CAPÍTULO 16

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Unos moteros muy sexys.

Erick Reed

Recién levantados, Gress y yo llevábamos más de veinte minutos sentados en los sofás del fondo del pasillo, decidiendo de qué nos íbamos a disfrazar esta noche.

— ¿Y si nos disfrazamos de magos? —me propuso Gress.

— No.

— ¿Futbolistas?

— No. —volví a contestarle, negando con la cabeza.

— Tío, pues di tú alguno. —Dijo ya desesperado ante mi negación. —Porque a mí ya se me agotan las ideas.

— Si hubiéramos quedado antes para organizarlo, ahora sería más fácil. —le respondí.

— Tú eras el que estaba ocupado ayer haciendo manitas con Emma.

— No hicimos manitas. —Le lancé un cojín que consiguió esquivar. —Además, que tuvimos toda la semana, no solo ayer.

— Entonces, ¿vamos de futbolistas?

— No —Gress se recostó en el sofá y se echó las manos a la cara. — ¡Ya sé! —dije de repente.

— ¿Qué pasa?

— Moteros. —dije ilusionado mientras Gress fruncía las cejas sin entender. —Podemos disfrazarnos de eso, imagínatelo; chupas de cuero, pantalones negros, una camiseta blanca, botas negras y gafas de sol.

— Suena... Increíble. Aunque nos faltaría la moto. —dijo y empezó a reírse.

— No. —contesté con una sonrisa.

— ¿De qué hablas Erick? —dijo confundido.

— Verás... Cómo te explico esto... tengo una moto.

Pude ver cómo las pupilas de sus ojos crecían al mismo nivel que su boca se abría poco a poco.

— ¿Me estás diciendo que tienes una moto aquí y no la estamos aprovechando?

— Para el freno —le dije. —me llegó ayer, no había tenido tiempo para contártelo.

— Quiero verla. —agregó, casi como una súplica.

— Está bien, vamos. —dije entre risas mientras nos levantábamos.

La moto había sido un regalo de mis padres por mi cumpleaños, que, aunque quedaban unas horas, ellos ya la habían mandado para que la probara.

Cuando Mary me llamó diciendo que había llegado algo para mí, pensé en una caja llena de pastillas que mi madre me habría mandado, pero en cuanto salimos fuera del edificio para ir al parking, supuse que sería.

Mi familia, tenía la costumbre de que a los 18 sus hijos tuvieran su propio vehículo, a mis hermanos le regalaron una moto y un coche a cada uno. A mí solo la moto, aunque cuando estaba aún en casa, ya usaba una vieja que tenía mi hermano.

Gress y yo llegamos al parking interior que tenía la residencia, y le conduje hasta donde estaba aparcada la moto. Estaba en el fondo cubierta con una gran lona blanca.

— Levanta la lona, ¿A qué esperas? ¿A qué me dé un paro cardíaco? —me dijo casi como una orden, así que no lo hice esperar más y la levanté.

Si no fuera imposible, juraría que los ojos se le habían salido completamente de la órbita, y la mandíbula casi tocaba el suelo.

— Esto es increíble. —balbuceó. — ¿Eres rico y me acabo de enterar?

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora