LAUREEN
—En serio, enviarle flores a Hannah en la clínica es como una especie de mal augurio. Las flores son para los cementerios. Su cirugía salió bien. No morirá. Entonces, ¿Por qué flores? —Preguntaba Tina arrugando la nariz de esa forma cuando algo le repugna. Es que no podía esperarse más de ella, la mujer tenía un asco por todo lo adorable o romántico. No por nada había hecho una lista de conquistas en la preparatoria como una especie de meta personal y había dejado plantado a su cita más de cinco veces. Sí, todos diferentes —. Un libro hubiese sido mejor, algo para que se entretenga allí o ya sé, un ramo de chocolates con un oso de felpa en el medio, eso les gusta a las personas como Hannah.
—Arterias tapadas —dije con rapidez.
Tina enrolló su brazo en el mío mientras nos sumábamos a los pasos del gentío que transitaba por East Village. Los colores que ceñían a las mujeres eran, en su mayoría, rojos y negros. Los hombres optaban por algo más llevado a los colores militares sin descuidar el negro o el gris. No se habían puesto de acuerdo, lo dudaba, pero era el outfit perfecto para una noche en el bar. Todos íbamos hacia un mismo destino: Muerte y compañía. El bar con mejor reputación en la zona y que, precisamente ese día, tenía un espectáculo en vivo de una pareja de comediantes que apenas recuerdo el nombre y que, para ser sincera, ni si quiera recordé escuchar. Pero, da igual. El punto es que eso era la excusa perfecta para una noche con Tina. Últimamente, necesitaba excusas para salir.
—Que va —Se encogió de hombros —, la vida es corta. Hay que disfrutar de los placeres y el chocolate es uno de ellos. Y el sexo. Hoy me follo a alguien, asi es que no cuentes conmigo para la vuelta.
—Dios, Tina —carcajeé. No es que las palabras de Tina tuvieran una cuota de humor. En realidad, todo lo decía con tanta afirmación y seguridad que era precisamente eso lo que te hacía reír. No era un dicho vago para romper el hielo. Era Tina en acción.
—Será un impasse.
—No es un impasse si lo programas —aclaré.
Ladeé el rostro hacia ambos lados antes de cruzar. Ella estaba tan orgullosa de su conversación que confiaba plenamente en que yo sería la precavida de las dos. Y así fue.
—Deberías tener impasses, cariño. Yo puedo ayudarte con eso.
—Venga, eso no ayuda. Un día llegarás a tu limite.
—Yo nunca llego a mi límite. Si fuera instructora de yoga, sería la mejor. Supieras las vueltas que me doy en la cama. He aprendido tanto gracias al sexo que puedo abrirme de piernas hasta...
—¡Ya, zopenca! —grité, aventando mi mano sobre su boca.
Tina no dejó de reír.
Había pasado tiempo desde que tuve mi encuentro con Alex en la iglesia. Mentiría si digo que pensé en él durante todo ese transcurso. El bochorno me duró poco más de un día y luego me olvidé. Es que, él debía ser de esas personas con las que tienes un impasse —No el sexual, como quisiera que fuera Tina —, y luego te olvidas. No es que no haya sido hipnotizante la atractiva seriedad con la que se dirigía a mí —y a todos, debo agregar — o que el color de sus ojos no me haya gustado porque, vale, es inevitable, el tipo estaba bueno. Pero, era de esos en que sabes que te olvidarán al otro día por más vergonzoso que haya sido el encuentro. No hubo flechazo. No fue un cuento de hadas. Yo no fui una doncella que se enamoró con tan solo verlo y decidió que quería estar con él hasta ancianos porque había calado en lo más profundo de su alma y una señal del cielo le había confirmado su amor; Él, no fue el príncipe que se da cuenta que quiere dejar toda su fortuna para estar conmigo y que lucha con la cruel madrastra-dragón para rescatarme de mi miseria. No, por favor. Eso pasa solo en las películas de Disney y yo había comprobado a los cinco años que la vida no se parecía en nada a eso y fue precisamente esa la razón por la que tenía un plan totalmente diferente a lo que me estaba pasando en aquél entonces. Pero, vale, eso es para más adelante. El punto es que Alexander solo me recordaría como la loca que ventiló su nula sexualidad en una iglesia y yo lo recordaría como el gilipollas que estaba husmeando rezos ajenos.
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Fuera de reglas ©
RomanceLaureen estudia medicina. Alex es abogado. Laureen vive su vida conforme a muchos planes. Alexander nunca ha tenido un plan, salvo ahora: Buscar a su hija. Alex quiere a Laureen. Y Laureen quiere a Alex. Pero, ninguno de los dos quiere salirse...