CAPÍTULO 49

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Los consejos de una madre siempre son sagrados.

Erick Reed

El martes por la mañana pasó deprisa, Los exámenes por fin habían acabado, y a tres día de acabar las clases, ya podíamos respirar de nuevo, disfrutar de nuestros amigos, antes de que cada uno de nuestros caminos se separasen.

Esa misma mañana, el padre de Emma me había mandado un mensaje, diciendo que las respuestas a la denuncia que habíamos puesto, ya estaban llegando. Según lo que me dijo Rain, y que ella había escuchado de sus padres, estaban muy decepcionados con Pol, pero que aun así no se creían que su hijo hubiera hecho eso queriendo, lo achacaron todo a una borrachera y pelea de niños. Así que solo nos faltaba esperar a que el juez hiciera su trabajo y aceptara el caso, para demostrarles a los padres de Pol que no fue una borrachera o pelea de niños. Mientras eso pasaba y no, tenía que pensar la forma en el la que contarle a Emma todo lo de San Francisco.

Sabía que Gress y Rain tenían razón, y lo peor que le podía hacer a Emma era ocultárselo antes que contarle la verdad, pero no podía, y eso que ya lo había intentado, cada vez que iba a empezar la conversación acababa echándome atrás.

Sacudí la cabeza y me levanté de la cama, para salir al balcón de mi habitación. El tiempo ya era casi de verano, las temperaturas habían subido, los días eran más largos, la gente ya llevaba puesta ropa de verano... El tiempo había pasado demasiado deprisa, ya me había hecho a este sitio y el tener que irme, me hacía sentir fuera de lugar, como si el disfrutar los días aquí, fuera un mero recordatorio de que esto se acababa y que no iba a durar.

Me apoyé con los antebrazos en la barandilla, cuando levanté la vista hacia el edificio de las chicas, alguien me saludó enérgicamente desde uno de los balcones, y al instante el teléfono me empezó a sonar.

— Hola. —Dije cuando descolgué la llamada.

— Hola. —Me dijo Emma mientras volvía a saludar con la mano.

— ¿Cómo tú por aquí? —Le pregunté, ya que llevaba estas últimas semanas en su casa.

— A penas quedan pocos días para que esto se acabe, y quería aprovechar.

— Normal. —Dije.

— ¿Todo bien? —Me preguntó.

— Quizá si estuvieras aquí conmigo. —Dije sonriendo.

— La verdad es que la tentación de estar en la misma habitación que tu... es fuerte. —Dijo soltando una carcajada.

— Mañana vas a tener que estar conmigo en nuestra cita.

— No es una cita. —Dijo Emma.

— Lo es Emma.

— Sea lo que sea ¿Qué tengo que llevar?

— ¿De qué? —Pregunté.

— De ropa y todo eso, no quiero ir a un restaurante en deportivas, tendré que saber dónde me llevas.

— Ya sabes que soy más partidario de verte sin ella... —Emma me sacó el dedo desde el balcón. —Que grosera. —Dije haciéndome el ofendido.

— Te lo has buscado tu solo.

— Está bien. —Dije soltando una carcajada. —Puedes venir como quieras, no voy a llevarte a ningún sitio pijo.

— ¿Y no me puedes decir dónde?

— Si no, no sería una sorpresa, amor.

Iba a contestarme cuando se giró hacia el interior de la habitación y hablaba con alguien.

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora