CAPÍTULO 41

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Hogar dulce hogar.

Emma Walsh

Después de salir de la habitación de Erick, me pidió que hiciera pasar a Rain y a las chicas para contarles todo lo que había pasado. Pero yo no pude quedarme ahí, sabía que quizá mi mejor amiga necesitaba mi apoyo para escuchar la crueldad que le hizo pasar Pol y sus amigos a Erick, pero yo no podía volver a escucharlo.

Porque me sentía culpable, porque si eso había llegado a ocurrir; fue porque si aquella mañana que Pol apareció en mi puerta para perdonarme, hace ya unos meses, yo hubiera zanjado mis sentimientos con él definitivamente, esto no estaría pasando.

Salí del hospital, y una ola de frío, me hizo estremecerme. Saqué el teléfono y después de varios minutos pensando, tomé la mejor decisión.

Marqué un número de teléfono y tras media hora, un coche me pitaba desde la acera de enfrente.

— Hola Emma.

— Hola papá. —Dije entrando al 4x4 de mi padre. —Gracias por venir a por mí.

— ¿Todo bien? —Dijo mirándome, antes de volver a poner el coche en marcha.

— Sin más. —Contesté.

— ¿Lo hablamos después?

Asentí.

— ¿No has cenado?

— Ni comido. —Dije yo.

— ¿Pedimos unas hamburguesas?

— Está bien. —Dije sonriendo, por primera vez desde que había llegado allí.

— Ven aquí. —Me dijo estirando el brazo hacia mí, para acurrucarme. —Te echaba de menos princesa.

— Papá... —Me quejé yo, ante el ridículo apodo que me tenía desde que era pequeña.

— Siempre lo vas a ser. —Dijo, dejándome un beso en la frente y arrancando el coche. —Pero no se lo digas a Candice.

Yo solté una carcajada y dejé caer mi frente sobre la ventana.

Tras un largo camino hacia la hamburguesería, por fin llegamos y mi padre no tardó ni diez minutos en pedir tres menús infantiles de esos que llevan juguetitos, y dos menús para adultos.

— ¿Es qué mamá e Ivy no están? —Pregunté mientras esperábamos a que nos dieran el pedido.

— Las cosas han cambiado desde que no estás.

Esa respuesta, hizo que me diera cuenta de que hacía meses que no había visto o hablado con mi padre, o que no había ido a casa.

— Lo siento. —Dije, sabiendo que él sabía a qué me refería.

— No te preocupes Emma. —Dijo mirándome. —Nunca te lo hemos puesto fácil.

— No es verdad papá.

— Lo es cariño, siempre hemos cargado un peso en ti que no te merecías. Y todo ese peso conllevaba cosas horribles.

— Papá, los dos sabemos que esas cosas no dependían de ti.

— Pero Emma, tampoco es cuestión de echarle la culpa a otro. —Dijo muy serio. —Las decisiones en casa las tomamos tu madre y yo juntos, así que la responsabilidad de los actos es de tu madre y de mí.

La cajera nos dio los pedidos, y mi padre se puso de nuevo en marcha.

— ¿Y si Ivy y mamá no están, mis hermanos están solos?

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora