CAPÍTULO 27

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Mis  versiones y mis sombras.

Erick Reed

Llevaba unos veinte minutos conduciendo, cuando llegamos a un pequeño restaurante italiano, que descubrí sin querer al perderme un día volviendo de clase.

― No sabía que conocías este sitio.

― ¿Tu sí? —Le pregunté.

― Venía de pequeña a comer aquí todos los fines de semana con mi familia.

― Si quieres vamos a otro sitio. —Dije recordando la conversación de su familia.

― No, está bien aquí.

― Pues vamos. —Abrí la puerta del restaurante invitándola a pasar.

― Gracias.

― Buenas tardes. —Nos dijo una señora mayor. — ¿Mesa para dos?

― Si por favor. —Contesté y acerqué mi mano a la de Emma para seguir a la mujer.

― ¿Emma Walsh? —Dijo la señora cuando nos dejó en la mesa y miró a Emma.

― Hola Rosy. —Dijo con una sonrisa cálida.

― Oh cielo, hacía mucho tiempo que no te veía por aquí. ¿La última vez fue hace cuatro años? —Se preguntó. —Y mírate ahora, toda una señorita. Cada vez te pareces más a tu madre.

Emma únicamente asintió y sonrió en forma de agradecimiento.

― Hace una semana la vi con tu padre, vinieron a cenar. —Nos contó, aunque esta vez no recibió nada en respuesta, por lo que se limitó a cambiar de tema. —Bueno pareja, ¿Qué queréis de beber?

― No, no... —Dije.

― No somos pareja. —dijo Emma sentándose en frente de mí.

― Perdonadme, una no se acostumbra a no emparejar a todas las personas que hacen bonita pareja.

― No importa. —Le dije sonriendo. —Yo quiero una botella de agua.

― Otra para mí.

― Está bien, aquí os dejo las cartas. —Dijo y me miró a mí. —Aunque creo que ya sé que va a pedir esta jovencita. —Me sonrió y se fue.

― Luego soy yo al que conoce todo el mundo.

― No es lo mismo. —Dijo y me sonrió. —Pero dejemos eso atrás, y vamos a por lo que hemos venido.

― Ah es verdad, tu interrogatorio.

― No es un interrogatorio, solo quiero saber más de ti.

― Vale. —Dije y el camarero dejo las bebidas en la mesa y apuntó nuestro pedido. —Pero yo también quiero preguntar. —acoté cuando se fue.

― Me parece justo.

― Pues cuando quieras.

― ¿Quién fue la primera persona que te rompió el corazón?

― Una chica de mi anterior instituto, pensaba que los dos estábamos igual de enamorados... pero resultó que no.

― Debió dolerte.

― Lo hizo, pero aprendí —Dije y me encogí de hombros. — ¿Por qué nunca les dices a los demás lo que realmente piensas?

― Me da miedo que pueda ser usado en mi contra. —Me contestó.

― Pero quizá si dijeras lo que piensas más a menudo, la gente te respetaría más.

― Supongo. —Sonrió. — ¿Lo tuyo con tu padre es así de siempre?

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora