Electricidad.
Erick Reed
— ¿Pretendes que me suba a esto? —dijo señalando mi moto no muy convencida.
— "Esto" es mi moto. —contesté. —Y a no ser que a estas horas quieras ir por ahí caminando sola, sube ese culo a la moto. —acabé por decir y sonreí.
— Que miedo, vuelve el Erick malote.
— Siempre lo he sido. —dije mientras le ponía el casco y le apartaba el pelo hacia atrás. — ¿Lista?
— No. —contestó sonriendo.
— Pues vámonos. —me puse el casco y me subí a la parte delantera de la moto. Emma se subió, me rodeó con los brazos y arranqué.
— No corr... —no le dio tiempo a acabar la frase, cuando soltó un grito y se apegó más a mi cuerpo. No pude evitar reírme mientras ella iba maldiciendo haberse montado conmigo en la moto.
Aproveché en una calle menos transcurrida para soltar el volante con una mano y acariciarle las suyas que seguían agarradas con fuerza a mi chaqueta. Pareció que aquel contacto hizo que se relajara y se soltara un poco más.
— Voy a enseñarte algo. —le dije mientras giraba la calle.
— Vale.
Cambié de dirección y fui hacia un pequeño parque que vi esta mañana cuando fui a dar una vuelta en moto con Gress. Aparqué y nos bajamos.
— Erick este sitio es precioso. —dijo mientras se sentaba en el borde de un pequeño muelle que había sobre un lago.
— Esta mañana lo he visto y me ha gustado. Siento que me da paz.
— Es muy bonito. —me dijo mirándome. — ¿Por qué me has traído aquí?
— Pensé que te gustaría, y además, porque creo que necesitas un poco de paz.
— Me gusta.
No sabía cuánto tiempo estuvimos allí, sentados, sin decir nada. Pero fue un silencio limpio y sincero donde no hacían falta palabras que lo rellenaran.
— Erick.
— Dime.
— ¿Por qué no te ayudó nadie cómo tú me has ayudado a mí? —Preguntó mirándome fijamente.
— Fui y soy complicado de entender. —acabé por contestar, después de descartar miles de respuestas que opté por obviar.
— No me lo pareces.
— Pues debería.
Y de nuevo hubo silencio, pero este estaba cargado con sentimientos que no supe identificar, y ella tampoco, porque los dos nos quedamos mirando hacia el frente, moviendo las piernas, que nos colgaban.
Pasaron unos diez minutos cuando vi que Emma ya se empezaba a mover inquieta en su sitio.
— ¿Quieres que nos vayamos? —le pregunté.
— No quiero irme. —dijo intentando levantarse sin éxito alguno.
— Pues nos quedamos un rato más. —le dije acercándome a ella para ayudarla a levantarse, pero de pronto empezó a reírse a carcajada limpia.
— Erick. —me dijo parándose a reír de nuevo. —Te puedes creer que he pegado a alguien. —dijo y empezó a reírse aún más fuerte. —Madre mía... —balbuceó al final.
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Quererte sin querer
RomanceEmma, soñaba con un amor de libros, donde la protagonista lo daba todo por el chico del que estaba enamorada. Pero se dio cuenta que en la realidad eso no existía, que no eran más que cuentos, que se le contaban a los niños para hacerles creer que e...