CAPÍTULO 55

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No digas nada, tan solo recuérdame así.

Emma Walsh

¿Alguna vez había dicho que odiaba arreglarme con las chicas?

Las brochas volaban por la habitación, el olor a colonia, planchas, secadores, espuma para el pelo, sombras de ojos, pintalabios, laca... hacía que el ambiente estuviera cargado de más. Y es que quedaban menos de 30 minutos para que nos fuéramos hacia el instituto y aun no estábamos vestidas.

— Treinta minutos. —Gritó Rain como si estuviéramos en un partido de fútbol.

— Menos de treinta minutos. —Corregí.

— Dios mío, Dios mío, Dios mío... —Dijo Morgan saliendo de su cuarto de baño, y viniendo hacia mí. —Dime que puedes arreglarme el pelo.

— ¿Pero ¿qué te has hecho? —Pregunté al ver que parecía que se había peleado con unos cincuenta gatos.

— Quería que fueran tirabuzones.

— No lo son. —Dijo Rain mirando su pelo.

— ¡Lo sé!

— No te estreses Morgan. —Dije viendo que le faltaban unos pocos minutos para ponerse a llorar, lo que sería peor porque estropearía el maquillaje. —Yo te lo arreglo.

— Gracias.

— Está Erick al teléfono. —Me dijo Hazel entrando a la habitación y pasándome el teléfono.

— Hola. —Dije.

— Buenas, ¿Cómo vais?

— Vamos, que eso ya es mucho. —Contesté mientras me ponía los auriculares para poder peinar a Morgan.

— Pasamos a por vosotras en 20 minutos.

— ¿20 minutos?

— Claro.

— ¿No puede ser un poco más?

— ¿Pero es que no estáis aun?

— Nos falta vestirnos y peinar a Morgan.

— ¿No estáis vestidas aun?

— A ver, es que vestirnos es lo último.

— Yo es lo primero que he hecho.

— Qué tentador verte en traje. —Dije y me mordí el labio, ganándome una mirada de asco de Morgan.

— Soy más sexy aún con traje.

— ¿A sí?

— Claro, aunque si luego me quieres ver sin él, no me importa.

— Eres un pervertido.

— No disimules amor, que sé que te gusta.

— Voy a colgar. —Dije sonrojada.

— En quince minutos estamos allí.

— Adiós.

Colgué la llamada y revisé los tirabuzones que le había hecho a Morgan en el pelo.

— Ya está. —Dije.

— Emma, esto es maravilloso. —Dijo pasándose la manos por el pelo.

— ¿Te gusta?

— Claro.

— Pues más te vale vestirte deprisa. —Le dije. —Porque vienen en menos de quince minutos a por nosotras.

Conseguimos vestirnos rápido, nos hicimos unas fotos y salimos del edificio tres minutos antes. Pero no llegamos las primeras, los chicos ya estaban esperando, apoyados en una limusina negra que habíamos alquilado.

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora