CAPÍTULO EXTRA

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Erick Reed

— Harry, estate quieto. —Dijo Gress mientras su hijo corría de un lado para otro en la sala de espera.

— Me aburro. —dijo el pequeño, tirando del pantalón de su padre.

— Juega con el tío Erick.

— ¿Conmigo? —pregunté.

— Anda, llévatelo un rato fuera que juegue, y así entro yo con su madre.

El pequeño Harry me miraba con los ojos abiertos como platos, esperando mi respuesta.

— Bueno, vamos fuera diablillo.

Cogí a Harry en brazos y salimos del hospital.

Morgan estaba a punto de tener a su segunda hija, y Gress estaba de los nervios. Después de su boda, a los meses nació Harry, que tenía ahora cinco años, y un año después anunciaron que esperaban a otro bebé. Y aquí estábamos, esperando a que la pequeña Olivia naciera.

— ¿Y la tía Emma? ­—me preguntó Harry mientras nos sentábamos en un banco.

— Está trabajando, en un ratito vendrá con la tía Hazel y el tío Jason.

— ¡¡¡Bien, el tío Jason!!! —y es que no sabíamos cómo, pero Jason tenía un don especial para los niños, tanto era así, que cuando Harry era un bebé él era el único capaz de calmarlo.

— ¿Por qué no vas a jugar a los columpios? —dije señalando el parque que teníamos en frente.

Harry asintió de inmediato y salió corriendo hacia el parque. Así que aproveché y llame a Emma por teléfono.

— Hola amor. —dije cuando descolgó la llamada.

— Hola, ¿ya ha nacido Olivia?

— Aún no, los médicos han dicho que lo más seguro es que sea esta noche.

— Pobre Morgan. —dijo soltando un suspiro. —¿Y Gress y Harry, como lo están llevando?

— Gress está que se sube por las paredes y Harry... es Harry —dije soltando una carcajada. —Ahora estoy con él fuera, jugando.

— Te toca hacer de niñero.

— Era eso o Gress iba a encerrar a su hijo en una habitación.

— Voy a pasar por casa antes de ir allí, ¿quieres algo?

— No hace falta. —dije mientras Harry me saludaba con la mano y yo le devolvía el saludo. —Emma, ¿sabemos algo de la carta?

— Aun no. —dijo nerviosa. —Creo que llegaba mañana.

— Está bien. —dije sonriendo. —Nos vemos ahora amor.

— Adiós.

Después de un rato jugando, Harry y yo nos fuimos a la cafetería del hospital, para que Harry se pidiera algo para merendar.

— Eso. —dijo señalando una magdalena de chocolate.

— Póngame tres de esas. —le dije a la camarera.

Pagué y nos fuimos hacia la sala de espera. Harry iba dando saltitos de felicidad mientras miraba a todos lados y mordía su magdalena.

— Mira papá. —dijo enseñándole la magdalena a su padre. —El tío Erick tiene una para ti.

— Gracias. —dijo Gress mientras cogía la magdalena que había comprado.

— ¿Sabes algo? —le pregunté sentándome a su lado.

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora