LAUREEN
En toda mi vida he ido a apenas unas cuantas bodas, creo que si las cuento con los dedos de una mano me llegan a sobrar dedos. Pero, no recuerdo una como la de Hannah y Adam. No recuerdo haber presenciado una boda en la que yo llorara, quizá porque los novios no eran tan cercanos o porque en ninguna de ellas mi corazón estaba tan vulnerable como aquella noche.
Ser dama de honor tiene sus privilegios. Por ejemplo, un vestido totalmente gratuito o la experiencia en primer plano de ver desde el altar las expresiones de los invitados y poder interpretar su apoyo u oposición hacia la nueva alianza. Como la chica que estaba en una de las últimas bancas que mantenía el ceño fruncido cuando Adam recitaba los votos a su futura esposa:
—Te apuesto diez dólares a que la rubia de vestido rojo sentía cosas por Adam —
Le susurré a Tina.
—Te apuesto veinte a que hace un escándalo —contestó.
Jane le pegó en el hombro con el ramo de flores.Hannah ladeó el rostro y nos lanzó una mirada de reprimenda mientras el obispo hablaba.
Pero, hay algunas desventajas en esto de ser dama de honor, como por ejemplo, levantar la mirada en dirección al novio y darte cuenta que detrás de él, su mejor amigo te mira con ojos de circunstancias. Lo peor es que ese mejor amigo es el que te hace querer lanzarle el ramo en la puta cara.
Fruncí el ceño y lo fulminé con la mirada.
—De-ja-de-mi-rar-me, im-be-cil —moví mis labios lentamente para que entendiese, aunque no emití ningún sonido.
Alex arqueó una ceja y sonrió a medias.
Tina me codeó las costillas.
—No soy bueno con esto de las palabras, lo sabes ¿verdad? Me lo hiciste saber desde el primer día—comenzó a decir Adam sosteniendo las manos de Hannah entre las suyas.
Ella rio.
—Lo recuerdo, la misma semana en la que me tuviste sirviendo café sin derecho a más que aprender a usar la cafetera.
Todos en la sala también lo hicieron, salvo el padre de Hannah que pareció enterarse de eso en ese mismo instante.
—Olvidemos eso, ¿vale?
Otra ola de risas.
Desvié la mirada hacia el sacerdote. Sentía los ojos de Alex querer atravesar mi maldito cráneo.
—Jamás podría hacerlo, pero continúa.
—Hannah Rei Montgomery, cuando te conocí el pasado parecía estar pisándome los talones en cada paso que daba. Jamás creí que tu serías quien me librara de él. Jamás creí que tu llegarías a salvarme. Pero, lo hiciste. Lo hiciste con tus sonrisas, con tus palabras tan directas, con tu mal humor —Más carcajadas —, con tu fe, tu optimismo, tu esperanza latente en la bondad escondida de alguien que no conocías. Puedo prometerte muchas cosas ahora, pero lo cierto es que quiero que todos sepan de la más importante: Jamás permitiré que tu luz se apague. Prometo que nunca dejaré de pelear por tu luz. Prometo que te amaré cada segundo y te honraré y te protegeré. Prometo que el tiempo que resta, sea cual sea, no dejaré que el pasado y el miedo vuelva a robar una parte de mi, porque todo lo que soy, es por ti y para ti, Hannah Rei Montgomery.
Sentí mi estómago contraerse. Un dolor punzante me atravesó el corazón. Agaché la mirada hacia el ramo de flores que mis manos sostenían con fuerza. Me esforcé por no mirar a Alex en medio de aquellas palabras, porque... me di cuenta... en ese momento... en que deseaba que él sea quien las estuviese diciendo para mi. Y entendí, entonces, que no había necesidad de seguir cuestionándome lo que Wes y yo nos esforzábamos por construir. Nuestra historia no me provocaba el mismo deseo y frustración que Alexander Brown. Y aunque doliese, sabía que debía estar sola. Sabía que debía soltar. A él. A Wes. A mi y mi carente autoestima que sentía temor de su propia presencia.
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Fuera de reglas ©
Roman d'amourLaureen estudia medicina. Alex es abogado. Laureen vive su vida conforme a muchos planes. Alexander nunca ha tenido un plan, salvo ahora: Buscar a su hija. Alex quiere a Laureen. Y Laureen quiere a Alex. Pero, ninguno de los dos quiere salirse...