CAPÍTULO 40

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Aprender a querer.

Emma Walsh

Abrí la puerta despacio y me asomé a la habitación, no había nadie sobre la cama, pero escuchaba como del baño, el agua de la ducha caía.

En silencio cerré la puerta y me senté sobre la cama de Erick, dejando las piernas colgando. Estuve allí unos cinco minutos hasta que la ducha dejó de sonar y la puerta del baño se abrió.

Erick, al verme ahí sentada en su cama, soltó una pequeña carcajada.

— Dios mío ¿acaso te has peleado con un gato? —Dijo señalando mi pelo.

Tenía los rizos más rebeldes de lo común y encima llevaba un moño mal hecho, que, al haberme quedado dormida en ese sofá, se había quedado peor aún.

— Me das el susto de mi vida y lo primero que haces es meterte con mi pelo tan tranquilamente... —Dije levantándome con los brazos cruzados. —Te odio.

— No me odias. —Dijo acercándose a mí.

— Si lo hago. —Le aseguré cuando estaba a centímetros de mí.

— ¿En serio? —Susurró con sus labios rozando los míos.

— Claro que no. —Dije y le cogí del cuello poco a poco atrayéndolo hacia mis labios. Y lo besé con cuidado. —No sabes lo mal que lo he pasado. —Dije en un susurro separándome de él.

— Amor, ya ha pasado todo.

— Esto ha sido mi culpa. —Le dije. —Si yo no te hubiera hablado así ayer... todo esto no habría pasado.

— Emma, no hagas eso.

— Erick, si te hubiera llegado a pasar algo... yo...

— No ha pasado, así que ya está.

— Quiero que me digas lo que piensas, quiero o que me odies por cómo te traté o que me perdones... quiero cambiar esto.

— Emma...

— Solo quiero que esto sea de verdad. Sin helados de la concordia, sin polvos después de discutir... hoy quiero hacer las cosas bien.

— Emma... —Repitió.

— Sé que no eres él, eres Erick. Mi novio. El chico al que quiero, quien me ha enseñado un nuevo mundo, el que ha luchado por mí y le ha plantado cara al gilipollas de mi ex. El que me dejó ver su fragilidad, su interior, su vida, el que me provocó delante de un restaurante. —Dije sonriendo al decir eso ultimo. —Quien se quedó conmigo después de pegar a mi hermana, el que me bañó estando borracha para que me sintiera mejor, el que me roba besos en los ascensores... Eres tú Erick. Y todo lo que dije no era cierto. Me gusta ir a pasear de la mano, ir a leer al parque contigo, que vayamos al cine, que no todo sea superficial... Y si dije lo que dije, no fue porque el problema fueras tú, el problema era yo. —Cogí aire antes de seguir— El problema soy yo, porque me da miedo que esto no sea real, y que se vaya a la mierda porque no sé cómo querer bien.

— Emma. —Dijo él sonriendo. —Tú no eres el problema de nada. El problema es que nadie te ha enseñado a como querer bien, te han tenido siempre en segundo plano y eso no es tu culpa, es de las mierdas de personas que te han dañado.

— Lo siento, pero no puedo.

— No pasa nada Emma. —Dijo cogiéndome de las mejillas. —Creo que es necesario.

— Sé que no me pasa como la frase que te leí. Sé que no necesito quererme a mí misma para quererte a ti. Lo que necesito es pensar y aclararme en saber diferenciar lo que es bueno y lo que es malo en mi vida. Y para eso necesito tiempo.

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora