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ADIÓS

LAUREEN

La palma de mi mano derecha ardió por varios minutos y sé que aunque intenté disimular el picor en ella, Alex lo notó.

Si me lo preguntan, no, no fue planeado. No es que haya querido agredirlo porque no me gusta ese tipo de relaciones en las que la mujer necesita golpes para expresarse, como si no tuviera el cerebro suficiente como para lograr calar profundo con las palabras, pero algo en mi ardió cuando reconoció con tanta soltura que todas esas saetas que había lanzado contra mí habían sido mentira.

Quiero decir, una parte de mi lo sabía, porque creer que fuesen verdad significasen que todo lo que él me había mostrado era una farsa y que las miradas y las palabras que narraron nuestra historia habían sido parte de un teatro y Alex... Alex no era así. Pero, ¿por qué llegar a tanto? ¿por qué usarme como conejillo de indias? ¿por qué sacrificar tanto por alejarse?

Me senté en el sofá y lo observé, esperando a que comenzara a hablar.

Alex se quitó el abrigo y lo dejó colgado en uno de los percheros de pared que había dejado el inquilino anterior y que no me había dado el trabajo de quitar. Eran de cobre y parecían bastante adecuados para los años sesenta. Caminó hasta quedar frente a mi, con la mesita de centro interponiéndose entre nosotros. Le señalé con la barbilla el taburete que usaba para pintar. Lo buscó y tomó asiento. Quedamos frente a frente como en un interrogatorio policial.

—Habla rápido —dije con la mandíbula apretada.

Encuadró la espalda, algo nervioso.

—Lo lamento.

—Ya. Pero, necesito saber el porqué —intenté sonar distante.

Alex resopló y humedeció sus labios antes de hablar.

Recordé lo que se sintió ser besada por él y un cosquilleo recorrió mi columna.

—Creí que te protegía...

Interrumpí.

Solté una risa burlesca que brota de mi sin que pueda frenarla.

—¿En serio? ¿Usarás esa carta, Alex?

—Déjame terminar —espetó frotándose el mentón con nerviosismo. Noté su mano tiritando y sentí algo de compasión.

Tal vez...

Nada de esto era sencillo para él.

Ni para mi...

—Creí que te protegía, pero me estaba protegiendo a mi —Tomó aire con pesar —. Quise alejarte de la forma más abrupta posible y que te apartaras sin mirar atrás, porque tenía que tomar una decisión.

—Becca —advirtió.

Negué con la cabeza.

—Más que eso. En realidad, si, era ella, pero no por las razones que...

—Porque la sigues amando y te diste cuenta de ello pasando una noche conmigo —entorné la vista hacia él. Mis palabras eran de plomo y desgarraban mi garganta —. ¿Pensaste en ella cuando nosotros...?

Alex jadeó.

—Por Dios, Laureen. ¡No!

Mis ojos escuecen ante el alivio de esa idea que nunca pude sacar de mi cabeza.

—Intenté sacarte rápido porque tenía miedo de perder a Liv y... de no poder manejar una situación en la que estoy seguro que tu me hubieses querido ayudar, pero... —Las palabras de Alex se fueron apagando hasta desaparecer y caer al suelo.

Fuera de reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora