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UN FUNERAL 

LAUREEN


No creí que pisaría el pueblo de Alex. Al menos, no en aquellas circunstancias.
Adam y Hannah se bajan del coche y yo necesito de una bocanada de aire antes de hacerlo. El prometido de mi amiga se quitó los lentes de sol y me observó con rostro de circunstancias.
—Es mucha gente —advertí. Hannah abrazó su cintura y asintió con los labios apretados.
—¿Estás bien?
Adam le dio una palmadita en la espalda.
—Esta situación es como estar viviendo un de ja vu —contestó con voz plana. No pude ver la expresión de su rostro. En ningún momento se quitó los lentes de sol.
El cementerio era grande, muy grande para lo que parecía ser un pueblo pequeño.
Césped de un verde intenso. Muchas flores. Muchas lápidas. Muchos árboles en fila a los lados de un camino de piedrecillas que conducía a los diferentes sectores del lugar.
Al fondo, a la derecha, había un grupo de personas bajo una carpa de tela blanca que llenaban el sector.
—Es mucha gente —dijo Adam cuando nos acercábamos.
—Deben ser más de cien personas —le siguió Hannah, caminando de la mano con su prometido.
—Rebecca y Alex se crecieron en este pueblo, no creo que la muerte de ella pase sin más —susurré, más para mi.
Nos quedamos detrás de todos, escuchando la voz rasposa del reverendo recitar la biblia hacia todos.
—Siempre narran el salmo veintitrés —susurró Hannah con su cabeza apoyada en el hombro de Adam.
—¿Nos quedaremos aquí? —nos preguntó él.
Me puse de puntitas.
—¿Alguien ve a Liv?
—Debe de estar en delante de todos, junto a Alex.
Sí, tenía sentido.
Guardamos silencio durante todo el servicio. No escuchamos palabras de la madre de Becca, ni tampoco la voz de Alex o de Olivia. Llegué a preguntarme si realmente estaban ahí delante o si quizá habíamos llegado muy tarde.
Cuando la voz del reverendo sentenció el último amén, las personas se hicieron a un lado y con ellas, nosotros. Hicieron un gran circulo de tres filas alrededor de la familia de Becca. Rodeándolos. Abrazándolos con su presencia y ahí lo vi.
Alex.
Liv.
Él, tomando con sus manos un puñado de tierra y lanzándolo sobre la tumba.
Ella, dejando caer sobre la urna que yacía en el fondo, las flores que había albergado en sus manos todo ese día.
—Las cortó especialmente para su madre —susurró la señora hacia el oído de otra que que tenía frente a mi —. Le pidió a su padre que la lleve al campo de girasoles de los Harper.
Mi pecho se apretó.
Los lentes de sol que reposaban sobre la nariz de Alex me impidieron ver la expresión en sus ojos, pero estaba escrito en su frente ese ceño siempre fruncido tan particular en él. Su hija, en cambio, mantenía el brillo en sus ojos, con paz. Con esperanza, quizá, de que le han entregado a su madre el descanso que merecía. Alzó la mirada hacia Alex y él le sonrió y acarició su cabello atado en una coleta alta. Se inclinó a ella y besó su cabeza.
Supe que estarían bien.
Juntos.
Ellos serían esa clase de familia pequeña en la que formarían un nuevo hogar. Donde sea. Ahí, en George Town...
... O en Nueva York.
Porque Alex, en medio de toda la inseguridad que rodeaba su rostro cuando lo conocí, había logrado ser un padre. Había descongelado ese corazón de piedra por la pequeña que tenía a su lado.
Y yo, sea cual sea el destino de sus planes, estaría bien sabiendo que él lo ha logrado.

Agaché la mirada cuando las personas comenzaron a romper el círculo para abrazar a la familia White. El desorden me hizo a un costado y me aparté de todos junto con Hannah y Adam.
—Iré donde Alex —escuché decir a Adam hacia su prometida.
—¿Te esperamos? —interrumpí.
—¿No irás a...?
—No —contesté antes de que terminara su pregunta —. Acaba de fallecer Becca, no quiero ir y...
—Pero...
—No, Adam —insistí —, prefiero saber que estuve acompañándolo, aunque sea aquí —Un nudo se formó en mi garganta al reconocer que, en ese momento, yo no tenía un título en su vida.
Adam observó a Hannah, tal vez esperando que mi amiga dijera algo para convencerme.
—Me quedaré con ella —dijo, al fin y enlazó su brazo con el mío —. Tu eres como un hermano para Alex, ve con él. Y dile que estamos... —Pausa —, estoy aquí. Iré en cuanto tenga un momento libre. Créeme, se vienen dos horas de muchos abrazos para él y dudo que quiera que siga sumando —esbozó una sonrisa ladeada.
Adam asintió, poco convencido.
—Estaremos bien —sonreí.
Hannah besó sus labios antes de que diera media vuelta y se perdiera entre todas las personas de ropajes negros.

Nos apartamos de todos, en silencio.
—¿Estás bien? —me atreví a preguntar mientras caminábamos por los jardines del cementerio sin soltar nuestros brazos. Llevábamos más de media hora así, dando vueltas sin mucho sentido.
Aunque, era normal en mi hacerlo. Llevaba años de mi vida dando vueltas sin sentido en todo.
Hannah se detuvo, sin contestar.
—¿Qué...? —Levanté la mirada hacia donde ella observaba.
Una niña estaba sentada en una de las bancas frente a una pileta sin agua.
Una niña de coleta alta. De vestido negro.
Una niña con un girasol en la mano. Él único con el que ella se había quedado.
Liv.
Inspiré profundo y solté a Hannah. Apresuré el paso hacia la banca.

—¿Liv? ¿Tu padre...? —No alcancé a terminar.
Los ojos de la niña se abrieron como platos al verme frente a ella. Pegó un salto y se colgó de mi cuello.
—¡Viniste! —La felicidad rebosó en esas letras. Hannah nos alcanzó y al verla, Liv hizo lo mismo —. ¡Y tu también!
—¿Tu padre sabe que estás aquí? —Hannah observó hacia todos lados. Estaba lejos de donde los habíamos dejado.
—Lo mismo iba a preguntar yo —me crucé de brazos.
—Quería estar sola —susurró —. Le dije que daría una vuelta —Y volvió a tomar asiento en la banca. Hannah hizo lo propio a su lado y yo me senté de cuclillas frente a Liv.
—Lamento tu pérdida, cariño —Tomé sus manos que descansaban sobre su regazo —. Sé que tu y tu madre... —No supe que decir —. No sé si... —Mis labios se cerraron y me sentí estúpida por no saber que decir. No, en realidad, supe que no habían palabras que se pudiesen expresar para consolar a una niña que crecería con aquel vacío —. Solo... quiero que sepas... —inspiré profundo. Liv me observaba en silencio. Acuné sus manos con más fuerzas —. Estaré siempre para ti, cariño. Siempre. Estés donde estés, vivas donde vivas. Hagas lo que hagas. Estaré aquí.
—Pero... —sus labios se abrieron y se cerraron —. Papá y tu ya no están juntos.
Me forcé a sonreír.
—Eso jamás quitará el hecho de que siempre me tendrás —Acaricié su barbilla.
Hannah rodeó su espalda y la abrazó.
—Tal vez, de ahora en adelante las cosas serán difíciles —Alcé los ojos con sorpresa por las palabras tan peculiares de Hannah —. Y tendrás miedo, Liv.
—Hannah...
Alzó su mano para detener mi objeción. Volvió la vista hacia Liv que la miraba con confusión y lágrimas acumuladas en el rabillo de sus ojos.
—Quizás tengas miedo de olvidar su voz o de olvidar su rostro. Quizás sentirás temor de tomar una decisión sin su opinión. Quizás vas a llorar mucho más con el paso de los días. Y siempre te preguntarás si ella está o no contigo, porque las dudas vendrán —La voz dulce de Hannah no podía evitar las lágrimas de Liv abrazando lentamente sus mejillas.
—Hannah... —insistí.
—Pero, Liv —siguió —, tu madre siempre será el rayo de sol más intenso del verano. La nube más grande en el invierno. La estrella más brillante al anochecer. Y siempre, siempre, siempre, será tu primer pensamiento al despertar. Y aunque el miedo te asalte, la buscarás en tus recuerdos y siempre la hallarás. Mirarás al cielo y siempre sabrás donde está. Y tu madre te enviará ángeles para que guíen tus pasos y sabrás que es ella.
—¿Cómo? ¿Cómo se supone que sabré?
Hannah sonrió y llevó su palma abierta sobre el pecho de Olivia.
—Algo adentro te lo dirá. Un cosquilleo. Un latido. Tu lo sabrás, Liv.

No me di cuenta cuando había comenzado a llorar junto con Olivia.
—Mi madre murió cuando tenía tu edad. Pero, jamás la he dejado de sentir, Liv. Y se que Rebecca hará lo que sea para que sepas que está a tu lado —Hannah sonrió con esa misericordia y ternura que solo ella sabía dar —. Y ahora mis palabras no pueden consolarte y jamás lo harán, pero sé que sabes que fuiste amada y que lo seguirás siendo, porque el amor de una madre es algo que ni la muerte puede detener y el tiempo te hará entender que Rebecca sigue contigo, cariño.
—En el rayo de sol más brillante —contestó Liv.
—Y la estrella más grande —le seguí con una sonrisa débil en los labios. Extendí mi mano hacia su pequeño rostro y limpié las lágrimas de sus mejillas.
—Tu eres el brillo en los ojos de Alex —seguí —y jamás permitirá que dejes de sonreír, cariño. Pero, eso no significa que tengas que hacerte la fuerte delante de él. No ahogues lo que sientes ahora, porque debes vivirlo. Debes vivir la pena y debes dejar que salga.
Los ojos de Liv se cerraron con fuerza y un jadeo brotó de sus labios. Me puse en pie y la abracé con toda la fuerza para intentar que los trozos de su pequeño corazón quebrado no se pierdan en el dolor. 

Quisiera decir que nuestro viaje a George Town fue algo más largo que un solo día. Pero, fueron apenas un par de horas en ese lugar, observando desde lejos como la casa de Rebecca estaba llena de personas que entraban con bandejas de comida y palabras de buenos deseos atoradas en la boca.
Adam salió de la casa de los White zigzagueando con esfuerzo entre todos los que esperaban poder entrar. La silueta de una anciana sentada en un sofá se dibujaba al otro lado de la ventana principal y supuse que era la madre de Rebecca a quien todos abrazaban al entrar. Se veía delgada y pequeña. Frágil. Ínfima.
—Alex les agradece haber venido. Lamenta no poder recibirnos por más tiempo pero, es clara la razón —Esbozó una sonrisa forzada. Los párpados de Adam y el contorno de sus ojos tenían la piel enrojecida.
Hannah acarició su brazo con suavidad y él besó su frente como respuesta.
—¿Tienes frío? ¿Estás bien? —Parecía preocupado.
Hannah sonrió.
—Estoy bien.
Pero Adam hizo caso omiso a sus palabras y se quitó el abrigo para dejarlo sobre los hombros finos de ella.
—¿Sucede algo?
Hannah puso los ojos en blanco.
—He estado algo enferma.
—Ya van tres resfríos en un mes —interrumpió él —. Y sus defensas han estado bajas.
—Pueden ser los inmunosupresores —le contestó.
—Que tu chica está bien, tiene un corazón nuevo y te casarás con una sobreviviente de guerra, ¿qué es para ella un simple resfrío?—sonreí.
—Tres simples resfríos —aclaró Hannah y rodeó la cintura de Adam —. Venga ya, que nos casaremos en tres meses y usaré un vestido escotado. ¿Me pondrás un abrigo en el altar ahí también?
Adam y yo reímos.
—Supongo que es hora de irnos —susurré cuando nuestras voces fueron llevadas por el viento. Ladeé el rostro hacia la casa de Rebecca. Las personas seguían afuera y la silueta en la ventana ya no estaba.
Mi mano quedó suspendida en la puerta, a medio camino, cuando Hannah y Adam ya estaban dentro.
Giré de nuevo hacia la ventana.
Deseé, al menos por un par de segundos, que Alex estuviera ahí.
Aparece, pensé.
Vamos, aparece.
Quería verlo.
Quise hacerlo durante todo el día. Busqué su mirada, busqué un encuentro. Pero, no habíamos coincidido y no era momento para hacerlo, supuse.
Recordé nuestras palabras aquella noche en mi apartamento.

Promete que no volverás sin estar listo.

Y al subirme al auto y mirar por última vez hacia la ventana de la casa, me pregunté si algún día volvería...
Si algún día, estaría listo.
Si algún día podríamos tener una historia.
Si...
tal vez...
Sus últimos meses con Becca fueron suficientes para rescribir su historia.
Me sentí egoísta por estar pensando eso en medio de su luto.
Cerré mis ojos y suspiré. Sacudí mi cabeza, intentando que los pensamientos caigan de mi cabeza.
—Laureen, por cierto —la voz de Adam me interrumpió. Sus ojos me buscaban en el espejo retrovisor —. Alex te ha enviado un mensaje.
—¿Un... mensaje?
—Dijo que eras su última estrella antes del alba. Que tu sabías descifrar el significado de esas palabras.
Mis labios se curvaron a pesar de mis esfuerzos por no hacerlo.
—¿Y que significa? —insistió Adam.
Amor.
Creo que significaba amor.
Pero, en lugar de eso contesté:
—Que te metas en tus asuntos.
Hannah rio y yo también. 
—Te voy a dejar tirada en medio de la carretera —contestó él. 
Y con Hannah nos observamos con complicidad. 
Amor, dijo ella con sus labios, sin emitir sonido. 
Y en todo el trayecto, no pude dejar de pensar en él. 
Y sonreír. 

.

.

Continuará. 
AHHHHHHHHH. SE VIENE EL MATRIMONIO DE HANNAH Y ADAM EN EL PROXIMO CAPITULO!!!

Pd. Perdón por no actualizar anoche. Tuve un asunto personal :( 

Espero les haya gustado. 
Cariños! <3 

Fuera de reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora