ALEX
Una mujer de piel morena abre la puerta. Yo sé quién es, pero no estoy segura que ella sepa con exactitud quien soy yo.
—Disculpe, ¿se encuentra la señora Davis? —pregunto con las manos enlazadas detrás de mi espalda.
—St. Clair —corrige.
Asiento con una sonrisa tensa.
—Sí, la madre de Laureen.
Sus ojos cafés se abren con sorpresa y sus cejas se alzan.
—¿Tu eres...?
—Alexander Brown —Le extiendo mi mano. Ella, en lugar de recibirla, me extiende sus brazos y me envuelve en un gesto que no vi venir. Es bajita, pero fuerte.
—Al fin nos conocemos. Mi pequeña Lau hablaba tanto de ti que creo que ya te conozco —sonríe.
Me ruborizo e intento que no lo note. Aclaro la voz y me froto la sien.
—¿Usted es Jordana, verdad? —Sus ojos parecen iluminarse con mi pregunta —. Laureen siempre habla de usted.
La mujer de cola de caballo lleva sus manos al pecho, junto donde esta su corazón.
—Es como mi hija.
—No quiero ser inoportuno, pero quisiera saber si la madre de Laureen puede recibirme — La sonrisa de la mujer desaparece de inmediato y yo me apresuro —: Lo sé. Sé que no soy de su devoción. Pero, necesito verla.
Jordana me guía hacia un sector de la casa que no había visitado nunca. Me pide que espere detrás de una puerta de dos hojas de madera tallada mientras ella se adelanta y cruza por ella. Espero sin saber exactamente lo que estoy haciendo. Pero, ya no hay tiempo para arrepentirse.
Oigo un jadeo y sé que viene de la señora St. Clair. Asumo que no quiere verme, pero no me es muy relevante lo que ella quiera, a decir verdad.
Jordana sale y deja una de las hojas abiertas:
—Cinco minutos —dice y hace un gesto débil.
Le sonrío y ella cierra la puerta en cuanto entro.
Es una oficina amplia con cortinas rojas y un librero que abarca toda una pared. No hay ningún título que reconozca, son todos sobre medicina. Hay galardones, fotografías, revistas de estudios clínicos. A un costado de ellos, un escritorio de madera tan grande como el del señor Hanks con unos cuantos papeles desperdigados sobre él y un bolígrafo encima de ellos. Reconozco el sello de la firma jurídica impreso en una carpeta azul y entonces recordé las palabras de Laureen: Sus padres están con problemas matrimoniales. Pero, ¿se iban a divorciar? Estuve alejado de Laureen como para saber aquello.
—¿Se le perdió algo, señor Brown? —Escucho la voz gastada de la mujer. Ladeo el rostro hacia mi derecha y allí está, sentada en uno de los dos sitiales frente a la chimenea que arde con debilidad.
—Lo lamento. Solo observaba el lugar —Aclaré la voz, sin moverme de mi lugar.
—Siéntese —Señala el espacio desocupado frente a ella. Obedezco y en cuanto lo hago me pregunta si quiero una taza de té —: Le puedo solicitar a Jordana algo más. ¿Qué toma usted? ¿Cerveza?
Reconozco el tono desafiante en su voz.
Sonrío con cierta burla.
—Supongo que cree que todos los hombres tenemos un desmedido amor por la cerveza.
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Fuera de reglas ©
RomanceLaureen estudia medicina. Alex es abogado. Laureen vive su vida conforme a muchos planes. Alexander nunca ha tenido un plan, salvo ahora: Buscar a su hija. Alex quiere a Laureen. Y Laureen quiere a Alex. Pero, ninguno de los dos quiere salirse...