CAPÍTULO 01

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CAPÍTULO 01

Al bajarse del taxi, Nicole Gireld se paró en la acera y contempló maravillada el bonito edificio de doce plantas que se alzaba ante ella. Resultaba algo impresionando, pues en su ciudad natal definitivamente no existían edificios tan altos; y aun así sabía de antemano que ese no era ni de cerca el más alto que había por ahí.

La joven recién llegada sólo logró salir de su espasmo, y apartar su mirada de la fachada, cuando el chofer del taxi sacó su maleta de la cajuela y la colocó a su lado, golpeándole ligeramente su pierna con una esquina.

—Muchas gracias —murmuró Nicole de forma distraída. El hombre se despidió con un murmullo, pero ella no logró entenderlo del todo pues su mente seguía divagando en varias cosas a la vez.

Una vez sola, caminó hacia el interior del edificio, abriendo el acceso independiente para residentes con una de las llaves que le habían proporcionado. Se adentró un tanto temerosa al ascensor, y presionó en el panel de éste el botón redondo y luminoso con el número "10". Esperaba por algún motivo escuchar una de esas melodías pegajosas de espera, como en la televisión. Sin embargo, el recorrido desde la planta baja hacia el décimo piso fue en realidad bastante silencioso.

Llegada a su destino, Nicole avanzó arrastrando detrás de sí su enorme y pesada maleta cuyas ruedas sonaban contra el piso del corredor. El departamento al que se dirigía era el penúltimo a la derecha; el número 80. Se paró frente a la puerta y se tomó un segundo para respirar profundo y recuperar el aliento. Buscó entonces nerviosa entre el manojo de llaves la que correspondiera a la puerta principal; falló dos veces antes de dar con la correcta.

«¡Increíble!» pensó boquiabierta en cuanto entró y encendió las luces. El edificio la había dejado estupefacta, pero el departamento en sí provocó que se quedara sin palabras.

Era aún más espacioso y bonito de lo que le habían descrito. Inmediatamente al entrar había un pequeño recibidor, con una puerta del lado izquierdo que muy seguramente llevaba al medio baño, y unos ganchos colocados en la pared para las bolsas y abrigos. Avanzando sólo un poco por el pequeño corredor, se ingresaba tras unos pasos a un área común compuesta por la sala de dos sillones, la cocina abierta y un pequeño comedor con seis sillas; todo conectado. Del lado derecho, pasando la sala, había una puerta que suponía llevaba a la habitación. Las paredes de toda esa área eran de blancas y celestes, transmitiéndole una sensación bastante agradable en cuanto ingresó. Todo estaba amueblado y decorado con bastante buen gusto; nada excéntrico, nada demasiado lujoso, pero tampoco nada que se viera barato o descuidado.

En situaciones normales no habría forma de que ella o su familia pudieran pagar un departamento como ese. La oportunidad se le había presentado un poco de suerte, pues le pertenecía a un viejo amigo de sus padres que solía vivir hace tiempo ahí en Nueva Scintia, y a quien Nicole prácticamente consideraba su tío. Ese departamento lo tenía justo para arrendarlo, aunque para esos momentos hacía mucho que lo tenía desocupado. Y por esa amistad de muchos años con sus padres, accedió a rentárselo a Nicole a un precio bastante accesible para una joven que acababa de terminar sus estudios y conseguido su primer empleo.

Avanzó un poco más por ese espacio, inspeccionándole detenidamente con su mirada curiosa. Justo al frente notó unas cortinas gris claro que cubrían desde apenas unos centímetros debajo del techo hasta el piso. Esas debían de ser las puertas del balcón. Desde la acera había visto que todos los departamentos que daban al frente del edificio, como ese, tenían un pequeño balcón o terraza.

«¿Cómo será la vista de la ciudad desde un piso 10?» pensó con curiosidad. Definitivamente tenía que verlo con sus propios ojos.

Dejó unos momentos su equipaje a la mitad de la sala y caminó presurosa hacia las cortinas, abriéndolas de golpe hacia los lados. Del otro lado surgieron dos puertas de vidrio deslizables, por las cuales entró una fuerte llamarada de luz de sol que iluminó casi todo el interior del departamento. Deslizó una de las puertas hacia un lado, asomándose casi como si temiera ser descubierta. El balcón era pequeño y estaba un poco vacío a excepción de una pequeña mesa de jardín de plástico de forma redonda, acompañada de dos sillas plegables de tela. Pero Nicole en realidad le puso poca atención al mobiliario, pues sus grandes ojos color miel contemplaban otra cosa.

La Chica del Otro BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora