Anhelos.
Erick Reed.
— Vamos. —Me dijo Emma tirando de mi hacía una puerta que daba al patio trasero. —Tenemos una piscina climatizada, y seguro que Alex ya la ha limpiado y mis hermanos están nadando.
No dije nada y la seguí, el jardín era más grande de lo que había pensado, tenía una zona de barbacoa, un pequeño arenero con cubos de playa y rastrillos, y la gran piscina que en ese momento estaba cubierta por una gran cúpula.
— Joder. —Dije cuando Emma me enseñó a entrar dentro de la cúpula.
— ¿Es guay verdad? —Me preguntó.
Pero no me dio tiempo a contestar cuando una pequeña voz chillona empezó a venir corriendo hacia mí.
— ERIIIICK. —Dijo Candice con los brazos en alto para abrazarme.
— Hola pequeña. —Dije cogiéndola con cuidado en brazos, aunque eso supuso empaparme toda la camiseta. —Sí parece que has crecido unos cuantos centímetros más.
— Si. —Dijo con una sonrisa radiante.
— ¡Hola Erick! —Gritó Alec desde la piscina donde estaba jugando con la pelota.
— ¿Qué tal campeón? —Dije dejando a Candice en el suelo y acercándome a chocarle la mano a Alec.
— ¿Dónde está Alex? —Preguntó Emma a mi lado.
— Está en el motor. —Dijo Alec señalando una pequeña caseta que había dentro de aquel sitio.
— Decir que sonaba raro. —Dijo Candice haciendo una graciosa mueca y tirándose a la piscina.
— Hola Emma. —Dijo un chico unos años mayor que nosotros, saliendo de la casetilla.
— Hey Alex. —Dijo ella saludando con la mano. —Este es Erick.
— Encantado. —Dijo sonriéndome, con una sonrisa de modelo.
— Lo mismo digo. —Dije algo seco.
— Bueno, nosotros estaremos arriba, cualquier cosa me avisas. —Dijo Emma mirando a Alex, o más bien sus abdominales, porque iba sin camiseta.
Era una descarada.
— Está bien, no te preocupes.
— ¿Erick se queda a cenar? —Preguntó Alec.
— La verdad es que...
— No puede. —Acabó Emma por mí. —Erick tiene muuuchos exámenes que estudiar.
— Pues otro día. —Dijo Candice encogiéndose de hombros.
— Otro día. —Dijo Emma sonriendo y tirando de mí fuera de la piscina.
— ¿Y si me quería quedar a cenar? —Pregunté ya fuera.
— No puedes.
— ¿Por qué no? ¿Acaso no tengo voz ni voto? —Dije poniendo mala cara mientras entrabamos a la cocina. —A tus hermanos les caigo genial.
— Se creen que eres mi novio. —Dijo agachándose a coger un paquete de galletas de un cajón. —Además mi padre cena con nosotros esta noche.
— No me importa. —Mentí, aunque realmente solo de pensarlo me temblaban hasta las piernas.
— Ya claro... —Dijo sonriendo.
— Lo que pasa es que no quieres que me quede aquí, porque te pongo nerviosa.
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Quererte sin querer
RomanceEmma, soñaba con un amor de libros, donde la protagonista lo daba todo por el chico del que estaba enamorada. Pero se dio cuenta que en la realidad eso no existía, que no eran más que cuentos, que se le contaban a los niños para hacerles creer que e...