lo empapaban y se acercó para besar su frente.

—Vamos adentro... Venga.

No protestó sino que se dejó guiar de vuelta a la habitación hasta ser sentado sobre la cama. Se sentía algo mareado, como en un sueño; las manos le hormigueaban, así como sus mejillas y también la frente. Al menos aquel grito se había esfumado y ahora respiraba con normalidad. El Líder Lan permanecía en silencio, también sentado en la cama a una distancia prudente.

—Voy a servir un poco de agua —el tono de voz usado por Zewu-jun era muy dulce, como si tratara de no volver a despertar los demonios que habían torturado a Jiang Cheng. Al ponerse de pie sus movimientos gráciles le hacían parecer un ser etéreo que flotaba en vez de caminar y de alguna manera verlo tranquilizaba al Líder Jiang.

UNA COLINA PÚRPURA TOCANDO EL CIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora