CAPÍTULO 25

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Déjame ayudar a curar tus heridas.

Erick Reed

— Vamos tío, abre ya. —escuché a Gress mientras volvía a tocar la puerta.

— Perdona. —dije abriendo la puerta y acabando de bajarme la camiseta que había cogido de mi armario. —Me estaba vistiendo.

— Estaba llegando a pensar que pasabas de mí. —dijo y entró a la habitación.

— Que va.

— ¿Tan fuerte pega Pol? —dijo mirando el golpe de mi nariz, que aún seguía un poco roja.

— Tampoco me dio tan fuerte. —Me defendí.

— Ya bueno. —Dijo cambiando de tema y tumbándose en mi cama. —Solo me pasaba para decirte que si quieres hacer algo especial por tu cumpleaños.

— Gracias tío, pero ahora mismo tengo muchas cosas que hacer y no me apetece mucho.

— ¿Seguro que estás bien? No conozco a nadie que no le apetezca celebrar su dieciocho cumpleaños.

— No me apetece. Lo siento.

— Bueno. ¿Si te pasa algo me lo contarás?

— Si...

— Pues entonces me voy ya. —dijo y se levantó de la cama. —Espera un segundo.

— ¿Qué pasa?

— No habrás vuelto a tener una recaída.

— No. Hace meses que no me pasa. —Hablé bajito.

— Tú tómate las pastillas y no hagas tonterías. —Me advirtió.

— No, y si no te importa. —Abrí la puerta. —Tengo cosas que hacer.

— Me imagino. —Dijo mirando la bolsa con las cosas de Emma encima del sofá y cruzó el pasillo hacia su habitación.

— No es lo que parece.

— Ya ya... —Dijo abriendo su puerta y entrando.

Cerré la puerta y me quedé con la frente pegada en ella, deseando que Emma no hubiera escuchado nada de lo último que había hablado con Gress, o si por lo menos lo había hecho, que no preguntase. Hoy por lo menos no.

Iba a girarme cuando unas pequeñas manos empezaron a rodearme, Emma apoyó su cabeza en mi espalda mientras me seguía abrazando.

— El día que nadie toque esta puerta en momentos importantes. —Dije y me giré. —Voy a hacer una fiesta

— Me parece bien. —Sonrió.

— ¿Por dónde nos habíamos quedado? —Pregunté divertido, mientras la cogía bocabajo y la tumbaba en mi cama.

— ¡Erick! —Dijo ella sorprendida mientras se reía a carcajadas. Y yo no pude dejar de mirarla. —No me mires así.

— ¿Cómo?

— Como si esto fuera lo mejor de tu vida.

— Lo es. —Confesé y me incliné hacia delante dejando mi cuerpo encima del suyo, sin dejar demasiado peso, para besarla. Pero antes de que pudiera, puso su mano en mis labios. —Oye. —Me quejé.

— Erick. —Dijo y me apartó de encima haciendo que me quedara sentado a su lado. —No quiero que lo pases mal.

— Emma, te lo dije cuando hablamos por teléfono, puedo esperar el tiempo que haga falta. —Le sonreí.

— Pero no sé cuánto tiempo será eso. —Dijo angustiada. —Quizá sea hoy, mañana, dentro de dos meses o dentro de tres años. Y no quiero hacerte daño.

— Emma, esto que siento ahora mismo, es lo más fuerte y real que he sentido nunca. Creo que puedo esperar el tiempo que haga falta. —Dije y coloqué mis manos en su cara. —Y si no puedo esperar, te lo diré y volveremos a ser amigos.

— No es justo para ti. —Susurró.

— Nada es justo Emma, pero prefiero romperme mil veces, antes de que tú lo hagas ni si quiera una vez. —Dije y le dejé un pequeño beso en los labios. —Ya va siendo hora de que alguien te respete lo suficiente y mire por ti.

— Está bien. —Dijo. —pero solo si tú me dejas cuidar de ti también.

— Emma, estoy bien. —Dije soltando una carcajada.

— No lo estás, solo me ha hecho falta verte hace un rato para saber que algo no iba bien. —Dijo y me miró de una forma diferente. —Y bueno, lo que ha dicho Gress, supongo que será por algo que te pasa ¿no?

— Emma. —Esta vez fui yo el que se alejó. —Estoy bien.

— Erick, déjame ayudarte.

— No quiero la ayuda de nadie. —Le dije con un tono más frío de lo que quería y levantándome de la cama.

— Pues no lo parece.

— Estoy bien.

— Deja de decir algo, que evidentemente no es verdad. —Me dijo cruzándose de brazos. —Desde que llevo aquí solo te he visto sonreír cuando hablábamos de mí o cuando nos hemos estado besando, y no quiero que pienses que soy una egocéntrica por decir esto. —Me señaló en modo de advertencia. —Pero joder, siempre que vamos a hablar de ti, de tu vida o algo relacionado con eso; o me cambias de tema, o te vuelves un borde o ni me contestas. Y no es justo que anoche me abriera contigo, y ahora solo por querer ayudarte, vuelve el Erick frío y el Erick de "Mi vida es la más incomprendida del mundo y he pasado por un montón de momentos que no vas a entender" —dijo imitando mi voz con esto último. —Entiendo que haya cosas que no me quieras decir, pero solo te estoy pidiendo un poco, para poder ayudarte, para poder entenderte, para que puedas ser feliz y no solo a costa de lo que sientes por mí. 


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Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora