LINEAS RECTAS. LINEAS CURVAS
ALEX
Ver a la señora White y Liv despedirse era como ver a dos astros colisionar. La mayor, parecía querer derrumbarse encima de los hombros de su nieta. Ella, en cambio, solo podía regalarle una mirada llena de una compasión pura y sin mancha, propia de una niña de su edad. Pero, cuando llegó mi turno, solo recibí una mano extendida a cambio del abrazo que estuve dispuesto a dar. Los ojos enrojecidos de la anciana se desviaron hacia el suelo y sus labios dibujaron una tirante línea recta sobre su rostro.
—Puede ir con nosotros —sugerí y extendí mi mano hacia sus hombros caídos.
Ella negó.
—Mi hija está aquí y si no fuera por el deseo de mi nieta, no dejaría que te la llevaras.
—Si lo necesita y si Liv quiere, firmaré un acuerdo de custodia compartida. Yo jamás la alejaré de ella, señora White.La mujer de piel surcada se negó a mirarme a los ojos. En lugar de ello, abrazó su cintura y asintió con dignidad.
—Vale. Hablaremos de eso en otra ocasión.
Una parte de mi hubiese deseado poder compartir con ella la mochila que cargaba. Pero, había aprendido que los duelos hay que vivirlos. Hay que dejarlos estar, hay que dejarlos pisar cada rincón del alma rota que ha dejado la muerte.
—Vale —Y esas fueron las últimas palabras que crucé con ella antes de subir el equipaje al coche.
Antes de despedirnos del pueblo pasamos al cementerio a despedirnos de Becca, una vez más... Iban cinco visitas en dos días y si de nosotros dependiera hubiese sido más. Dejamos girasoles, tulipanes y todas las flores más coloridas que Liv encontró en la florería. No se restaría de ninguna y yo no permití que lo hiciera.
—Si quieres comprar la florería, hazlo —intenté sonreír y con un empujoncito en la espalda la incentivé a elegir más.
—¿Qué tal estas? —señaló unas amarillas.
—Las que quieras —sonreí.
Le seguí sus pasos. Cada zizagueo entre las canastas de flores y cada parada sobre ellas para contemplar a la más hermosa y seleccionarla para una mujer que las merecía. Liv se tomaba el tiempo de inspeccionar los pétalos, de preguntar por su durabilidad, de olerlas y de pedir que hicieran arreglos florales con colores que combinaran.
Iba detrás de ella, pisándole los talones cuando la mujer de lentes redondos detrás del mostrador habló:
—Disculpa, ¿eres hijo de los Brown? ¿De la profesora y el...?
Ladeé el rostro hacia la voz marchita por el tiempo.
—Sí —interrumpí —. Soy yo.
—Vaya, que guapo estás, niño —Sus labios se curvaron y en sus ojos apareció un destello diferente, de esos que te remontan a la juventud y los recuerdos de un ayer lejano —. Conocí a tu padre cuando iba en la secundaria, siempre venía por flores para tu madre. Le gustaban las...
—Gardenias —volví a intervenir y sonreí —. Lo sé, le gustaba lo firme de sus pétalos.
—Sí, era media bruta con eso de la jardinería y le encantaba que las gardenias no fuesen tan delicadas.
Reí.
Recordé a mi madre quejándose de las plantas que no podía cuidar. Todas morían o al menos su mayoría.
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Fuera de reglas ©
RomanceLaureen estudia medicina. Alex es abogado. Laureen vive su vida conforme a muchos planes. Alexander nunca ha tenido un plan, salvo ahora: Buscar a su hija. Alex quiere a Laureen. Y Laureen quiere a Alex. Pero, ninguno de los dos quiere salirse...