Cap. 13 - No soy él.

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NARRA SESSHOMARU

—¿Segura de esto? —pregunté.

Hace poco salimos de la escuela y ya estábamos frente a la casa de Kagome. Aunque se me olvidó traer algo importante. Valentía. Yo, el gran Sesshomaru Taisho tiene miedo, pero no de cualquier persona, tengo miedo de la mamá de Kagome.

—Estoy muy segura, no sé dónde más podemos ir, no quiero cargar los pesados libros tampoco —tomo su llave para abrir la puerta de su casa— ¿tienes miedo?
—¿Qué? ¡NO! —respondí en un intento de escucharme seguro pero mi voz tembló.
—Aja si, lo que digas —abrió la puerta.

Estaba en territorio enemigo, era muy joven como para morir a manos de la madre del amor de mi vida, por un momento plantee la idea de pintarme el cabello de negro y usar lentes de contacto, maldito Inuyasha.

—¿Planeas quedarte hay todo el día? —desperté de mi debate mental y me adentre en tierras enemigas.
—Me gusta la decoración de tu casa.
—Mi mamá se encarga de cuidar cada detalle —dijo dándome una sonrisa —por cierto, ella está en la cocina, puedes quedarte aquí un momento en lo que subo por mis libros.
—¿Me quedaré aquí solo? —dije, tratando de no mostrar mi miedo.
—Será solo un momento, no te pasara nada —rápido subió las escaleras, sin dejarme la oportunidad de rechazar su petición.

Camine un poco por la sala, había unos muebles grandes, en el centro una pequeña mesa color canela y sobre ella un cuadro familiar.
Estaban Kagome, su madre, un señor de edad mayor que supuse es su abuelo y un niño, quizás un primo o hermano.
A unos pasos había un estante con más fotos familiares, me dio ternura cada una de ellas, habían desde una Kagome de unos cinco años hasta una con disfraz de dinosaurio, reí un poco por la imagen.

En casa también tenemos fotos familiares, no muchas. Desde que mamá murió ya no existen fotos recientes, todas se quedaron desde la última que nos tomamos junto a ella. El tiempo se detuvo luego de eso.

—Joven Taisho —la repentina voz me hizo brincar, giré lentamente encontrándome con la madre de Kagome.
—B-buenas tardes —alcancé a pronunciar. Un par de palabras parecían trabalenguas por lo difícil de decir. Su mirada no era de enojo, pero tampoco eran de felicidad, estaba neutral, una cara de póker, no podía descifrar que me quería decir o hacer— lo lamento, me dio curiosidad y me acerqué, le pido disculpas.

Quizás sea eso, mi curiosidad fue más fuerte, eso pudo molestarla.

—Está bien, no hay problema —solté el aire que tenía en los pulmones lentamente, me salve— ¿dónde está Kagome? —preguntó.
—Subió por unos libros hace un momento, me dijo que la esperara.
—Ya veo, pero dígame —hizo una pausa para acercarse al mueble, mientras que con una mano señaló otro mueble para sentarme —¿qué planea?
—¿Disculpa? —no entendía su repentina pregunta.
—Ya sabes, tengo entendido estudiabas en otro lado y hoy estás aquí en mi casa, ni Inuyasha se atrevió a tanto.
—No sé si sea correcto responder eso —entendía que protegían a Kagome a capa y espada, pero yo no hice nada, no es mi culpa tener un hermano tan idiota.
—Sólo puedo decirle que Kagome me necesitaba para estudiar, esa es la razón por la que estoy aquí.
—Eso lo sé, ¿por qué la extraña cercanía a mi hija?
—Quería concentrarme más en mis estudios y el fútbol no me ayudaba, por eso me cambié de escuela, si esa es su duda.
—Eso lo explica —apartó la mirada de mí, la que me estuvo presionando durante este breve interrogatorio.

Nos quedamos en silencio un momento cuando un golpe se escuchó en la parte de arriba, en el segundo piso, ambos nos pusimos de pie.
La mamá de Kagome corrió para subir las escaleras, yo la seguí pero no llegué a subir, si intentaba subir al menos un escalón, sería una muerte segura.
A lo lejos pude escucharlas.

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