CONFULGENCIA
ALEX
No sabía a que se referían cuando decían que los días de los padres pasan más rápido que los de cualquier otra persona hasta que Liv comenzó a vivir bajo mi techo. Lo sé, no había tenido que cambiar pañales ni enfriar biberones, pero ella era un mundo nuevo para mí. Un regalo de casi once años que generaba fuegos artificiales en mi pecho que no sabía como explicar.
Había pasado tres días desde que volvimos de George Town. Le dije que no iría a trabajar por un tiempo, que me quedaría con ella hasta que se adaptara bien. Después de todo, Nueva York era diez veces más grande que ese pueblo estancado en el tiempo y no me daba seguridad que saliera a comprar si quiera al almacén del frente sin mí. Había hablado con Hanks y le pedí unos días acumulados de las vacaciones que no me había tomado en años, también elevé una solicitud para poder trabajar desde casa el primer mes al menos hasta que empezará el segundo semestre escolar luego del año nuevo.
En unas horas de vuelo y dos días en el departamento había aprendido un par de cosas de ella, pero también de mí. Descubrí que cada vez que descubría algo nuevo de Liv, encontraba una parte mía que estaba perdida. Piezas que había perdido en el camino. Recuerdos que había decidido quemar. Vida que había querido perder. Todo estaba ahí, en la oscuridad. En la soledad completa de mis pensamientos. Una película en blanco y negro que Liv tenía la capacidad de colorear.
Lo primero que aprendí fue ama los hot cakes con Nutella. Lo sé, una bomba de azúcar. ¿Acaso no se comían con miel? Tuve que comprar esa crema de avellanas al minuto que me lo mencionó. Yo, en cambio, aprendí que se me aprieta la barriga el ver como come tanta azucar y de inmediato, un interruptor nuevo se enciende en mi mente y me pregunto si debería llevarla al médico a que le chequeen la diabetes. ¿Los niños pueden tener diabetes? Supongo. ¿El exceso de Nutella podría ocasionarsela? No lo sé. Pero, en mi cabeza todo puede ser un peligro. Lo cierto es que hace años que no voy al médico y soy un completo ignorante en las enfermedades actuales. Si hubiese una pandemia creo que ni me enteraría. Pero, desde el accidente de mis padres y la experiencia con uno de los médicos encargados de la morgue, tuve un recelo con esos tíos.
Y ahora, en este minuto, los odio más desde que conocí a Wes. Pero, me estoy adelantando, porque en ese entonces no sabía quien cojones era. En realidad, no me estoy adelantando demasiado, lo conocí esa misma tarde, solo que creí que el tío no era tan pelotas.
Lo segundo que aprendí es que Liv es que no le gusta atarse el cabello y eso me alivió un poco, porque no me tenía fe para poder hacer una coleta de caballo y no estaba seguro si las niñas de su edad ya se peinan solas. Entonces, supe que necesitaba comprar muchos libros sobre paternidad. Sí, una cosa más que aprendí de mí: Quería ser mejor para ella.
Lo tercero es que Liv toca el violoncello y desea ser una violonchelista de Juilliard. Y descubrí otra cosa de mi mismo: Yo solo quiero que sea feliz. Pero, también descubrí una cosa más: No sabía como decírselo. No pude.
—Envié tu informe escolar a una de las mejores primarias de Nueva York —le dije mientras le servía su desayuno esa mañana de miércoles.
Jamás había ocupado la mesa del salón, pero me alegraba que haya sido con Liv. Aunque dijo que debía cambiar la mantelería por una menos vieja. No le quise explicar que eran de sus abuelos. Quería que cambiase lo que quisiera, que hiciera ese lugar suyo.
—¿Huevos con tocino? —farfulló arrugando su nariz.
Alcé las cejas con sorpresa.
—¿No te gustan?
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Fuera de reglas ©
RomanceLaureen estudia medicina. Alex es abogado. Laureen vive su vida conforme a muchos planes. Alexander nunca ha tenido un plan, salvo ahora: Buscar a su hija. Alex quiere a Laureen. Y Laureen quiere a Alex. Pero, ninguno de los dos quiere salirse...