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Rota

LAUREEN


Me quedé dormida sobre mi ropa y la cama deshecha, a un costado de la maleta abierta que esperaba ser ordenada. No hice nada. Recuerdo haber esperado el mensaje de Alex, haber pestañeado y hundirme en los brazos de Morfeo.

Allí me quedé hasta las ocho de la mañana.

Aunque, debo reconocer que cuando abrí los ojos, algo en mi esperaba encontrar a Alex a mi lado arrullándome como la noche anterior.

No ocurrió, pero no tuve el tiempo para reparar en su ausencia porque ya iba tarde al desayuno que debía, si o si, ser a las siete y media de la mañana porque el bus pasaría por nosotros a las nueve.

Me metí a la ducha para tomar el baño más corto de toda mi existencia y me vestí con lo primero que pillé. Una blusa amarilla, unos vaqueros blancos y unas zapatillas. No me maquillé y tampoco me preocupé de mi cabello que era cada vez más parecido a la melena de un león.

Estaban todos en la mesa, charlando con un tío que estaba de pie al lado de Tina. Por su apariencia, asumí que era su nueva conquista de despedida: Alto. Fornido. Bronceado. Una sonrisa de Ken y una forma de expresarse que emanaba feromonas. Los platos de todos aún estaban llenos y las tazas aún humeaban. Suspiré de alivio.

Tina se levantó de su asiento cuando me vio. Saludo con ánimo, agitando su mano en el aire y presentándome a Malú, el dueño del café del hotel. Cuando pronunció su nombre, cogió su brazo y acarició su bíceps, en un coqueteo exagerado tan propio de ella.

Parpadeé algo confundida. ¿Cómo es que Tina se había ligado al dueño del café?

En fin, no quería ni si quiera averiguar.

Malú se quedó de pie hablando de cómo había empezado con su cadena de restaurantes y lo sacrificado que fue llegar hasta donde estaba. Contó algo sobre las recetas de su abuela y luego no seguí prestando atención. Tina y Liv lo observaban con cierta admiración, mientras que Hannah se reía en silencio del ridículo que la rubia siempre estaba dispuesta a protagonizar con tal de añadir un número más a su lista. Nos miramos con cierta confidencia adivinando lo que estaba pensando la otra:

¿Qué esperabas? Es Tina.

Tomé asiento en el único lugar disponible: Al lado de Alex.

Saludé a todos sin mucha energía, intentando no opacar a Malú que quería ganarse la atención de todos.

—Hola —contestó Alex con voz plana y sin mirarme a los ojos, centrado en revolver los dos cubos de azúcar que le había puesto al café.

—¿Te quedaste hasta tarde preparando maletas? ¿O fue algo más? —me preguntó Hannah con una sonrisa pícara mientras se llevaba a la boca un trozo de piña con crema.

Puse los ojos en blanco.

—No he hecho nada. Creo que meteré todo en la maleta hasta que explote.

—Yo puedo sentarme sobre tu maleta, eso hacen siempre en las películas —terció Liv que se inclinaba sobre la mesa con emoción.

—No olvides que iremos a comprar el regalo para tu mamá. En cinco minutos vamos, ¿vale? —siguió Hannah, a su lado. Liv asintió y al final, ambas se perdieron en una conversación que Adam inició sobre lo que había leído de las piedras míticas de Hawaii al que Malú se unió con comentarios esporádicos para luego retirarse a hablar con los comensales de la mesa de al lado. Parece que no era solo a Tina a quien quería impresionar.

Fuera de reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora