TRECE CANCIONES
ALEX
Había reproducido tres veces la misma canción sin decir nada. Si en promedio la canción duraba tres minutos, entonces había estado nueve minutos sin decir nada, escuchando una y otra vez la misma canción. No me hubiese importado si se hubiese tratado de algo más de mi estilo, pero... Venga, era P!nk. Y Laureen no dejaba de cantar So What con un movimiento exagerado de hombros, sosteniendo su movil como un micrófono.
—¿Segura que no quieres ir a tu casa? —le pregunté al tiempo que bajé un poco el volumen de la radio.
—Que te dije que no —alzó la voz, algo irritada.
Observé ambos sentidos de la calle por si venía un carro antes de virar hacia la gasolinera.
—Vale. Está bien. No te enojes—farfullé, irritado.
—No me enojo. Solo quiero disfrutar de un poco de alcohol en mis venas.
«¿Qué edad tiene? ¿quince?», pensé
Aparqué el carro debajo de un faro de la calle. Eran las una de la madrugada. Solo estaba funcionando el market a un costado de la gasolinera y un auxiliar en la bomba de bencina.
—Si te hace sentir mejor, ya te ves algo ebria.
—¿Sabes? Siempre quise saber que se sentía y hoy, desperté y dije, es hoy. Y...—hace una pausa larga y luego, reacciona con un parpadeo —. Espera, ¿ya es sábado?
Meneé la cabeza, cansado.
No sabía en que lío me había metido. Pero, vale, ya estaba en él.
Me desabroché el cinturón cuando un carro aparcó al lado. Era una pareja que tenía toda la pinta de ir a una fiesta. La chica le cogió el cuello al sujeto que estaba en el asiento del chofer y lo besó con una pasión desmesurada, propia de los jovenes de veintitantos. La mujer de cabello rubio se bajó riéndo y él le siguió hasta que sus manos se encontraron al entrar al market. Ví como el sujeto le dio una nalgada y ella fingió indignación. Sonrieron. Se besaron. Siguieron su camino.
No pude evitar recordar a Becca cuando eramos iguales a ellos. Un poco más jovenes, pero con la misma fuerza de amor desbordante. Creyendo que solo eso era suficiente. Creyendo que nunca más volveríamos a sentirnos solos.
Cuando estuve en George Town sentí que el tiempo no había pasado. Todavía siento ese gajo de nostalgia en la garganta.
Resoplé.
—Tengo una botella pequeña de ron en la cajuela del auto, por si sigues interesada en saber los efectos colaterales de una borrachera. No son agradables, si me preguntas —me adelanté de la misma forma desinteresada de siempre.
Es que, en ese entonces, no tenía porque sentir interés por una chica que se colaba en mi carro con deseos de descontrol como una quinceañera.
Laureen frunció el ceño.
—¿Por qué tienes una ahí?
Arqueé una ceja.
Pensé en decirle la verdad, pero en lugar de eso:
—Eso no importa. Pero, si quieres beber, está bien. Es mejor que bebas con alguien a que bebas sola.
—¿No me filmarás?
Torcí el gesto, otra vez.
—No. ¿Debería?
—A Hannah la filmaron bailando en ropa interior sobre una mesa en su primera borrachera —dijo, riéndose a carcajadas como si yo pudiese entender el chiste. No, no me causó gracia a decir verdad. No es de mi agrado imaginar a la novia de mi mejor amigo bailando en ropa interior. Joder. ¿Cómo haría para quitarme esa imagen de la cabeza? Me siento como un pésimo amigo.

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Fuera de reglas ©
RomanceLaureen estudia medicina. Alex es abogado. Laureen vive su vida conforme a muchos planes. Alexander nunca ha tenido un plan, salvo ahora: Buscar a su hija. Alex quiere a Laureen. Y Laureen quiere a Alex. Pero, ninguno de los dos quiere salirse...