Como si esta fuera a ser la primera vez y no la última.
Erick Reed
El sol no había salido aun, debían de ser las cinco de la mañana, el cuerpo de Emma, estaba pegado al mío. Había pasado toda la noche durmiendo entre sollozos y lágrimas, de hecho, a eso de las dos de la madrugada, se despertó de golpe por una pesadilla. Se calmó y a los cinco minutos ya dormía de nuevo, pero yo... ya no fui capaz de dormir más, podía sentir su corazón alterado, la humedad de sus mejillas al acariciarlas, el cómo se aferraba a mi cuerpo como si aquella sensación de cercanía fuera efímera.
Con mucho cuidado, la separé de mí y salí de la cama, me volví hacia ella, le dejé un beso en la frente y salí en silencio de la habitación.
No sabía cómo sentirme después de lo de ayer, todo el mundo se me estaba viniendo abajo, pero sabía que debía mantener la compostura, porque si los demás vieran el cómo me afectaba, sería mucho peor.
Nunca había sido de contar mis problemas, de hecho, no me había hecho falta expresarlos nunca, ya que me acababa olvidando de ellos o simplemente prefería dejarlos ahí, pero esta vez estaba siendo más complicado. Quería soltar todo lo que sentía, liberarme para así poder liberar a los demás conmigo y sentirme mejor. Pero no podía.
Bajé hacia la cocina y me preparé un café, me senté en la barra de la cocina, dejando los pies colgando y me lo tomé. No sé cuantos minutos pasaron, hasta que unas manos me recorrieron la espalda.
— ¿Por qué no estás en la cama? —Pregunté al ver a Emma, pasando por mi lado y poniéndose entre mis piernas.
— No estabas. —Me contestó.
— No podía dormir más.
— ¿A caso has dormido? —Me preguntó poniéndome las manos en las mejillas.
— No. —Dije. —No podía dejar de mirarte.
— Bajé de la encimera y la rodeé con los brazos, haciendo que me abrazara.
— Vuelve a la cama. —Dije acariciándole la espalda. —Te hago el desayuno y te lo llevo.
— Pero te quedas conmigo, ¿no?
Asentí mientras la veía desaparecer por la puerta de la cocina. Preparé el desayuno para Emma y subí a mi habitación. Cuando entré, la habitación estaba vacía, así que dejé la bandeja en mi escritorio y fui a buscarla.
— ¿Emma? —Pregunté.
— Aquí. —Dijo desde la habitación donde estaba mi planetario.
La puerta estaba entreabierta, así que antes de entrar, me asomé; por la ventana ya empezaba a amanecer y Emma, estaba de pie en mi habitación observando todo con cautela.
— Es precioso. —Dijo girándose hacia mí. —Y espiar es de mala educación.
— Me gusta mirarte. —Dije sonriendo y acercándome a ella.
— ¿Te dedicaras a algo de esto?
— No lo sé, adoro la astrología, pero no sé si haré algo relacionado con esto.
Me giré hacia una de las paredes donde tenía miles de recortes de planetas, estrellas, de la NASA...
— ¿Desde cuándo te interesa lo relacionado con la astrología?
— Desde pequeño, una vez en la televisión salió un documental de la NASA, y desde entonces...
— Que guay. —Dijo yendo hacia un escritorio que había allí. —¿Eres tú? —Preguntó levantando un marcos de fotos.
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Quererte sin querer
RomanceEmma, soñaba con un amor de libros, donde la protagonista lo daba todo por el chico del que estaba enamorada. Pero se dio cuenta que en la realidad eso no existía, que no eran más que cuentos, que se le contaban a los niños para hacerles creer que e...