EPÍLOGO

41 8 1
                                    

7 años después.


Emma Walsh

El sofocante calor de California me sorprendió nada más salir por la puerta del aeropuerto, mi padre me había dicho que el mes de septiembre en San Francisco, era algo caluroso y con las noches refrescantes. Pero como tampoco iba a pasar mucho tiempo allí, tampoco me preocupé.

Levanté la mano para parar un taxi, el taxista bajó para guardar mi maleta y le indiqué el hotel al que me tenía que llevar, el hombre me dijo que esa zona era una de las más caras de San Francisco, pero también de las más bonitas. Pero no me sorprendió, ya que los seis años que llevaba trabajando en el catering de Lucian Campbell, todos los sitios a los que había viajado, eran destinos de lujo.

Y es que después de acabar el instituto, no fui a la universidad; me tomé un año sabático viajando en coche de allá para acá sin un destino fijo. Así estuve unos tres meses más, hasta que mi padre me bajó de las nubes en las que estaba y me obligó a empezar a enmendar mi futuro. Así que los siguientes meses los pasé buscando que hacer, donde ir...

Una tarde mi padre llegó a casa con un cliente que tenía un catering, al pobre hombre le había estafado uno de sus empleados más cercanos. Mi padre me llamó a su despacho y me presentó al señor Campbell. Él me dijo que buscaba a alguien joven dispuesto a viajar a cualquier lugar del mundo, como representante de su catering en las entregas internacionales. Yo por mi parte le dije que me lo pensaría, porque realmente era una decisión bastante importante.

Además, estaba saliendo con Alex, el chico que cuidaba a mis hermanos. Al principio nuestra relación se basó en conversaciones profundas cuando mis hermanos ya estaban dormidos, después fueron roces involuntarios que hacían que se creara mucha tensión entre los dos... Así que un día cuando los dos salimos a tomar algo y después me invitó al apartamento que se había alquilado, a tomar algo más... nos acabamos acostando. Y eso es lo que hicimos durante un mes, quedábamos, veíamos películas, salíamos a cenar, teníamos sexo... pero nada serio. Hasta que una tarde fui a su apartamento después de salir a correr, y me pidió salir. La vida con Alex, era muy sencilla, él tenía lo que me faltaba a mí y yo lo que le faltaba a él, es decir, que no nos costó a penas convivir juntos o complementarnos. Lo que me llevó a tomar la decisión de proponerle que se viniera conmigo si aceptaba el trabajo de Lucian Campbell.

Y eso fue lo que pasó, con una maleta y una mochila cada uno, nos fuimos donde los encargos nos llevaban. Al principio fue fácil, estuvimos por Italia, Alemania, España, Londres, Marruecos... miles de sitios con encanto. Y adoraba mi trabajo, el no tener que vivir en el mismo sitio tanto tiempo, conocer nuevos lugares, el no tener una rutina...

Lo pasamos bien los dos primeros años, pero cuando cumplí los 21, Alex me regaló un viaje a casa, para pasar las vacaciones con mi familia. Y una vez de nuevo en ese apartamento donde empezó nuestra historia, me dijo que necesitaba estabilidad, un sitio donde formar una familia los dos juntos, vivir juntos en una casa a la que podamos llamar nuestra... pero yo no podía, aun no. Toda mi vida había estado perdida en cuanto al futuro se refiere, y por una vez que estaba haciendo algo que me gustaba, no iba a dejarlo. Así con todo el dolor de mi corazón, dejé a Alex en casa y me fui a seguir viajando por el mundo.

El taxista me movió un poco el brazo para despertarme, porque me había quedado dormida en el trayecto.

— Hemos llegado a su hotel. —Dijo el hombre con una sonrisa.

Bajé del coche, y creo que se me cayó la mandíbula al suelo, cuando estuve delante del hotel. Aquel lugar era como una mansión sacada de las películas o libros que me gustaban.

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora