CAPÍTULO 21

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Electricidad.

Erick Reed

—    ¿Pretendes que me suba a esto? —dijo señalando mi moto no muy convencida.

—     "Esto" es mi moto. —contesté. —Y a no ser que a estas horas quieras ir por ahí caminando sola, sube ese culo a la moto. —acabé por decir y sonreí.

—    Que miedo, vuelve el Erick malote.

—    Siempre lo he sido. —dije mientras le ponía el casco y le apartaba el pelo hacia atrás. — ¿Lista?

—    No. —contestó sonriendo.

—    Pues vámonos. —me puse el casco y me subí a la parte delantera de la moto. Emma se subió, me rodeó con los brazos y arranqué.

—    No corr... —no le dio tiempo a acabar la frase, cuando soltó un grito y se apegó más a mi cuerpo. No pude evitar reírme mientras ella iba maldiciendo haberse montado conmigo en la moto.

Aproveché en una calle menos transcurrida para soltar el volante con una mano y acariciarle las suyas que seguían agarradas con fuerza a mi chaqueta. Pareció que aquel contacto hizo que se relajara y se soltara un poco más.

—    Voy a enseñarte algo. —le dije mientras giraba la calle.

—    Vale.

Cambié de dirección y fui hacia un pequeño parque que vi esta mañana cuando fui a dar una vuelta en moto con Gress. Aparqué y nos bajamos.

—    Erick este sitio es precioso. —dijo mientras se sentaba en el borde de un pequeño muelle que había sobre un lago.

—    Esta mañana lo he visto y me ha gustado. Siento que me da paz.

—    Es muy bonito. —me dijo mirándome. — ¿Por qué me has traído aquí?

—    Pensé que te gustaría, y además, porque creo que necesitas un poco de paz.

—    Me gusta.

No sabía cuánto tiempo estuvimos allí, sentados, sin decir nada. Pero fue un silencio limpio y sincero donde no hacían falta palabras que lo rellenaran.

—    Erick.

—    Dime.

—    ¿Por qué no te ayudó nadie cómo tú me has ayudado a mí? —Preguntó mirándome fijamente.

—    Fui y soy complicado de entender. —acabé por contestar, después de descartar miles de respuestas que opté por obviar.

—    No me lo pareces.

—    Pues debería.

Y de nuevo hubo silencio, pero este estaba cargado con sentimientos que no supe identificar, y ella tampoco, porque los dos nos quedamos mirando hacia el frente, moviendo las piernas, que nos colgaban.

Pasaron unos diez minutos cuando vi que Emma ya se empezaba a mover inquieta en su sitio.

—    ¿Quieres que nos vayamos? —le pregunté.

—    No quiero irme. —dijo intentando levantarse sin éxito alguno.

—    Pues nos quedamos un rato más. —le dije acercándome a ella para ayudarla a levantarse, pero de pronto empezó a reírse a carcajada limpia.

—    Erick. —me dijo parándose a reír de nuevo. —Te puedes creer que he pegado a alguien. —dijo y empezó a reírse aún más fuerte. —Madre mía... —balbuceó al final.

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora