CAPÍTULO 45

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Darle la cara al problema (y a los miedos)

Erick Reed

Después de acabar el trabajo de debate, Emma me trajo a la residencia.

Habíamos estado callados todo el viaje, ninguno de los dos sabía que decir después de lo que había pasado en su casa.

Entré al edificio, que estaba lleno de gente, ya que se estaban organizando la fiesta de fin de curso para todos los alumnos que iban a pasar a la universidad. Rodeé un grupo de gente y me dirigí a los ascensores, pero entes de llegar, en los sofás que había en frente de los ascensores, había otro grupo sentado.

— Veo que te recuperas rápido, Reed. —Dijo la voz de Pol a mis espaldas.

— Pensaba que tardaría más. —Dijo James a su lado, haciendo que todos los del grupo se rieran, excepto aquella chica que iba en el coche aquella noche con James y Carol, Amy.

Decidí hacer oídos sordos, les di la espalda y pulsé el botón del ascensor.

— Lo dejamos tan mal que ni habla. —Dijo Marco.

— Tuvisteis que haberlo dejado escondido en algún lado para que nadie lo hubiera encontrado. —Dijo Pol riéndose.

— Seguro que a Emma le encantó verte así. —Dijo James, haciendo que me girara hacia él.

— No hables de ella. —Dije.

— ¿Qué nos vas a hacer? —Preguntó Pol.

— Vamos Reed, nadie te va a querer así de jodido. —Dijo Marco. —Seguro que hasta habéis dejado de ser novios.

— Mejor. —Dijo Pol. —Así puedo follarmela yo.

Sabía que estaban diciendo todo eso solo para que me enfadara, y explotara delante de toda la gente que había en el vestíbulo. Pero no iba a entrar en su juego, y mucho menos dejar que hablara de Emma como si fuera un puto juguete.

— ¿Sabéis qué? Os vais a enterar todos por lo que me hicisteis. —Dije. —Y tú. —Señalé a Pol. —Vuelve a hablar así de Emma y te parto la boca.

— Todos sabemos que no vas a hacer nada Reed. —Dijo James. —Y aunque lo hagas no tienes un solo testigo, somos muchos contra uno. Así que ándate con ojo con lo que haces.

El ascensor por fin había llegado, me subí y pulsé el número 7, una vez se cerraron las puertas, pude volver a respirar. No me gustaba verme débil frente a nadie, pero haberlos visto allí tan felices, prepotentes... me había hecho sentir pavor de que pudieran volver a hacerme daño.

Cuando llegué a mi habitación, me sonó una notificación en el móvil; alguien me había escrito por Instagram.

@go_amy

Si vas a testificar, puedo ser tu testigo.

Leí varias veces el mensaje sin creérmelo. Ya tenía un testigo, solo me faltaba tomar la decisión más importante. ¿Lo hacía? O ¿No lo hacía?

Después de unos cuantos minutos, cogí el teléfono y marqué un número de teléfono.

— ¿Sí?

— Hola padre. —Dije al otro lado de la llamada.

— Erick. —Dijo en forma de saludo.

— Quería contarte algo.

Tras media hora donde mi padre estuvo callado escuchándome mientras le contaba todo lo de la pelea, me habló.

— Sabes que lo que pides tendrá consecuencias.

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora