CENTRO COMERCIAL
LAUREEN
Quedamos de vernos a las once en punto en el centro comercial. Llegué cinco minutos antes, pero Alex y Liv ya estaban sentados alrededor de la pileta interior en el centro del primer piso. Ella miraba hacia cualquier sitio con cierto desinterés mientras que Alex parecía querer evadir la realidad con su móvil, pero lo cierto es que parecía estar forzándose a no estar allí. La expresión en su rostro era distinta y en sus ojos claros parecía existir una oscura profundidad que lo llevaba a otro sitio.
Me detuve frente a él y pellizqué su nariz. Él se sobresaltó y su expresión pasó de la amargura a una sonrisa tímida que procuraba siempre transformar en un ceño fruncido. Me saludó con un débil hola, para luego aclarar la voz y repetirlo con más decisión.
Le sonreí con gusto.
Realmente me daba gusto verle.
Él correspondió mi gesto con una sonrisa ladeada y las luces del centro comercial reflejada en sus pupilas pudiendo, tan solo un poco, hacer desaparecer aquellas sombras escondidas en su mirada. Debo admitirlo, sea como sea me parecía una mirada especial. No importa lo que proyectara y que las luces de algo tan vano se mezclaran en ese color sereno de sus ojos. Siempre, siempre, siempre, parecía ser diferente. A veces, claros e infinitos como el cielo. Otras, oscuros y enigmáticos como la noche. Con todo, sabía que si observaba con detención, quizá podía visualizar las estrellas que escondía detrás de ellos. Lejos. En lo profundo de su ser. En esa parte que solo Becca a podido llegar, tal vez.
Y me di cuenta que no había dejado de sonreírle y mi estómago se apretó.
Parpadeé, intentando salir del ensimismamiento. Ladeé el rostro y allí estaba, la niña de sus ojos, Olivia, observando el suelo con cierta expresión de incomodidad.
—Vaya, vaya —dije, fingiendo una alegría ajena a esos días. Me incliné un poco hacia su rostro que se levantó tan pronto como escuchó mi cambio de voz —: ¡Eres igual a tu padre!
Su expresión se suavizó, pero no lo suficiente como para esconder los secretos de sus corazón.
—S-sí, gracias —sonrió, apenas.
—¿Y bien? ¿Te ha gustado Nueva York?
Olivia se encogió de hombros sin mediar palabra.
Enderecé la espalda y acomodé la asa del bolso de mano en mi hombro. Odiaba mis hombros delgados, las correas siempre se deslizaban por mi brazo.
—¿Mal día? —pregunté con compasión.
Observé a Alex, él agachó la mirada hacia sus pies. Pensé que quizá el tampoco tenía idea de lo que le sucedía a Liv.
—No, para nada —respondió ella y esta vez sus labios se curvaron un poquito más —. Solo estoy cansada. Alex dijo que comenzaba la escuela dentro de poco.
—Este centro comercial tiene mucho para que conozcas y recorras. ¿Me acompañas? Llevo tiempo deseando uno de esos helados en rollo que venden en la gelatería de allá —Le señalé con el dedo. Liv lo siguió con la mirada.
Para mi sorpresa, su reacción fue lo contrario a lo que esperaba:
—¿Helado para el desayuno? —arrugó la nariz.
—¿No? ¿Mala idea? Bueno, podría ser una hamburguesa con tocino. Al menos el tocino es un buen desayuno.
—Si, salvo por la mayonesa y la fritura.
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Fuera de reglas ©
RomanceLaureen estudia medicina. Alex es abogado. Laureen vive su vida conforme a muchos planes. Alexander nunca ha tenido un plan, salvo ahora: Buscar a su hija. Alex quiere a Laureen. Y Laureen quiere a Alex. Pero, ninguno de los dos quiere salirse...