Deseo, corrientes y estrellas.
Erick Reed
Tener a Emma en mi casa, me hacía sentir raro. No sabía porque había hecho eso, pero tenía la necesidad de enseñarle algo. Aunque antes quería subir a mi habitación para comprobar que todo estaba tal y como lo dejé.
El haberla dejado sola abajo con Mia Y Jon, me ponía de los nervios, porque con esos dos me podía esperar cualquier cosa. Así que en cuando acabé, bajé corriendo de nuevo las escaleras y fui hacia el salón, donde Emma estaba sentada junto a Mia, que le sonreía como si Emma acabara de decirle la cosa más feliz de su vida.
― ¿Vamos? —Le pregunté a Emma con una sonrisa.
Ella se levantó del sofá y me dio la mano de nuevo. Al principio pensé en rechazarla, porque mis hermanos estaban allí presenciándolo todo, pero su contacto era más fuerte que cualquier otra cosa. Además, que la felicidad que iluminaba su cara me impedía hacerlo.
― Vamos. —contestó sonriendo.
― ¿Y esa felicidad? —Le dije cuando ya estábamos lo suficiente lejos de mis hermanos.
― No sé. —Dijo sonriendo y encogiéndose de hombros. — ¿Y tus padres?
― Están de viaje, mi madre está vendiendo decoraciones y cosas de esas.
― Ah vale. —Dijo. — ¿Me la puedes enseñar?
― ¿Quieres que te la enseñe? —Pregunté con un tono divertido.
― La. Casa. Erick. —Espetó dejando un espacio entre cada palabra.
― Claro claro...
Emma se soltó de mi mano y se cruzó de brazos. Aproveché la oportunidad y la cogí de la cintura con mi brazo.
― Vamos, te enseño la casa. —Dije entrando a la cocina. —Esta es la cocina.
― Joder. —Dijo con los ojos abiertos como platos al ver una cocina de color blanco impoluto.
― Mi madre es decoradora.
― Y rica, porque si no...
― Ese es mi padre. —Aclaré.
― Joder. —Repitió ignorando mi aclaración y pasando su mano por encima de las sillas de comedor granates, de terciopelo, que compró mi madre en Marruecos.
― Vamos por aquí. —La cogí de nuevo de la mano para ir hasta las escaleras. —Una vez me caí rodando por estas escaleras.
― No me imagino a un Erick pequeño corriendo. De hecho, te imagino absorto en tus pensamientos y muy poco espabilado. —Dijo riéndose de mí.
― Pues era un niño muy espabilado, para tu información. —Rebatí. —Por aquí. —Dije llevándola hacia la parte derecha del pasillo de las escaleras. —Toda esta ala, es mía, el que sigue al frente, de mis padres, y el de la izquierda de los mellizos.
― Me estás diciendo que todo este pasillo. —Se paró a contar las puertas. —Estas cuatro habitaciones... ¿Son solo tuyas?
― Si. —Dije y me encogí de hombros. — ¿Quieres verlas?
― Claro.
― Esto es un baño. —Abrí la puerta y le enseñé mi baño. —Esta es mi biblioteca. —Dije mientras abría la puerta de enfrente.
― Erick, sabía que te gustaba leer, pero esto... —Dijo cuando entró y pasaba su mano por los lomos de los libros que había en mi estantería.
― Coge el que te guste.
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Quererte sin querer
RomanceEmma, soñaba con un amor de libros, donde la protagonista lo daba todo por el chico del que estaba enamorada. Pero se dio cuenta que en la realidad eso no existía, que no eran más que cuentos, que se le contaban a los niños para hacerles creer que e...