CAPÍTULO 8

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Cuatro paredes.

Erick Reed

Había pasado un rato desde que me había acostado. Después de media hora acostado, me acordé de que me tenía que tomar las pastillas, así que en silencio me acerqué a mi maleta, aun llena de cosas, y estuve rebuscando. ¿Cómo se podía perder una caja de pastillas si no la había sacado de allí?

Escuché como Emma se removía en la cama y me giré por miedo a haberla despertado con el ruido que hice al rebuscar.

Como no encontraba nada, decidí acostarme de nuevo a ver si relajándome podía recordar dónde estaban o dónde las podría haber dejado.

Mi desesperación aumentaba por horas, la cabeza me daba vueltas, sentía que en cualquier momento me iba a desmayar, necesitaba tomarme esa maldita pastilla. Cansado de no poder descansar, me levanté, me vestí y con mucho cuidado de no hacer ruido, salí de la habitación.

Esas cuatro paredes que me rodeaban me estaban matando, a pesar de tener a Emma allí.

Al bajar las escaleras, vi como en recepción había un guardia dormido sobre el mostrador. Si sus jefes se enterasen de como cuidaba la residencia, creo que no seguiría trabajando allí.

Así que, gracias a la gran "ayuda" de aquel guarda por quedarse dormido, me fue muy fácil salir del edificio. Una bocanada de aire frío me dio en la cara como una gran bofetada.

— Hace mucho frío como para salir así. —oí que me decía un chico seguramente más mayor que yo, que estaba sentado sobre el bordillo de la entrada.

— Ahora mismo lo único que no siento es frío.

— Parece que tienes problemas. —dijo dándole una calada a su cigarro.

— Digamos que sí.

— Nos acabamos de conocer, pero...

— ¿Me puedes dar uno? —señalé su cigarro interrumpiendo lo que me decía.

— Claro, sírvete. Aunque no sé si alguien tan joven debería tomar esto.

— Tengo casi 18 y peores cosas he probado. —había encendido ya mi cigarro, me lo acerqué a los labios y aspiré con más ganas que nunca, hacía mucho que no probaba uno.

— Parece que alguien tenía mono.

— Ayuda con mis problemas.

— Pues si alguna vez necesitas algo más fuerte para solucionar tus problemas, solo búscame en la planta 5 la puerta 153. —dijo mientras me guiñaba un ojo y se levantaba del bordillo donde estábamos los dos sentados. —soy James.

— Soy Erick —le contesté.

— No te había visto nunca por aquí.

— Soy nuevo.

— Pues me alegro de conocerte. —sonrió.

— ¿Y tú no eres muy mayor para estar en esta residencia?

— La residencia no es solo para la gente del instituto, hay gente de aquí que vamos a la universidad.

— Yo también me alegro de haberte conocido. —le dije finalmente en modo de despedida, ignorando lo que me había dicho.

— Adiós novato. —me dijo para después darme una palmada en la espalda.

Escuché como James se iba y entraba a la residencia. me había quedado allí solo. Miré mi reloj que marcaba las tres de la mañana, y a pesar de ese rato que llevaba fuera, no me tranquilicé, al contrario, fue a peor.

Quererte sin quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora