Eso que llaman sueños
LAUREEN
- CAPITULO FINAL -
Alex toma busca mi mano sin quitar la mirada de su hija que deslumbra entre los demás niños en el concierto de cuerdas que ha hecho la academia de música como primera presentación del año. Liv lleva apenas un mes, asi es que la situaron atrás, junto con los principiantes, pero no parece importarle, ella sonríe. Sonríe en medio de esas pequeñas nubes negras que rodean sus días, porque aunque Becca se ha ido hace un par de meses, el vacío que dejará, no podrá ser reemplazado y aprender a vivir con el dolor es una de las cosas más difíciles que una niña debe afrontar. Supongo que ha perdido una parte de la inocencia que transportaba, pero creo ha aprendido a comunicarse con otro lenguaje, el de la música. Y Alex... Alex ha sabido comunicarse también. Él ahora habla ese lenguaje imprevisto del amor. El lenguaje de las miradas que transportan estrellas, de los apretones de mano que electrizan el cuerpo. El lenguaje de las sonrisas que no se piensan. El lenguaje que no se besa, no se abraza, no se toca. Ese que vibra contigo, que se siente con tan solo sonreír con los ojos.
—Ella es increíble, ¿verdad? —me pregunta sin dejar de mirar hacia el escenario.
—Lo es.
—A veces me pregunto si lo estoy haciendo bien —susurra en medio de las notas musicales que danzan entre nosotros.
Sonrío, porque su pregunta me causa mucha ternura.
—Sólo mírala, Alex. Ella es libre. Ella vive su propio mundo, no le importa donde la han dejado, no le importa si es la chica nueva, no le importa nada más que la sensación de sus manos moviéndose al son de las cuerdas. ¿De verdad te preguntas si lo estás haciendo bien?
Tuerce el gesto.
—Solo quiero... verlo en sus ojos cada día.
—¿Te digo lo que veo en sus ojos? Libertad. Ella es libre y entonces, es feliz. Y si es feliz, es porque lo estás haciendo bien —digo y su mano aprieta la mía, una vez más. Entiendo el gesto. Sé lo que significa. Hablamos el mismo lenguaje.
—¿Tu estás bien? ¿Has decidido que harás?
Inspiro profundo y mis ojos escuecen. Parpadeo. La música del concierto se siente como un bálsamo a esa pregunta que se que le ha costado hacer. Ninguno de los dos ha querido tocar el tema.
—No lo sé —digo, apenas. Agacho la mirada hacia mi mano libre que descansa sobre mi regazo. Veo el brillo de la luz reflejada en la pulsera de plata que Alex me regaló aquel día de la exposición.
Eso era lo que escondía el tarro de café aquella tarde en el museo.
Una pulsera, de esas a las que les puedes colgar tantos dijes como quieras, como una especie de mapa de sueños.
—Vaya, ¿no es un anillo? Creí que me pedirías matrimonio —bromeé en cuanto la saqué de su empaque. El tarro de café estaba lleno de dulces y confeti y al rebuscar dentro, estaba ahí: Una cajita de terciopelo rectangular.
Noté como las mejillas de Alex se ruborizaron.
—¿Crees que te pediría matrimonio luego de los meses que tardé en confesar que te amaba?
—Si, supongo que esa es una propuesta que esperaré en diez años más.
Alex carcajeó y meneó su cabeza en ese gesto tan suyo, resistiéndose a esas sonrisas que brotaban sin razón.
—Abrelo —pidió y, aunque el envoltorio era evidente, me preguntaba si sería un collar o una pulsera. O quizá, un reloj.
Pero, en cuanto mis dedos pulgares se deslizaron por la ranura de la caja... alguien lanzó un grito de júbilo y aplaudió con energía y felicidad. Esa energía que brota cuando la vida te ha sorprendido con algo que deseabas con el alma.

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Fuera de reglas ©
RomanceLaureen estudia medicina. Alex es abogado. Laureen vive su vida conforme a muchos planes. Alexander nunca ha tenido un plan, salvo ahora: Buscar a su hija. Alex quiere a Laureen. Y Laureen quiere a Alex. Pero, ninguno de los dos quiere salirse...