Isabel se encontraba sentada en un mueble cerca de la ventana, permitiéndole disfrutar de la vista del cielo nocturno. No sabía exactamente qué hora era, pero el silencio en la casa indicaba que ya había pasado la medianoche. Aquella noche sería la última en Inglaterra, y aún le costaba creer que hubiera pasado un año desde que su tío le comunicara la noticia de la temporada en Londres que sus padres habían organizado para ella antes de fallecer.
Aunque habían transcurrido once años desde la muerte de sus padres, el dolor todavía persistía en los 21 años de su vida. Agradecía a Dios por haber puesto a Daniel en su camino. No pudo evitar recoger las cartas que tenía en su regazo y llevarlas cerca de su pecho, donde las apretó con gran amor. Esas cartas contenían el amor que Daniel sentía por ella, y eso calentaba su corazón.
No recordaba con exactitud el momento en que se enamoró de Daniel, solo sabía que ese sentimiento había ido creciendo con el paso de los años. Se conocían desde niños. Él tenía apenas ocho años y ella cinco cuando se volvieron inseparables. A pesar de ser muy tímida, nunca tuvo problemas para hablar con él y ser ella misma a su lado. Este viaje a Londres le había confirmado que él era el indicado. Al principio, le preocupaba que él pudiera olvidarla mientras ella estaba en Londres, pero se equivocó gratamente al recibir las cartas en las que él contaba los minutos y segundos para estar con ella. Un suspiro escapó de sus labios cuando volvió a colocar las cartas en su regazo.
Londres era una ciudad mágica, llena de arte, museos y grandes bailes. Aunque no pudo disfrutar mucho de los bailes, ya que muy pocos caballeros se acercaron a pedirle un baile, ella sabía por qué. En gran medida, se debía a su apariencia y, en parte, a su acento. Usaba gafas para ocultar el color esmeralda de sus ojos y llevaba el cabello recogido en un moño empolvado para ocultar su distintivo color rojo. Sabía que su forma de vestir tampoco ayudaba, con colores extravagantes y grandes volantes que conformaban la mayoría de sus vestidos. Sin embargo, esta había sido una decisión que tomó a los 15 años cuando se dio cuenta de que muchos chicos se acercaban por su apariencia física. Decidió que solo su esposo conocería su verdadero yo.
Daniel nunca cuestionó por qué cambió tanto su forma de vestir, mientras que otros chicos se alejaron y prefirieron cortejar y perseguir a su prima. Él siempre estuvo a su lado, demostrándole que la quería por ser ella, no por su aspecto físico. Por eso, planeó que el día de su matrimonio cambiaría drásticamente su forma de vestir, dejando atrás las gafas, los moños y el polvo en su cabello. Sería completamente ella misma al lado de él. Ese pensamiento dibujó una gran sonrisa en su rostro. Se preguntaba si Daniel estaría pensando en ella en ese momento, al igual que ella pensaba en él.
Decidió que era hora de acostarse. Mañana sería un día largo, y su prima Alison no estaría contenta si no podía levantarse temprano debido a la falta de sueño. Tanto ella como su esposo habían sido muy generosos al permitirle quedarse con ellos durante un año. Aunque era prima de su madre y no compartían muchos intereses, la trataron como si fuera parte de su familia, lo que hizo que toda la experiencia fuera espléndida. Ya tenía el boleto de barco rumbo a América comprado, y saldría temprano por la mañana. Ansiaba soñar con la exuberante naturaleza y las grandes montañas de Montana. Se levantó y guardó las cartas en un pequeño cofre. Extrañaría a sus amigas, a las que conoció durante su tiempo en Londres. Se prometieron escribirse la mayor parte del tiempo para no perder esa amistad que se forjó en los rincones de los salones de baile adornados con floreros. Un pequeño suspiro escapó de sus labios. Solo esperaba que estuvieran bien durante el tiempo en que no volverían a verse y que no abandonaran su sueño de casarse con un gran caballero que las amara por lo que eran.
Ya acostada en la cama, se quitó las gafas y las colocó junto a su cama en una pequeña mesa. Soltó su cabello del apretado moño, permitiendo que sus rizos rojos cayeran sobre su espalda. Masajeó su cuero cabelludo para aliviar un poco la añoranza que sentía. Mañana comenzaría su regreso a su tierra natal, y anhelaba ver las caras de todos. Con ese pensamiento en mente, cerró los ojos y se dispuso a dormir.
espero que le les haya gustado ☺️ este pequeño inicio de esta maravillosa historia
Instagram @jenharly123
ESTÁS LEYENDO
Amor En La Llanura
عاطفيةIsabel Thompson regresa de su temporada en Londres a Montana para casarse con su prometido, Daniel Crowl. Sin embargo, en el mismo día de su regreso, descubre que Daniel planea casarse con su prima Madison en lugar de con ella. Resulta que Madison h...