Cap. 4 - Historia De Amor Y Enemigo Declarado

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Se detuvo nuevamente, me miro por unos instantes, se veía aturdido, tal vez un poco nervioso, empezó a caminar hacia unas bancas cerca y yo lo seguí, debo admitir que tenía miedo de lo que me quería decir, podría esperar cualquier cosa, tal vez ya no quería verme de nuevo. No somos nada después de todo, no lo culparía, soy yo quien se hizo ilusiones.
Me senté a su lado y no aparte la mirada de él, ¿qué quería decirme?

—¿Pasa algo? —pregunté al ver que no decía nada.
—Kikyo —comenzó, sabía que algo andaba mal, y más cuando la menciono, era obvio que si tenía algo que ver con ella significaba que se acabó, adiós a una historia de amor que solo yo imagine, volveré a mi vida de antes, yo no sabría de él ni él de mí— Se acabó todo —espere muchas cosas menos algo como esto, decidí escuchar y no interrumpirle— hoy hable con ella, le dije que sólo seríamos amigos, estoy harto de que me trate como si fuera de su propiedad, cuando ni siquiera me correspondía a lo que sentía —su mirada estaba en el piso, se veía triste, derrotado, debe ser muy duro amar a una persona y que esta no te corresponda, pero es más duro, querer dejar de amar a alguien que no te corresponde pero que no te permita ser feliz con alguien más, él la amaba, se le notaba, soy un mal tercio, si hay alguien que sale sobrando en esta situación soy yo.
—Lo siento, veo que estas enamorado de ella, no deberías hacerte esto —dije poniendo mi mano sobre su hombro— Si la amas, ve por ella y dile, ella seguro es fría porque no sabe cómo decirte lo que siente, no te preocupes por lo de hoy, nunca tuve una cita contigo, tú y yo no nos conocemos, así no tendrás problema con ella —cada palabra que decía me dolía, él me gustaba, es una locura pero solo paso, luego de meditar tanto, llegue a esa conclusión, pero ahora, aunque resultaba ser absurdo, era más importante su felicidad.

Él levantó la mirada y me vio con él ceño fruncido, creo que dije algo malo.

—¿Qué dices? —me dijo algo molesto— Ella nunca demostró lo que sentía, ni siquiera un poco, siempre me decía lo ridículo que me veía cada que le demostraba mi amor por ella —se levantó y se puso frente a mi agachándose— No te conozco bien, pero creo que me gustas, aunque seas muy torpe, eres adorable, más cuando muestras lo que sientes, tu nerviosismo cuando hablas rápido, tu vergüenza cuando te sonrojas o como te pones roja cuando te enojas, ella no hace eso, parece un muerto viviente, solo refleja una mirada fría y sombría, quizás eso es lo que vi en ti —feliz, nerviosa, asombrada, sentía muchas cosas en ese momento, pero todo junto dio como resultado que mi cara se pinte de un color rojo o eso creía porque me quemaban hasta las orejas, ante esto traté de taparme con las manos como si pudiera esconder mi reacción— A esto me refiero, eres adorable niña —dijo riendo.

Apartó mis manos de mi rostro y nos miramos nuevamente, estábamos muy cerca, él se acercó más y yo reflejo, me alejé un poco y cerré los ojos.
Los abrí nuevamente al sentir como me daba un beso en la frente, se alejó de nuevo y me abrazó, estaba sorprendida por esto, aun así, no pude evitar corresponder a su cálido abrazo, de pronto el frío que sentía se fue, estábamos en una suave nube color rosa, ¿Por qué rosa? No lo sé, pero me sentía así.

Todas mis inseguridades se fueron en ese instante éramos solo nosotros dos, no existía el tiempo ni nada. Podría jurar que estuvimos así por una eternidad, sentía paz con él, me sentía protegida, sabía que no me haría daño, podía confiar en él.

Lentamente nos alejamos, me miro a los ojos y yo pude admirar el maravilloso color dorado brillante a la luz de la luna de sus ojos, la oscuridad de la noche y la luz de la luna de dieron un brillo especial, tanto como este momento.
Parecía un sueño, alguien tan guapo como él se fijó en una torpe chica como yo, aun es algo increíble.
Nos quedamos así unos momentos hasta que nos separamos.

—Vamos, hace frío, debes ir a casa para que te abrigues —dijo tomando mi mano, camine sin decir ni una palabra, no fue incomodo, al contrario, fue mágico, caminar de la mano me dio seguridad, por primera vez no tropecé en ningún momento, y estaba segura de que, si pasaba, él me sostendría.

Eres Mi MedicinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora