CAPÍTULO 44

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Anhelos.

Erick Reed.

— Vamos. —Me dijo Emma tirando de mi hacía una puerta que daba al patio trasero. —Tenemos una piscina climatizada, y seguro que Alex ya la ha limpiado y mis hermanos están nadando.

No dije nada y la seguí, el jardín era más grande de lo que había pensado, tenía una zona de barbacoa, un pequeño arenero con cubos de playa y rastrillos, y la gran piscina que en ese momento estaba cubierta por una gran cúpula.

— Joder. —Dije cuando Emma me enseñó a entrar dentro de la cúpula.

— ¿Es guay verdad? —Me preguntó.

Pero no me dio tiempo a contestar cuando una pequeña voz chillona empezó a venir corriendo hacia mí.

— ERIIIICK. —Dijo Candice con los brazos en alto para abrazarme.

— Hola pequeña. —Dije cogiéndola con cuidado en brazos, aunque eso supuso empaparme toda la camiseta. —Sí parece que has crecido unos cuantos centímetros más.

— Si. —Dijo con una sonrisa radiante.

— ¡Hola Erick! —Gritó Alec desde la piscina donde estaba jugando con la pelota.

— ¿Qué tal campeón? —Dije dejando a Candice en el suelo y acercándome a chocarle la mano a Alec.

— ¿Dónde está Alex? —Preguntó Emma a mi lado.

— Está en el motor. —Dijo Alec señalando una pequeña caseta que había dentro de aquel sitio.

— Decir que sonaba raro. —Dijo Candice haciendo una graciosa mueca y tirándose a la piscina.

— Hola Emma. —Dijo un chico unos años mayor que nosotros, saliendo de la casetilla.

— Hey Alex. —Dijo ella saludando con la mano. —Este es Erick.

— Encantado. —Dijo sonriéndome, con una sonrisa de modelo.

— Lo mismo digo. —Dije algo seco.

— Bueno, nosotros estaremos arriba, cualquier cosa me avisas. —Dijo Emma mirando a Alex, o más bien sus abdominales, porque iba sin camiseta.

Era una descarada.

— Está bien, no te preocupes.

— ¿Erick se queda a cenar? —Preguntó Alec.

— La verdad es que...

— No puede. —Acabó Emma por mí. —Erick tiene muuuchos exámenes que estudiar.

— Pues otro día. —Dijo Candice encogiéndose de hombros.

— Otro día. —Dijo Emma sonriendo y tirando de mí fuera de la piscina.

— ¿Y si me quería quedar a cenar? —Pregunté ya fuera.

— No puedes.

— ¿Por qué no? ¿Acaso no tengo voz ni voto? —Dije poniendo mala cara mientras entrabamos a la cocina. —A tus hermanos les caigo genial.

— Se creen que eres mi novio. —Dijo agachándose a coger un paquete de galletas de un cajón. —Además mi padre cena con nosotros esta noche.

— No me importa. —Mentí, aunque realmente solo de pensarlo me temblaban hasta las piernas.

— Ya claro... —Dijo sonriendo.

— Lo que pasa es que no quieres que me quede aquí, porque te pongo nerviosa.

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora