CAPÍTULO 34

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Los problemas son como el trabajo, cuanto antes te lo quites mejor.

Erick Reed

Ya había pasado una semana desde la última fiesta. Habíamos vuelto a clase después de unos días y todo estaba volviendo a ser normal; ir a clase, comer, estudiar y dormir. Y eso todos los días de forma repetitiva.

Era verdad que todo solía ser más fácil para mí gracias a Emma, ya que la mayoría de las tardes nos íbamos juntos al parque a estudiar, aprovechando que la primavera estaba a la vuelta de la esquina y el frío empezaba a disminuir.

Cualquiera, podría pensar que ese método de vida o rutina, era de lo más confortante y tranquilo. Y lo fue, hasta que exactamente hacía una semana, Emma empezó a comportarse raro. No sabría decir cuál fue el momento exacto... pero siempre que le preguntaba lo que fuera que fuese mal, todo acababa peor. Había gritos, llantos, reproches y lo que más me molestaba de ello, era que él siempre estaba presente en todas y cada una de esas peleas. A pesar de que Emma y Pol cortaron hacía ya más de cinco meses, él seguía siendo mi dolor de cabeza personal.

Hoy era uno de esos días en los que Emma y yo estábamos tirados sobre una manta en el parque. Ella estaba leyendo algo de Shakespeare y yo repasaba mis apuntes de matemáticas para el examen que teníamos la semana siguiente.

— ¿Pasa algo? —Le pregunté al ver que me miraba.

— Shakespeare decía «El que no se ama a sí mismo no puede amar a nadie». —Me dijo. — ¿Tu qué crees de eso?

— Creo que el amor propio no está relacionado con querer a otra persona. —Dije y dejé mis apuntes sobre el suelo. —El mundo está lleno de gente que ama y aun así no se siente a gusto consigo mismo. Y, además, me parece bastante cruel ese tópico, porque bastantes problemas tienen las personas que no tienen amor propio como para que además les digan que son incapaces de querer. ¿No crees?

— Nunca lo había pensado así. —Dijo y dejó el libro a un lado para dejarse caer sobre mis piernas. —Pensaba que si tú no sabias quererte, no ibas a saber querer a alguien.

— Puede que haya personas que han carecido de amor en su vida y por eso les cueste amar, pero en el fondo, por muy rotos, inseguros... que estemos, todos sabemos amar.

— Es verdad, pero aun así hay muchas historias de amor que se han dejado porque una de las dos personas necesitaba encontrarse a sí mismo.

— Pero eso no significa que no se quiera a sí mismo, simplemente que necesita aclararse. —Le dije y me encogí de hombros. A lo que ella me contestó tirando de mí y juntando nuestros labios, segundos después me separé extrañado por lo que me acababa de decir y porque no habíamos quedado para eso. — ¿Seguimos estudiando?

— Creo que me voy a ir. —Dijo de pronto, con ese tono que usaba siempre que se quería ir de un sitio.

— ¿Por qué te enfadas? ¿Por decirte de ponernos a estudiar en vez de besarnos?

— ¿Qué hay de malo en que quiera besar a mi novio? —Se separó de mí.

— Dios mío Emma, solo te he dicho de ponernos a estudiar otra vez, no que no quiera besarte.

— Pero te has separado. —Dijo recogiendo sus cosas con intención de marcharse.

— Porque quería seguir estudiando... —Dije y tiré de su brazo para que se volviera a sentar. —Vamos Emma no nos enfademos por esta tontería.

— Mira Erick, necesito pensar. —Me dijo y se soltó de mi amarre.

— No lo entiendo. —Dije mientras mi mal humor crecía. — ¿Se puede saber que he hecho para que te enfades? ¿Qué es lo que he hecho para que necesites pensar? ¿Separarme de un beso? No te entiendo Emma.

— ¿Sabes qué? —Me preguntó enfadada.

— ¿Qué?

— Te comportas como un idiota. Solo me rehúyes cuando te quiero besar, o cuando nos vamos a acostar. —Soltó como si eso le llevara reprimiendo mucho tiempo. —Solo quieres hablar, estudiar, salir a cenar cogidos de la mano... ¿Qué hemos retrocedido diez siglos?

— ¿Es eso? —Pregunté incrédulo abriendo los ojos — ¿Es que te aburres conmigo? ¿Por eso discutimos? ¿Prefieres que estemos todo el puto día con la lengua del otro metida en la boca y enfadándonos constantemente antes que hacer cosas que hacen todas las personas? —Exploté. —Yo no soy él, Emma. No soy Pol.

— Luego soy yo la que lo nombra siempre. —Dijo soltando una carcajada y quedándose únicamente con lo último que había dicho.

— No te enteras Emma. —Dije levantándome yo esta vez de la manta. —Te crees que soy él. Y soy Erick, no Pol. —Cogí todas mis cosas y me giré para irme. Aunque antes me volví hacia ella. —El día que te des cuenta de eso, espero que no sea tarde. Porque no soy él en ninguno de los sentidos.

Dejé a Emma allí de pie y me dirigí hacia la heladería a la que había estado yendo con ella todos esos meses, y me senté en la terraza.

— Cada día me dejas más claro que te va a eso de machacarte. —Me dijo Mike, el camarero de la heladería del que Emma y yo nos habíamos hecho amigos, soltando una carcajada. — ¿Lo de siempre?

— Si. —Mascullé en voz baja mientras dejaba caer mi cabeza sobre mis brazos.

— Aquí tienes. —Dijo dejando, después de tres minutos, un botellín de cerveza en la mesa.

— Gracias.

— ¿Eres masoquista? ¿O qué te pasa? —Me preguntó sentándose en la silla de enfrente.

— Mike, cállate. —Dije levantando la cabeza y cogiendo el botellín.

— Rick —sí, me llamaba igual que mi hermano— ¿No te das cuenta de que cada vez que discutes con ella, vuelves a un sitio que te recuerda a ella?

— No me juzgues, ¿vale? —Me defendí.

— No entiendo a tu juventud. —Dijo moviendo la cabeza de un lado a otro.

— Vamos Mike, que tienes dos años más que yo. —Me quejé, poniéndole mala cara.

— Aun así, ahora lo que hacéis es, o esperar a que los problemas se solucionen solos o los dejáis pasar pensando que todo estará bien, hasta que explotan. Pasáis de un extremo a otro.

— Me recuerdas a mi padre. —Dije poniéndole mala cara otra vez.

— Rick, te lo digo en serio. —Dijo levantándose porque entraban clientes. —En vez de quedarte ahí sentado esperando a que ella venga a pedirte perdón, como hace todas las veces que discutís, plántale cara al problema. Pero de verdad, no solucionándolo con invitarle a un helado, unos cuantos te perdono, o perdóname y un polvo. Así no se solucionan las cosas. —suspiró. —Y si ahora no estás preparado para hacerlo, sal y diviértete y ya mañana en frío hablas con Emma.

— Gracias. —Me limité a decir, mientras veía como se alejaba para atender a otros.

Lo que me había dicho Mike, me había hecho pensar, tenía que hablar con ella tarde o temprano, pero sabía que no iba a ser hoy. Hoy iba a salir, olvidarme de todo, pensar un poco más en mí y no en los demás. Y luego, tomaría una decisión.

Cogí mis cosas, dejé el dinero encima de la mesa y me fui hacia la residencia.

Cogí mis cosas, dejé el dinero encima de la mesa y me fui hacia la residencia

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Hasta el próximo💕✨🥰

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora