UNA ESTRELLA
ALEX
Liv corrió hacia su madre que esperaba sentada en una silla de ruedas en la sala. No se detiene a abrazar a su abuela cuando esta abre la puerta. Yo, en cambio, trato de ser lo más cordial con un movimiento de cabeza a modo de saludo hacia la mujer de cabello cano que me observa con los ojos entornados, desafiante.
Becca extiende los brazos para recibir a su hija y en el momento en que sus cuerpos chocan veo el acto de amor más puro en él. Olivia deseaba tanto verla que obvio todo lo que había cambiado alrededor de su mundo, como la máquina cuyos cables conectaban con el torso de Rebecca o el pañuelo en su cabeza que dejaba ver unas cuantas pelusas de cabello que ya casi no podían distinguirse.
Mi corazón se detuvo y no pude sostener la mirada por mucho tiempo. Ladeé la vista y humedecí los labios fingiendo concentrarme en el equipaje que llevaba en la mano.
—¿Estás mas alta? —preguntó Rebecca con la voz ronca, desgastada. Era como escuchar a una señora de cincuenta años.
—Sí, ¿quién diría que la pizza funcionaría para crecer? —rio Liv.
Yo sonreí.
Rebecca acunaba las mejillas de su hija y la observaba con un brillo diferente en los ojos. Tal vez la tristeza y la nostalgia abrazandose a la esperanza de que el amor pueda sanarlo todo. Alzó la vista hacia mi y yo intenté disimular todas las emociones contenidas de verla así. Noté como mi ceja tembló.
—Gracias, Alex —me dijo con dulzura.
Y yo esbocé un amago de sonrisa.
—No tienes que agradecer nada —Y me acerqué para acariciar la cabeza de Liv que seguía hundida en los brazos de su convaleciente madre.
—Cariño, la abuela te ha preparado un pastel. ¿Por qué no la acompañas y nos sirven a todos? —preguntó Becca mientras besaba la nariz de Liv.
La pequeña asintió.
Su abuela le extiende y la llama con un movimiento de dedos mientras desaparece por el corredor. Liv me observa como si necesitase mi aprobación para ir.
—Ve, come mucho pastel y llénate de azúcar, estoy seguro que se viene una noche de chicas con tu madre —sonreí y ella me regaló esa curvatura en sus labios que me hacía feliz de ver.
Y cuando nos quedamos solos en la sala, entendí que no había tiempo para perder.
—Habrás notado que no hay mucho que hacer conmigo —Becca rompió el silencio y yo tomé asiento en uno de los sofás de la sala.
Me llevé las manos a la cara, consternado.
Resoplé.
—Lo sé. ¿Has visto alguna alternativa?
Ella sonrió, burlándose de mi ingenuidad.
—¿Crees que no lo he hecho? Liv es lo único por lo que quiero comprar más tiempo, pero verás, el negocio de la vida está escaso y parece que no quieren negociar conmigo.
Con un movimiento de brazos, acomodó la silla de ruedas frente a mi. En su regazo llevaba una manta de flores tejidas en lana. Imaginé que era de parte de alguien especial, porque no tenía la apariencia ni la frialdad de aquellas que compras por un par de dólares. No. Tenía vida, sueños tejidos. Esperanza cosida. Fe bordada.
—¿Cuánto tiempo? —pregunté, al grano y desvié la mirada hacia la ventana. Un recuerdo llegó como un relámpago a mi mente: Cuando éramos niños solíamos jugar en la acera del frente junto con otros críos del barrio.

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Fuera de reglas ©
RomanceLaureen estudia medicina. Alex es abogado. Laureen vive su vida conforme a muchos planes. Alexander nunca ha tenido un plan, salvo ahora: Buscar a su hija. Alex quiere a Laureen. Y Laureen quiere a Alex. Pero, ninguno de los dos quiere salirse...