Capítulo 75. El dichoso amor.

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Las dos mujeres siguieron en la misma posición por unos segundos más. Abrazadas, desnudas y cayéndoles el chorro de agua sobre sus exhaustos cuerpos. 

Lorena no quería soltarla, pero entendía que Martina no aguantara más sujetándola. Lo que le sorprendió fue la fuerza que tenía la joven. ¿Cómo, después del desgaste físico que tuvo en el combate, y además de los golpes que recibió, sacó fuerzas para levantarla a ella y hacer lo que habían hecho?.

Ahora sí, Martina la dejó suavemente en el suelo, pero siguió abrazándola. Tampoco quería soltarla. Estando con ella donde estaban, era lo más parecido para Martina a estar en el mismísimo paraíso. La joven no podía estar más feliz. 

-Lorena...No quiero soltarte.

-Y yo no quiero que me sueltes, me tienes a tus pies, guapísima. Me vuelves loca en el buen sentido de la palabra. Cuando estoy contigo haces que sonría como una boba a todas horas. 

-¿De verdad?-Preguntó sorprendida Martina.

-De verdad, cariño. Y ahora que a tu tía le parece bien que estemos juntas, no se me ocurre ningún motivo para volver a separarme de ti.

-A mi tampoco...No me lo creo, Lorena. Volver a tenerte para mí era como un sueño inalcanzable.

-Hay que creer a veces en los sueños, ¿No crees?. Dicen que si un sueño lo deseas mucho mucho finalmente se cumple. 

-Puede ser eso entonces, porque no sabes todas las noches que he soñado contigo, noche tras noche...Siempre el mismo sueño recurrente.

-Yo es que creo que estamos hechas la una para la otra. 

Martina sólo pudo sonreírle ensimismada mientras la miraba. Pensaba exactamente igual que Lorena. 

Después de unos cuantos minutos más, consiguieron salir las dos mujeres de la ducha. Se vistieron y fueron a salir del recinto. Serían las últimas en salir. Pero la estancia en el vestuario les había merecido la pena a las dos. Habían salido de allí más contentas que nunca. Y lo mejor de todo es que salieron cogidas de la mano.

Estando en el parking, Martina se dio cuenta que Carlos aún no había salido de allí. Éste se acercó a la joven y cuando vio que ambas mujeres llevaban el pelo mojado, sonrió maliciosamente y se dirigió a la joven.

-Vaya, Martina, al final sí necesitaste ayuda de la señorita, por lo que veo, no iba entonces mal encaminado..

-Ya sabes tú que sí. Que sin ayuda no hubiera podido ducharme. 

-Bueno, se ve que ha hecho un gran trabajo, saliendo con la sonrisa que llevas en tu rostro, además fíjate que te veo hasta más vigorosa, y después de una pelea, nunca te había visto así-Le dijo mirando a Lorena, y ésta, avergonzada, le retiró la mirada al hombre- Bueno pareja, os dejo. Martina, está bien que hagas hoy más ejercicio del que has hecho...pero tómatelo con calma porque no te vendría mal descansar- Martina miró a Lorena y cuando vio que estaba avergonzada, juró que le diría algo a Carlos cuando se vieran en el entrenamiento. 

Las dos mujeres se despidieron de él y se dirigieron al coche de Lorena. 

-Martina, ¡Qué gracioso tú entrenador!¿no?. 

-Ya hablaré con él cuando lo vuelva a ver. Se ha pasado mucho. 

-No, tranquila, me ha hecho mucha gracia lo pillo que es. Se nota que te quiere ver feliz. 

-Lo sé. Es para mí casi como un padre. Tengo confianza con él y nos llevamos bien. Pero ahora se ha pasado. 

-No se ha pasado, sólo que se habrá dejado llevar por la emoción del momento. Estará contento por tu triunfo, como todos. 

-Si, pero eso no le da derecho a sacarte a ti los colores. 

-Bueno, yo estoy encantada si me los saca contigo. Además, es la segunda vez que me ve a mí con el pelo mojado...

Lorena quería llevarse a Martina a su casa y ser ella la que la cuidara. Así que se animó a sacarle el tema a la joven. 

-Por cierto, cariño, ya oíste a tu tía. No puedes irte sola a tu casa. Alguien tiene que asegurarse de que estás bien. Así que...Yo te puedo tener controlada, si tú quieres.

-¿En tu casa? 

-Sí. Que sepas que yo sólo sigo órdenes de tu tía.  

Martina estaba más feliz que nunca. Iba a volver a ir a casa de su profesora, y ésta la iba a cuidar. Y si la cuidaba como ella pensaba que lo iba a hacer, iba a disfrutar muchísimo de la compañía de Lorena y no iba a querer salir de su casa en todo lo que quedaba de domingo.

-Si, claro que quiero que tú me cuides. No encuentro mejor enfermera para que lo haga. 

-Bueno, no sé si la vas a encontrar, lo que sí te aseguro que no te voy a dejar sola ni un segundo y que cada dos por tres me va a tocar revisarte enterita para asegurarme que toda tú estás perfectamente. 

-Vaya sí que eres una enfermera muy aplicada. Y yo por supuesto seré una enferma que me dejaré hacer todo lo que tú me digas. 

-Así me gusta, Martina. Que te dejes hacer, verás lo bien que lo vamos a pasar. 

Las dos se subieron al coche de Lorena y se dirigieron a su casa. Mientras la profesora conducía, Martina quiso revisar si tenía algún mensaje de Sofía. Tenía muchos mensajes de personas que la felicitaban por haber ganado el combate. Y sí, tenía mensajes de sus amigas y de su tía. Fue directamente a los mensajes de Sofía. 

"Martina, espero que Lorena te haya ayudado a ducharte y os hayáis dejado llevar por la pasión que sentís la una por la otra. Sólo hay que miraros unos segundos para darse cuenta lo precioso y especial que hay entre vosotras. Hacéis una pareja ideal. Que lo sepas. Bueno, te quiero y disfruta con sus cuidados en su casa, pero mañana te quiero en la universidad para que me cuentes con pelos y señales". 

Martina sólo pudo sonreír mientras leía el mensaje de su amiga. Esa amiga era un tesoro muy valioso para ella. Era la amiga que todos querían tener. Sabía que siempre iba a estar a su lado, como ella también estaría siempre para Sofía. De eso no le cabía la menor duda. 

-¿Por qué sonríes así, si se puede saber, preciosa?.

-¿Por qué sonrío? Lo primero de todo, porque estoy enamorada de una mujer impresionante. Y lo segundo, por un mensaje de Sofía. Que me deje llevar por la pasión que siento por ti…

-¿Y sientes pasión por mí? .Vaya, me parece a mí que estaban todos compinchados para que tú y yo nos volviéramos a juntar. 

-Sí...Pienso lo mismo, Lorena. Lo han hecho todo adrede. Y si, en la vida he sentido por alguien lo que siento por ti.

-Es mutuo, Martina. Y a mí me encanta que lo hayan hecho así...Eso es porque saben que tú y yo debemos estar juntas, y porque se preocupan por nuestra felicidad. 

Martina y Lorena se miraban mutuamente atontadas y completamente enamoradas. Para ellas eso era la plena felicidad. Martina posó su mano en el muslo de la profesora mientras ésta conducía, y Lorena, cuando no tenía que cambiar de marcha, también ponía su mano sobre la de la joven y le acariciaba sus rudos dedos. Lorena sólo pudo suspirar y seguir soñando con Martina y lo que estaba por llegar con ella. 

Detrás de la coraza (3°Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora